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Salud mental

Por qué la naturaleza funciona mejor que cualquier píldora para mejorar el bienestar emocional

A los beneficios conocidos para la salud de los espacios verdes en las ciudades, los científicos añaden que ayudan a combatir la soledad

Proyecto RECETAS
22/02/2025
7 min
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"Que mi marido muriera durante la pandemia de cóvido fue un duro golpe. Estaba encerrada en casa, completamente sola, pasando el duelo. Solo me relacionaba con mi madre, que tiene Alzheimer". A Maria Ángeles Fajardo, de 64 años, todavía se le rompe la voz al recordarlo. Hace una breve pausa y añade: "fue verdaderamente horroroso. Me sentía muy mal, muy deprimida y muy, muy sola".

En una de las visitas a su médico de familia en el CAP, en la Trinitat Nova, en Barcelona, ​​ésta la envió a la escuela de salud que se hacía en el casal del barrio. Y ahí fue cuando Maria Ángeles oyó hablar por primera vez de un proyecto "para gente que estaba sola" que se llamaba RECETAS. Sin pensárselo dos veces, se apuntó y resultó "ser un salvavidas". Durante las 10 semanas que duró el programa, pasó de no tener ánimo ni por salir de casa a semanalmente reunirse con un grupo de gente de entre 18 y 80 años para ir a "pasear por la naturaleza, hacer meditaciones en un parque, volver a disfrutar, a sonreír", afirma. "He vuelto a conectarme con la vida", remacha.

Con un presupuesto de cinco millones de euros financiados por la Unión Europea dentro del programa Horizonte 2020, RECETAS (el acrónimo en inglés de Reimaginar entornos para conectar y participar: acciones para la prescripción social de espacios naturales) es un proyecto pionero en el mundo que quiere demostrar que la naturaleza puede ser un verdadero bálsamo contra la sola. Está coordinado por la investigadora en salud pública Jill Litt, del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), y participan nueve países y 13 instituciones de Europa, América Latina y Australia.

"Sentirse solo de forma prolongada y excesiva tiene un efecto sobre el organismo tan peligroso como fumar o sufrir sobrepeso. Es un problema importante de salud pública en todo el planeta", expone Laura Coll, médica, profesora e investigadora de la Universidad de Vic-Universidad Central de Cataluña, una de las colideresas, junto con Litt, de RECETAS.

Sólo en Europa, antes de la pandemia unos 75 millones de adultos decían encontrarse con familia o amigos como máximo una vez al mes y unos 30 millones se sentían solas con frecuencia, que no es lo mismo, especifican las investigadoras, que vivir solo. La soledad es una percepción subjetiva, "que acorta la vida, se relaciona con mortalidad prematura y es uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos como sociedad", valora Coll, quien apunta que la pandemia de la cóvido lo agravó.

Y es, paradójicamente, en las regiones del sur del Mediterráneo donde esta epidemia de malestar se está extendiendo más. La cuestión es que "la soledad tiene que ver con las expectativas: una persona querría tener más relaciones sociales, no las tiene y se siente decepcionada", explica Litt. Por eso, en países como el nuestro, donde tradicionalmente había habido una estructura familiar en la que convivían varias generaciones, ahora que "hay más gente viviendo sola que no quiere vivir sola ni quizás tampoco se esperaba acabar haciéndolo", las cifras de soledad y aislamiento social son más elevadas.

Proyecto RECETAS.

De los huertos urbanos a los parques

Antes de RECETAS, Litt había estado durante 15 años estudiando el impacto de los jardines y huertos urbanos comunitarios sobre la salud de los vecinos y vecinas de las ciudades, así como sobre su bienestar emocional y alimentación. En un ensayo clínico que llevó a cabo en distintos entornos urbanos en el mundo, concluyó que estos espacios eran un lugar de socialización y que la naturaleza "abre la posibilidad de tener sentimientos genuinos". "La contemplación de espacios y elementos naturales, la experiencia estética y también táctil, de tocar la tierra, de ensuciarse, activaban procesos emocionales cruciales en la gente. És com si la natura els cridés i motivés records positius de quan eren infants", relata Litt.

Va ser aleshores quan aquesta investigadora nord-americana va creuar-se amb un article científic publicat per la professora Coll de la UVic-UCC sobre els efectes perjudicials per a la salut que provocava la soledat. Ràpidament s'hi va posar en contacte per proposar-li avaluar conjuntament el potencial de la natura per combatre, precisament, aquest malestar emocional. "Vam pensar que seria molt potent atacar la soledat barrejant natura, participació en activitats d'exterior i connexió social amb un grup", comenta Coll.

