Memoria histórica

Las memorias que incomodan a Barcelona

El Ayuntamiento señalizará los espacios de represión

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Barcelona“Fuera los racistas, esclavistas e invasores. Fuera de la vía pública los dictadores”, dijo el historiador de arte y periodista Peio H. Riaño durante las jornadas La Barcelona incómoda que se celebraron en la Modelo sobre memoria y espacio público. Poco a poco, y hasta muy entrado el siglo XXI, Barcelona ha ido retirando los monumentos fascistas. Lo ha hecho, a menudo, con nocturnidad, como si fueran bombas de relojería. Algunos de estos monumentos después han vivido periplos extrañísimos que, por sí solo, podrían ser objeto de una exposición, como la estatua ecuestre de Franco que perdió la cabeza (alguien lo robó de los almacenes), después fue vandalizada y finalmente viajó en un camión de basura hasta su hogar actual, el Centro de Colecciones del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA).

Actualmente, la mayoría de los monumentos franquistas se esconden en almacenes, si bien en Catalunya siguen existiendo 1.591 elementos de simbología franquista, la mayoría placas de vivienda, en el espacio público. En Barcelona, según el concejal de Memoria Democrática, Jordi Rabassa, prácticamente no quedan: "Durante el anterior mandato se hizo un esfuerzo muy grande por retirar todas las placas del ministerio de la Vivienda", asegura.

“No ha habido una política activa de memoria, cuando se han retirado las grandes estatuas se ha hecho como si fuera un acto vergonzoso, cuando se tendría que haber hecho una gran fiesta”, afirma el historiador Manel Risques. “Que haya costado tanto denota que no se han hecho bien los deberes de memoria”, opina Riaño. La estatua ecuestre de Franco de Valencia fue la primera en ser retirada del espacio público, en 1983. “La retiraron voluntarios, encapuchados, y lo hicieron por la noche. Aun así, hubo una auténtica batalla campal. Todavía hoy, cuando he querido hablar con alguno de estos voluntarios, solo me han dado el nombre de pila”, asegura Riaño. 

Los elementos franquistas no son los únicos que incomodan a la ciudad de Barcelona. Hay debate también sobre qué se tiene que hacer con la estatua de Colón o el busto de Cambó de Via Laietana. El esclavista Antonio López ya abandonó el espacio público en 2018 y el pedestal lo hará pronto. En su lugar hay dos atriles con la historia de las bullangas y la de la estatua del negrero. “Se tiene que retirar todo lo que pueda ser ofensivo para la ciudadanía de 2022 y son las víctimas las que deciden qué tiene que desaparecer”, dice Riaño. Colón, por ejemplo, según Riaño, es ofensivo y no tendría que estar en el espacio público.

La simbología republicana en la periferia

No hay consenso sobre qué tiene que desaparecer del espacio público, pero tampoco sobre los símbolos que tendrían que reemplazar los que impuso Franco: ¿dónde está la democracia, las luchas por la democracia, las mujeres pioneras y rebeldes, las memorias subalternas? “La simbología republicana está en la periferia, no tiene espacio en el centro, es incómodo hablar de república en una monarquía parlamentaria”, dice Núria Ricart, profesora de bellas artes de la UB y comisaria de las jornadas de debate sobre memoria y espacio público. “La memoria de la República ha sido silenciada y la presencia de las luchas antifranquistas en el espacio público es muy insuficiente, se ha incorporado tarde y mal”, señala el historiador Manel Risques.

Cuando se construyó la Barcelona Olímpica, se ubicó el monumento a los brigadistas en el Carmel y la inscripción fue un largo tira y afloja. Costó años incluir la palabra República. Tampoco se explica bien en ninguna parte la represión, si exceptuamos la Fraternitat al Camp de la Bota o el Fossar de la Pedrera, que se consiguieron gracias, en buena parte, a las luchas de entidades como la Associació Catalana d’Ex-presos Polítics del Franquism o la Associació Pro-Memòria als Immolats per la Llibertat a Catalunya. A las entidades de memoria les costó bastantes años también que en las inscripciones se especificara que eran víctimas republicanas de la dictadura. Tampoco están muy señalizados los espacios de represión, como por ejemplo las prisiones del Cànem, la Trintat y los campos de concentración.

No fue hasta 2019 que se colocó un plafón en la Via Laietana explicando el historial de represión de la comisaría y ha sido destrozado varias veces. “Se consolidó una visión que tiene los orígenes en las leyes de amnistía de 1977, que equipara a los dos bandos”, señala Risques. “No se han reconocido las luchas antifranquistas, elemento central en la construcción de la democracia”, añade.

Todo ello se tendría que revertir, según Riaño: “Cada generación tiene el derecho y el deber de erigir sus propios monumentos y no pasa nada por destruir los anteriores: no nos explican la historia, fueron erigidos por un poder que tergiversaba el relato”, afirma. Hay quien discrepa: “Las leyes de urbanismo sostenible dicen que también se tiene que tener en cuenta la historia de una ciudad. La historia forma parte de la vida de las ciudades, que sin historia se convierten en ciudades anodinas”, apunta Josep Cruanyes, de la Comisión de la Dignidad. En otoño, según Rabassa, el Ayuntamiento de Barcelona presentará un proyecto en el que se señalizarán todos los espacios de represión, barrio por barrio y distrito por distrito. "Históricamente, las mujeres, las luchas sindicales, obreras y vecinales han sido infrarrepresentadas, partimos con mucha desventaja y quedan años de trabajo", dice el concejal.

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