"Esto no se veía desde la Guerra Civil": la pandemia hace perder años de vida en las zonas con más contagios

Un grupo de investigadores detectan que la esperanza de vida cae más en las provincias más afectadas por el covid-19

Esperança Vida 2021
21/04/2021
3 min

Desde la Guerra Civil no se veía una cosa igual: según reveló hace unos días el Eurostat, la pandemia ha hecho reducir 1,6 años la esperanza de vida en España, que se ha convertido en el país de la Unión Europea con el descenso más pronunciado de este indicador, que calcula la cantidad de años que vive una determinada población en un periodo de tiempo concreto. Ahora un grupo de investigadores del Centro de Estudios Demográficos de la UAB han cruzado los datos de afectación del coronavirus en el Estado con la esperanza de vida por provincias españolas y han constatado diferencias muy importantes entre comunidades: los territorios con más infección acumulada de covid-19, como las Castillas, han perdido más esperanza de vida, mientras que en las provincias donde no ha habido tanta afectación, como las Canarias, la esperanza de vida se ha visto menos resentida.

Así, en Segovia, Salamanca, Ciudad Real y Albacete tanto los hombres como las mujeres han perdido más de 2,4 años de vida debido a la pandemia. "Hay una correlación entre la esperanza de vida y los estudios de seroprevalencia del covid", confirma al ARA el investigador del Centro de Estudios Demográficos Sergi Trias-Llimós, coautor del estudio. Aunque lo podría parecer, los investigadores creen que el envejecimiento de la población no tiene un papel clave a la hora de explicar el descenso de la esperanza de vida: "Lo que realmente está correlacionado es la incidencia del virus. Las provincias donde más cae la esperanza de vida son las que han sufrido más infecciones". 

Una buena prueba de esto es que la pandemia también ha pasado factura a la esperanza de vida en las dos provincias más pobladas (y no tan envejecidas): en Madrid se han detectado caídas de 2,8 años entre los hombres y 2,2 entre las mujeres, y en Barcelona la esperanza de vida ha caído 1,9 años entre los hombres y 2 entre las mujeres. En las otras tres provincias catalanas, en cambio, el descenso no es tan acusado. "En la provincia de Barcelona están la capital y el área metropolitana, es decir, las zonas más densas y donde ha habido más afectación; así como la Conca d'Òdena y otras comarcas, como Osona, que siempre han estado por encima de la media", argumenta Trias-Llimós. 

En Tenerife la esperanza de vida crece cerca de un año

Las enormes diferencias entre provincias se explican, por lo tanto, por la afectación desigual de la pandemia –sobre todo de la primera oleada– en los territorios de España. De hecho, en las Baleares y en las Canarias, las primeras zonas donde empezó la desescalada, la esperanza de vida no solo no ha disminuido sino que ha aumentado: en Santa Cruz de Tenerife, por ejemplo, ha crecido 1,1 años en el caso de los hombres y 0,6 años en el caso de las mujeres. Es el territorio español donde más sube este indicador. Según el investigador, esto se podría explicar porque hay algunas zonas donde el estado de alarma y el confinamiento general de la población llegaron antes de que la explosión de casos de covid-19. "La gente no salía de casa y se redujeron mucho las causas de muerte externas, como los accidentes de tráfico, los laborales y los relacionados con actividades de riesgo", dice Trias-Llimós.

En todo caso, sin embargo, los investigadores han llegado casi a la misma conclusión que el Eurostat: la pandemia de covid-19 ha provocado una reducción de la esperanza de vida de 1,5 años respecto al 2019, o de 1,2 años si se toma de referencia el periodo 2017-2019. "Estas caídas interanuales de un año para el otro son un fenómeno realmente excepcional que no veíamos desde los años de la guerra", explica Trias-Llimós. Ahora bien, los demógrafos prevén que gracias a la vacuna la esperanza de vida que se registre en 2021 esté más cerca de la cifra del 2019 que de la del 2020. "Es probable que se recupere relativamente rápido", concluye Trias-Llimós.

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