¿Qué hace el mal cuando descansa?

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Knock Out

"Lo más aburrido de la maldad es que uno se acostumbra", escribió Jean-Paul Sartre. La frase podría servir de reclamo para acompañar a la película The zone of interest (La zona de interés) de Jonathan Glazer que estos días podéis encontrar en la cartelera. Basada en la novela de Martin Amis, relata un año en la vida de la familia de Rudolph Höss, el comandante nazi responsable de Auschwitz. Para trabajar con diligencia, Höss ha construido su casa pared por pared con el campo de exterminio. Su mujer ha creado un hogar aparentemente idílico junto al horror. Los hijos se crían en una casa con un jardín lleno de flores, con columpios, huerto y piscina. Disfrutan de calefacción central y sirvientas obedientes. Los fines de semana hacen excursiones al río y montan a caballo con los niños. La película es candidata a cinco estatuillas de los Oscar y las merecidas estrellas que le ha otorgado la crítica pueden hacer pensar que es otro film escalofriante y épico sobre el Holocausto.

The zone of interest no se asemeja a ningún drama sobre la ocupación nazi. Sales del cine con la incomodidad de haber visto una película extraña que te ha contado lo que ya sabías de una forma muy diferente. Y la prueba es que, en la sala del cine, al inicio de la proyección, una mujer se levantó para ir a avisar de que algo se había estropeado. "Se ha atascado", decía la mujer en voz alta mientras buscaba la puerta a tientas. The zone of interest no exhibe la estremecedora realidad de los campos de exterminio. Pero se aprovecha de lo que el espectador sabe ya sobre las atrocidades del nazismo para mostrarte la otra cara de la maldad. Te explica qué hace el mal cuando descansa, cuándo se distrae y cuándo gestiona el día a día del trabajo y de la vida familiar. Auschwitz aparece en fuera de campo, pero su presencia es terriblemente omnipresente a través de una banda sonora escalofriante. Los chirridos metálicos y profundos de los crematorios, los gemidos, los gritos, los rasgos esporádicos sobrepasan los muros. Desde las ventanas del hogar de los Höss, noche y día, se ve el humo de la gran chimenea que nunca se detiene. Pero, en el encuadre de la cámara, casi como si fuera un documental, la cotidianidad sigue indiferente a lo que ocurre a pocos metros. Una rutina que incluso ignora lo fílmico. Los espectadores nos convertimos en voyeurs secretos de su intimidad. The zone of interest es demoledora en los detalles. No hace falta explicitar nada terrorífico para entender hasta qué punto la maldad ha empapado la vida doméstica. ¿Qué observa el niño con la lote? ¿Qué hace esa mujer en un despacho? ¿De quién es ese abrigo de visón? El juego tranquilo de una criatura en su habitación es interrumpido por unos chillidos. La forma en que el chaval no se atreve ni acercarse a la cortina hace evidente que intenta evadirse del miedo. ¿De quién es esa ropa que reparten entre las criadas? La maldad más impune también ama a los hijos, cultiva las verduras con amor, conoce el nombre de las flores más bonitas y cuida a los animales con cariño. Pero, sin embargo, la crueldad emerge por las fisuras. The zone of interest te hace salir desconcertado del cine. Pero la película se te mete dentro. Y es los días siguientes que te das cuenta de que no te la puedes quitar de la cabeza.

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