Los 12 meses de vértigo de Pere Aragonès

Cumple un año al frente de la Generalitat: 8 meses como presidente sustituto y 4 como presidente de pleno derecho

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Pere Aragones entrando en  Palau de la Generalitat

BarcelonaPara los libros de historia quedará que Pere Aragonès es presidente desde el 24 de mayo del 2021, pero en realidad lleva más de un año al frente de la Generalitat. En concreto, desde el 30 de septiembre del 2020. Aquel día, 48 horas después de la inhabilitación de Quim Torra, se reunió un consejo ejecutivo extraordinario que aprobó el decreto que lo convirtió en el primer presidente "substituto" de la historia de la institución. En aquella reunión del Govern, la silla de Torra quedó vacía como símbolo de que JxCat y ERC consideraban que la Generalitat no tenía presidente, pero en la práctica Aragonès asumió todas las funciones menos tres: convocar elecciones, nombrar y cesar consellers y someterse a una moción de confianza. Aquel miércoles empezaron para él 12 meses de vértigo por varios motivos, pero quizás el más importante es que conseguiría convertirse en president de pleno derecho.

Octubre

El primer mes fue de miradas de reojo entre socios de Govern. JxCat marcaba de cerca a Aragonès porque temía que quisiera actuar como presidente a todos los efectos. El primer problema fue sanitario: el estallido de la segunda oleada. El ejecutivo tomó decisiones impopulares como el cierre de bares y restaurantes que obligaron a Aragonès a dar explicaciones: "Hemos de sacrificar la actividad para garantizar la salud". La tensión entre Junts y ERC era constante, enfrentándose por ejemplo sobre si había que pedir el estado de alarma autonómico.

Noviembre

En el segundo mes de presidencia por sustitución, ERC decidió pactar con el PSOE los presupuestos generales del Estado, una cosa que no hacía desde tiempo de Zapatero. El acuerdo incluyó elementos todavía por cumplir, como el traspaso del ingreso mínimo vital. El pacto abría una nueva brecha entre socios: JxCat criticó que se quería vender una "lluvia de millones" que no era tal, mientras que Gabriel Rufián se defendía: “Que te critiquen la derecha madrileña y otras derechas con otras banderas es que el acuerdo es bueno”.

Diciembre

Los presupuestos se aprobarían definitivamente en el Senado el 22 de diciembre, el mismo día que la Generalitat cerraba por el virus el Ripollès y la Cerdanya. El día antes, sin embargo, se producía el hecho que marcaría la siguiente controversia. Aragonès firmaba el decreto que convocaba las elecciones para el 14 de febrero para que Catalunya dejara de tener presidente sustituto. Nadie entonces lo admitía públicamente, pero empezaba a haber serias dudas sobre si se podrían celebrar los comicios con plena seguridad sanitaria.

El vicepresidente del Govern, Pere Aragonès, firmando el decreto de convocatoria electoral.

Enero

El Govern y todos los grupos parlamentarios menos el PSC, que temía que perdiera fuerza el efecto Illa, acordaron posponer las elecciones del 14 de febrero al 30 de mayo porque las predicciones apuntaban a que el pico de la tercera oleada podía coincidir con la primera fecha. Cuatro días después de tomar la decisión, cuando todo el mundo ya reconfiguraba la campaña electoral, la justicia suspendió cautelarmente el cambio de fecha. Y lo que era peor todavía, no era una decisión firme y dejaba los comicios en el limbo.

Febrero

Las elecciones se celebraron el 14 de febrero y las ganó Salvador Illa (PSC). Aragonès, a pesar de quedar segundo, consiguió lo que le garantizaba la presidencia: sacar 35.000 votos y un escaño más que JxCat. La noche electoral se desató la euforia en la sede republicana de la calle Calàbria y Aragonès ya se veía presidente. Al día siguiente, los tres partidos independentistas, Esquerra, Junts y la CUP, se emplazaron a una "negociación rápida" para desencallar la investidura. Nada más lejos de lo que estaba a punto de venir.

