Hoy hablamos de
Clasificación de judíos húngaros al llegar a Auschwitz-Birkenau en 1944.
27/01/2025
2 min
1
Regala este articulo

Ayer se conmemoraba el aniversario de la liberación de Auschwitz, en Polonia (y, aunque fue el Ejército Rojo quien abrió las puertas de este campo, Vladímir Putin tampoco ha sido invitado este año). Ningún período de la historia del mundo me conmueve tanto como el convulso siglo XX, en el que la práctica del dolor con fines morales está perfectísimamente organizada. El pinochetismo, el nazismo, el franquismo o el estalinismo tienen en común esta eficacia de la tortura. Los soldados rusos o americanos que liberaron los distintos campos (las imágenes, que ya existen, son escalofriantes) se muestran abrumados, golpeados, frente a esos cadáveres vivientes. Se escapa de su comprensión.

Me pregunto, y me parece que tengo una respuesta honesta, qué pasaría hoy si descubriéramos, en algún lugar del mundo (remoto o no), que hay un campo donde los prisioneros (de una etnia, religión, sexualidad , afinidad política o talante concretos) han sido torturados de la misma manera: se les ha obligado a trabajar, a morir de hambre oa ir en la cámara de gas, se ha experimentado con sus cuerpos, se les ha disparado a cambio de un permiso de fin de semana. Se les ha torturado, en definitiva, refinadamente. ¿Nos escandalizaríamos demasiado si de pronto saliera a la luz que en algunas prisiones del mundo esto ha pasado o ocurre? Diría que no. Diría que el escándalo –unánime– que provoca el Holocausto se debe a que lo hicieron otros hace mucho tiempo, ajenos a nosotros, pero europeos –civilizados, sin embargo– como nosotros. La prueba de la unanimidad que provoca el Holocausto es que los fascistas no lo minimizan: le niegan. Pero ahora los espectadores, los críticos, somos nosotros. Y nosotros, ante la eficacia del mal, nos mostramos indiferentes, balbeos. No damos abasto.

stats