I així va néixer aquest projecte, l'abril del 2021, que encara té un any més per endavant. Amb l'ajuda de les entitats dels barris, van reclutar centenars d'adults d'entre 18 i 80 anys en situació de vulnerabilitat que viuen en zones urbanes desafavorides a Marsella, Praga, Hèlsinki, Cuenca (Equador) i Melbourne. También en Barcelona y otros municipios de la provincia, como Sabadell, Barcelona, ​​Santa Coloma, Vic o Castellar del Vallès; en total, en Cataluña han participado 321 personas, un 80% de las cuales son mujeres con una edad media de 60 años. En la concepción del proyecto se priorizó acceder a espacios naturales cercanos, a lugares y recursos disponibles en la población general. La idea era descubrirles espacios de sus propias ciudades para que, después, una vez terminada la intervención, los participantes pudieran regresar solos o con la gente que habían conocido en el proyecto, o con la familia. "No tenía demasiado sentido coger un autocar y llevarlos a un parque natural a una o dos horas de casa, porque no volverían. Debían ser lugares que ellos pudieran integrar en su vida", remarca Montse Masó, enfermera y ambientóloga, encargada de la coordinación de grupos de participantes. De ahí que eligieran entornos como el Park Güell, las playas de Barcelona o el Laberinto de Horta. "Lo importante era inculcarles valorar los espacios verdes cerca", añade esta investigadora, que realiza una tesis doctoral precisamente sobre prescripción social de la naturaleza.

En RECETAS, los investigadores han trabajado codo con codo con entidades de los diferentes barrios y con los participantes para crear de forma conjunta las actividades que llevaban a cabo en cada espacio en función de los intereses del grupo. Así, a veces, la naturaleza desempeñaba un papel más pasivo, como ser escenario de una comida compartida o de una meditación guiada; otros, más activo, como la observación de pájaros o de especies vegetales.

Durante las sesiones, guiadas por dos personas facilitadoras, "trabajábamos la confianza, el empoderamiento, la capacidad de buscar recursos, de conocer gente nueva, de generar nuevos vínculos en el marco de la naturaleza, que aumenta la conexión presencial, las ganas de estar con los demás y nuestras propias capacidades de interactuar", señala Masó.

El poder de la naturaleza

Que la naturaleza tiene un impacto beneficioso para la salud física y mental, está bien avalado por la ciencia. Numerosos estudios han demostrado que los baños de bosque, por ejemplo, son capaces de bajar la presión sanguínea y los niveles de cortisol, que es la hormona del estrés; equilibrar el sistema nervioso central, mejorar el sistema inmunitario y combatir la depresión; y, además, disminuyen la ansiedad, la fatiga, el sentimiento de rabia.

Es más, se ha visto que los pacientes que están en hospitales rodeados de verde se recuperan antes que aquellos que están en centros con sólo cemento gris a su alrededor. Y que los niños que van a escuelas con mayor número de árboles tienen mejor capacidad de atención y resolución de problemas. Y que crecer en contacto con la naturaleza se asocia a una mejor salud mental en la edad adulta: los niños criados en entornos verdes tienen menor riesgo de desarrollar ansiedad o depresión más adelante en la vida.

Seguramente, tiene sentido que sea así, que la naturaleza esté estrechamente relacionada con la salud mental, ya que los humanos hemos evolucionado durante cientos de miles de años en entornos naturales. Tenemos un cerebro cableado para el verde y no para el gris del cemento urbano. Por eso, seguramente, "cuando vamos a un espacio natural, el cerebro se relaja, nos sentimos calmados, nos anclamos en el presente y nos alejamos de patrones de pensamiento que pueden ser muy tóxicos para las personas y aumentar el sentimiento de soledad, que al final es totalmente subjetivo", apunta Montse Masó, enfermera y ambiente.

"El contacto con la naturaleza incluso cambia la actividad en algunas zonas cerebrales, como el córtex prefrontal subgenual, un área del cerebro vinculada a los pensamientos negativos, o ruminación, asociados a la soledad", prosigue Masó, que añade que nosotros nos lo hemos preocupado. interior haciendo una actividad que cuando estamos en un parque haciéndola”.

Además de que las zonas verdes invitan a la gente a moverse, aumentan la cantidad de actividad física que hacen, lo que de rebote mejora la salud física y reduce y combate la exposición a contaminación, tanto ambiental como sonora. "La naturaleza funciona mucho mejor que cualquier píldora", concluye convencida Litt.

Ahora las intervenciones con los grupos ya han terminado y los investigadores están analizando los datos recogidos. "Estamos intentando establecer qué mejoras se pueden atribuir a la naturaleza, cuáles al ejercicio físico, cuáles han sido los elementos que más han influido para conseguir los cambios", apunta Masó. Los primeros resultados podrían llegar antes del verano.

"Si RECETAS tiene éxito puede cambiar el modelo de cuidado para centrarse más en la persona y depender menos de intervenciones con fármacos", asegura, convencida, Litt. "Podremos empoderar a las comunidades para que hagan el manejo de su salud y descargar así también la presión sobre el sistema de salud público", añade.

De momento, el gusanillo del proyecto parece haber cuajado, lo que, en parte, denota el éxito del proyecto en conseguir lo que perseguía: combatir la soledad y establecer redes de apoyo. Un ejemplo es Maria Ángeles, la participante con la que empezábamos este reportaje, que continúa encontrándose con algunas de las personas que conoció. "A veces quedamos en casa de alguna de nosotros y otras veces vamos juntos a alguno de los sitios que visitamos entonces", explica, animada. También, confiesa, sale sola a pasear mucho más, le gusta andar a orillas del mar, en la playa de Badalona. "Siento que estoy conectada con la naturaleza. Me hace sentir bien", asegura y añade que desde que se encuentra mejor también se ha apuntado a una coral, acude una vez por semana. Porque cantar le recuerda su infancia y se lo pasa muy bien y está en contacto con gente. "He salido del agujero en el que estaba".

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