Marzo

En marzo llegó el día para el cual Aragonès se había estado preparando desde que Junqueras le confió las riendas de Esquerra en 2018: el debate de investidura para convertirse en el 132º presidente de la Generalitat. El republicano parecía que ya había hecho lo más difícil, tejer un pacto con la CUP y garantizarse sus 9 votos a favor. JxCat, sin embargo, tenía otros planes. Los de Carles Puigdemont se abstuvieron, la investidura quedó tumbada y las relaciones entre Esquerra y Junts comprometidas una vez más.

Abril

Cuando ya habían transcurrido dos meses desde las elecciones del 14-F, no solo ya había quedado claro que no sería una negociación por la vía rápida, sino que, probablemente, sería una negociación al límite del calendario como ya habían sido las dos últimas investiduras, las de Puigdemont y Torra. Con la Semana Santa todo el mundo se tomó un tiempo para descansar, pero, al regreso, nada cambió. La parálisis hizo que el mismo Aragonès se involucrara en la negociación con una cumbre en la prisión de Lledoners.

Mayo

El mes más intenso. El 8 de mayo, después de 83 días de negociaciones infructuosas, Aragonès decide romper con JxCat y se propone intentar un gobierno en solitario para deshacer el bloqueo. Empieza a negociar también con los comunes. El vértigo ya no solo es suyo, sino de toda la política catalana, que se ve abocada a unas nuevas elecciones. Pero el 17 de mayo, después de todo un fin de semana encerrado con Jordi Sànchez negociando frente a frente, llega el acuerdo. El 21 de mayo es investido por el Parlament 132º president.

Sànchez y Aragonés paseando en Soler de n'Hug, la masía de la familia del dirigente de ERC Isaac Peraire.

Junio

El nuevo Govern no tiene ni 100 días de gracia ni de tranquilidad. Junio es el mes de los indultos a los presos políticos, que obligan a Aragonès a hacer equilibrios. Es un motivo de alegría para el independentismo, pero todo el mundo hace esfuerzos para disimularlo porque el mensaje que hay que dar es que la represión continúa porque hay centenares de investigados y condenados que no son políticos. El president, además, decide que la Generalitat dejará de ausentarse de los actos donde también esté el rey. Se saluda con Felipe VI en el Cercle d'Economia.

Julio

Con la vacunación a buen ritmo todo el mundo se preparaba para un verano con la máxima normalidad posible. Los hechos, sin embargo, desmienten una vez más las expectativas. El número de contagiados vuelve a desatarse, ahora sobre todo entre los jóvenes, y se vuelve a las medidas restrictivas. La más impopular, volver al toque de queda. El principal problema para el nuevo presidente de la Generalitat es que se coloca al Govern en el ojo del huracán por haber autorizado la celebración de festivales multitudinarios.

El rey Felipe VI y el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès.

Agosto

Tenía que ser un mes marcado por la reanudación del diálogo Generalitat-Estado a través de la Comisión Bilateral, pero acaba siendo el verano de la reforma del aeropuerto. El gobierno español y el vicepresidente del Govern, Jordi Puigneró, anuncian el 2 de agosto un pacto para ampliar El Prat, que enseguida genera críticas en partidos de la oposición y plataformas de la sociedad civil. A Aragonès se le abren muchos frentes, entre ellos algunos dentro de su propio partido, puesto que buena parte de la militancia y los cuadros no creen que sea una buena idea.

Septiembre

El retorno de las vacaciones es frenética. El gobierno español paraliza la inversión de El Prat y estalla la primera gran crisis del Govern: ERC y JxCat se pelean por si en la delegación de la mesa de diálogo tienen que estar solo consellers o puede haber otras personas, como por ejemplo ex presos políticos. La mesa se reactiva al día siguiente con solo miembros de Esquerra de la parte catalana. El curso político 2021-2022 no se prevé muy diferente. Los presupuestos catalanes y los del Estado, los primeros exámenes.

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