Hoy hablamos de
Donald Trump en un mitin de campaña el pasado mes de octubre.
14/01/2025
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1. Trump toma posesión la próxima semana. No estamos ante un episodio más de la alternancia en EE.UU. Estamos en una mutación del capitalismo, de los sistemas y de los equilibrios de poder, en un mundo en el que los países democráticos están en minoría. "Lo que está en juego es el monopolio de poder de Occidente que emergió del colapso de la Unión Soviética", dice Gideon Rachman en el Financial Times. Un momento de cambio de época que Donald Trump hace más evidente: amenaza a Europa con aranceles, empleos y más control. tiempos que corren son terriblemente graves".

En todo caso, es evidente que lo que hay en escena no es una variante propia del juego de las alternancias políticas sino señales efectivas de cambio en las relaciones económicas y en el poder global. Rusia es una antigua potencia que ha perdido influencia y, en el derrumbe del modelo comunista, bascula hacia formas autoritarias próximas a la extrema derecha. poder creciendo con la intención de extender su dominio, con la incorporación de Taiwán como objetivo para culminar su hegemonía en Asia y extenderla al mundo. 2. Europa corre riesgo de ser el jefe de turco. Atrapada entre Trump y Putin, desestabilizada por unas extremas derechas al alza, la idea de lugar natural de las democracias liberales se deshincha, el autoritarismo posdemocrático se dispara, las derechas democráticas hacen higo. El declive de Macron quedará como icono de esa crisis y síntoma de la claudicación de determinados liberales, más económicos que políticos. Al mismo tiempo las socialdemocracias que hace tiempo que se van decolorando cada vez son menos reconocibles y cuesta imaginar que sean el faro que detenga a las derechas radicalizadas.

3. Al mismo tiempo, se confirma que los autoritarismos se encuentran: los países excomunistas –empezando por Rusia– giran hacia el neofascismo. Y se ganan las simpatías de las extremas derechas europeas que están amenazando y arrastrando a las derechas tradicionales, liberales o conservadoras.

4. La composición social ha mutado. La clase obrera ya no es ni amplia ni homogénea, las clases medias se rompen. La segmentación debilita a las partes. Fuera de la dinámica simple del capitalismo industrial (burguesía/proletariado, derecha/izquierda), la democracia se desdibuja.

5. El derrumbe de las conquistas en el ámbito de los derechos individuales comienza a ser evidente. Las libertades están amenazadas a todos los niveles con el argumento de que la democracia no da a los nuevos oligarcas la impunidad que ellos necesitan. Es un retorno al pasado, sin embargo, con un instrumento muy diferente y mucho más sofisticado: el poder digital al servicio de la furia de los nuevos propietarios de la palabra. La libertad de todos como estorbo por las libertades de quienes lo tienen todo.

6. En este contexto se hace profunda la ausencia de las mujeres en el primer plano de la nueva economía. El patrón machista que llevan incorporado a Trump, Musk, Thiel, Bezos, Zuckerberg y compañía es descarado: la oligarquía tiene peaje de sexo. Y se habla cínicamente de los abusos del feminismo. Ponerlo a raya está en el ideario de estos aspirantes a dueños del mundo. Zuckerberg lo dice sin tapujos: "más energía masculina" y menos política de diversidad, "el mundo de la empresa debe recuperar la masculinidad", subrayando que "debe tener más protagonismo la agresividad". Y Thiel no hace corto: "el regreso de Trump es la revelación de los antiguos regímenes secretos". Ni transparencia ni verdad, ésta es la Buena Nueva que nos traen.

7. La normalización de la extrema derecha es algo. Poco a poco, las derechas autoritarias europeas van marcando el paso. Y más ahora que saben que liberales y conservadores no podrán gobernar sin ellas, más aún: que serán ellas las que decidan con quienes gobiernan. Que la derecha se aproxima a la extrema derecha para neutralizarla es un chiste. Mira Francia, mira Italia, mira Alemania y pronto podremos decir mira España y ya me dirá quién manda.

8. La pregunta: ¿qué capacidad de resistencia tienen nuestras sociedades? ¿Hay razones para pensar que los nuevos poderes no podrán hacer lo que querrían hacer? ¿Que la realidad no les permitirá imponerse? ¿A qué precio? Lo que está claro es que la amenaza aterriza y no se puede alegar ignorancia. Son tan claras las intenciones de esos poderes globales, se explican con tanta impunidad que podremos alegar impotencia pero no desconocimiento de la amenaza. Las derechas van claudicando una a una, ya son pocas las que hacen aspavientos de gobernar con este personal –que significa ponerse a sus órdenes. ¿Y las izquierdas dónde están?

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