Javier de las Muelas, el hombre que venderá este año un millón de cócteles
El barman y empresario amplía su oferta líquida para terceros mientras reivindica que "cualquier tiempo pasado fue mejor"


BarcelonaJavier de las Muelas tiene 69 años, ha vivido muchas vidas y todavía tiene previsto vivir unas cuantas más. El conocido barman y empresario me recibe en el Speakeasy del Dry Martini y suelta a más titulares de los que podría albergar en una entrevista. Algunos ejemplos: "Me gusta la liturgia de la coctelería: considero que los bares son iglesias y los barmanes, sacerdotes. Y los clientes, los feligreses". O cuando dice que "la coctelería, aunque se vendan como ingenieros aeronáuticos, es muy sencilla. Lo que no es sencillo es tener ganas de servir y la inteligencia de entender a quien tienes delante" o que "la gente es comunista cuando nada tiene que compartir". O cuando defiende que no le gustan "las sofisticaciones sin sentido. Me gusta el producto. Lo que hacía Bulli hace 30 años, y que ahora sigue haciendo gente famosa, ya no tiene vigencia" o que "no es cierto que en esta profesión todos nos llevamos bien... La gente se lleva bien y es generosa cuando está en lo más alto".
Reivindica muchos nombres, como el de la catalana Montse Guillén y su restaurante El Internacional de Nueva York que frecuentaba el pintor Jean-Michel Basquiat en los años 80. El de Jean Louis Neichel, clave en la historia de amor con su esposa Lourdes, ya que a los dos les encantaba el restaurante que tenía en lo alto de Barcelona. O Francesc Fortí, el cocinero del Rincón de Binu, con quien tiene tanta sintonía que cada semana le trae el famoso suflé helado de naranja desde Argentona para que le sirva al Speakeasy. El de Santi Santamaria, el primer cocinero que le trató como un igual y con el que compartió tantos desayunos. Maria Dolores Boadas, que tuvo "el bar más importante de todos". El nombre de Ramon Cabau, que veía desde que era pequeño en la Boqueria –un mercado que dice que ahora encuentra espantoso– y del que según él no nos acordamos lo suficiente. Y el de las hermanas Reixach, de Hispania, a quien cree que les debemos un homenaje.
La conversación con De las Muelas tiene dos ejes, uno mira hacia delante, y otro atrás. Se describe como un hombre moderno y ahora tiene una nueva línea de negocio que lo demuestra. El hombre que empezó vendiendo TBOs en la cola de la comisaría de Sant Andreu de Palomar cuando tenía 7 años, este 2025 alcanzará el objetivo de vender más de un millón de cócteles. Es la última aventura, que se llama Ready to drink , cócteles ya preparados para locales que no son los suyos. Las cifras que me expone son impresionantes. Solo en un emblemático café de la plaza Catalunya ha vendido 14.000 en tres meses. En total, en el 2024 vendió cerca de 600.000 y este año ya sabe que va a pasar del millón. ¿Cómo lo ha hecho? Entendiendo cómo funciona la industria. Les sirve una gran cantidad de referencias de cócteles en bolsa –piña colada, negroni, capirinha, mojito– y basta con tenerlos en frío. Les da las copas que van con cada preparación y un vídeo sencillo de cómo servirles. Esto resuelve muchos problemas a los que no tiene personal especializado. ¿En contra de este modelo? Los barmanes, claro. A este proyecto se le ha sumado su hijo Borja y eso le hace feliz, porque quiere decir que hay continuidad en el negocio.
Un solo reproche y toneladas de nostalgia
Javier de las Muelas sólo se reprocha no haber aceptado la propuesta de abrir un restaurante en las Torres Gemelas, e ir a vivir a Nueva York. De dónde cree que quizás no habría vuelto. Le pregunto por la coctelería moderna y dice que ahora la modernidad está en recuperar las formas clásicas. "Hoy en día hay abuso de ingredientes y destilados. La genialidad está en la sencillez. Si tienes que ponerme mariposas, ya voy al circo". Eso sí, tiene buenas palabras para algunas coctelerías modernas de Barcelona, y recuerda que "las listas están bien cuando estás".
Ahora que tiene perspectiva, dice que lo que más le preocupa es cómo la sociedad maltrata a las personas mayores. Una cuestión que le interesa más que hablar de coctelería. "Me dicen que no se puede ser nostálgico. ¿Por qué no? Opino que cualquier tiempo pasado fue mejor. La vida es más difícil para la gente joven. La gente malvive en pisos compartidos. La posibilidad de trabajar ha desaparecido. En los periódicos unos iluminados impresentables decidieron que se regalaban las noticias. Es como si yo regalara los cócteles". Y detecta un claro culpable: "Soy muy crítico con internet. Es un caballo de Troya. Es el mayor veneno que se ha introducido en la humanidad con la seducción que es la democratización de la cultura. Y todo el mundo va como un hámster dando vueltas. No hay quietud, ni responsabilidad, ni amor".