Hoy hablamos de

Las izquierdas y la defensa de Europa

Unos 4.000 militares de nueve países de la OTAN realizando maniobras en Cádiz.
04/04/2025
Socióloga
3 min
Regala este articulo

Una constatación frecuente en el análisis sociológico es que las sociedades cambian más rápidamente que las ideas que predominan. Nos formamos en la infancia y la juventud, que es cuando adquirimos las nociones de cómo son las cosas, de cuáles son los valores a defender y cuáles son las opciones adecuadas en cada momento. Con la aceleración de los cambios sociales se hace muy difícil que nuestras creencias y valores se transformen al mismo ritmo que las circunstancias en las que vivimos; y este hecho, tan constatable en este momento, tiene muchas consecuencias, tanto en la dificultad de los acuerdos entre generaciones como en la casi imposibilidad de aceptar nuevas opciones, aunque nos vaya la vida. Lo que siempre habíamos creído no puede ser, de repente, abandonado y negado, porque en el fondo pensamos que las cosas son como son y que, pasados ​​ciertos sustos, todo volverá a ser como antes.

Pero ahora nos encontramos en un cambio inesperado y hay que repensar muchas cosas. Ante el giro político en Estados Unidos, se abre el debate sobre la necesidad de reforzar la defensa de Europa, una cuestión que esperábamos que nunca se volviera a plantear. Y bueno, ya está aquí, y no podemos cerrar los ojos diciendo simplemente que hacerlo no corresponde a nuestros valores o que es una excusa para enriquecer a los fabricantes de armamento. Nos hemos acostumbrado a mirar los desastres lejanos de forma compasiva y condenatoria, pero siempre desde la tranquilidad de pensar que en Europa ya no son posibles. Ahora tenemos una guerra terrible en Europa y otra más espantosa a las puertas de nuestro continente. Unas guerras que no se deben a necesidades básicas de ningún pueblo, sino a unas cúpulas autocráticas que buscan sobre todo afirmar su poder y su continuidad. Y que son capaces, sorprendentemente, de arrastrar a sus pueblos a matar y morir en ese afán.

Entre nosotros, la gente de izquierdas hemos sido siempre antimilitaristas, nos hemos opuesto a la inversión en armamento, a las guerras, a las violencias, a los afanes de conquista, que destruyen vidas, culturas y riquezas. Es necesario aplicar los recursos a reforzar la igualdad entre las personas, a mejorar el nivel de vida de todos, a hacer la tierra más habitable y bonita. Objetivos, todos ellos, contrarios a la guerra. Y como feminista aún más: las mujeres hemos sido designadas para cuidar la vida, para hacerla crecer, no para destruirla. Nuestra aportación a la sociedad es civilizadora, no destructora, precisamente en la medida en que la civilización es precisamente el desarrollo del proceso que nos iguala, que contradice la tendencia de la naturaleza a hacernos desiguales, unos más fuertes que otros. Que gane lo más fuerte es volver atrás, destruir todo lo que con tanto esfuerzo se ha ido construyendo para dar igualdad de oportunidades a quienes nacen con todo en contra.

He compartido siempre la posición antibelicista. Sin embargo, ahora me parece que no querer enfrentarnos al cambio de situación geopolítica que se entabla a toda velocidad es justamente seguir razonando con esquemas del pasado, que ya no nos son útiles. ¿Preservar los valores europeos? ¡Por supuesto! Pero la manera de preservarlos es capaz de defenderlos, de imponerlos a quien quiera aniquilarlos. Y, por desgracia, la amenaza que se plantea en este momento no es de carácter discursivo; que triunfen unos valores u otros puede depender de enfrentamientos armados más que de razonamientos o resultados en las urnas. La Guerra Fría lo fue justamente porque se produjo lo que se llamó "equilibrio del terror". Si tú me puedes hacer tanto daño a mí como yo a ti, quizás mejor que no juguemos este juego. Sin embargo, para conseguir esta situación debe haber un equilibrio en la capacidad bélica, que de lo contrario ya vemos lo que está sucediendo en Ucrania y en Gaza.

Desde mi punto de vista, en este momento hay que tender a igualar a nuestras fuerzas con las de nuestros posibles enemigos. Con un enorme control sobre en qué se invierte, quién decide en cada momento, hasta dónde llevar esta escalada. Bien entendido, no para añadirnos al desastre general atacando a otros países, sino como elemento defensivo primordial que no puede ser despreciado. No podemos mirar a otro lado diciendo "¡ay, eso sí que no!" Simplemente porque no nos gusta, no era nuestro objetivo y lo que queríamos era precisamente lo contrario, avanzar en igualdad y paz.

Un tema diferente es quién tendrá que liderar este proceso y cómo Europa, esta Europa problemática de hoy, debe seguir afirmando y definiendo, precisamente, sus valores democráticos más preciados. Ésta es la otra pata de una defensa que necesitamos que sea fuerte y segura.

stats