Ruta del exilio

De Argelès a Ribesaltes: 25 años de lucha por la memoria en la Catalunya Nord

Se cumple un cuarto de siglo del inicio de la reivindicación oficial de las víctimas de los campos de concentración y una década de la construcción de los memoriales

El memorial del campo de Ribesaltes fue inaugurado en 2015 y está situado junto al lago de Salses, a tan sólo 15 km de Perpiñán.

Colliure / Argelers / Ribesaltes / CerveraElisabet Quiroga Sangés respira profundamente desde el espigón que protege el paisaje idílico de Collioure. Tiene enfrente la iglesia de Santa Maria dels Àngels, con el campanario en forma de faro, el castillo de los Reyes de Mallorca y la frontera por donde huyó su padre. La emoción que arrastra contrasta con el radiante día que hace en la Catalunya Nord. Ni gota de viento. Ni una ola, el mar bajo, como si a finales de noviembre viviéramos las mermas de enero. Tiene 70 años, vive en Barcelona y hace un día que visitó por primera vez el campo de concentración en el que sobrevivió a su padre en condiciones deplorables en uno de los inviernos más fríos que se acuerdan de la primera mitad del siglo XX. Me lo he encontrado paseando mientras redescubro el presente de la lucha por la memoria en la Catalunya Nord, ahora que hace 25 años de la primera reivindicación en Argelers, y su testimonio me golpea como el de todas las voces –curiosamente femeninas– que me acompañan durante ese viaje.

Elisabet Quiroga Sangés en Colliure. Su padre, con 21 años, fue preso en Argelers. Ahora que ella tiene 70, por primera vez ha visitado la playa en la que malvivió.
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Carmelo Quiroga Ylla, teniente del ejército republicano, fue tomado con 21 años en la playa de Argelès, donde logró salir adelante trabajando en la cocina. Si se podía llamar cocina. "Explicaba que para que el café fuera más negro, lo movían con las maderas quemadas". El espíritu comunista nunca lo abandonó, pero echaba balones fuera a la hora de explicar cómo había podido regresar a Catalunya un año después y su hermana le había ido a buscar a la estación de Figueres. "Visitando el Memorial de Argelès lo he podido deducir –dice Quiroga Sangés–. Les hacían firmar una carta de capitulación y de fidelidad a Franco. No me extraña que no lo contara, y más teniendo en cuenta las vejaciones que recibió después haciendo el servicio militar en Galicia".

25 años haciendo memoria en Argelers

La presidenta de la asociación FFREEE, creada en 1999, alerta del regreso de la extrema derecha: "Estamos reencontrando a la Francia de Vichy"

Quiroga Sangés se ha encontrado respuestas a Argelers gracias a que hace un cuarto de siglo que el ayuntamiento de este municipio de la Catalunya Nord, pionero a nivel institucional, decidió dejar de olvidar y, en cambio, hacer memoria sobre el campo de concentración que se construyó en su playa. Durante todo este 2024 no ha parado de haber conmemoraciones, que culminaron el viernes con la inauguración de la exposición de fotografías antiguas Un campo sobre la arena, y el reconocimiento del espacio por parte del gobierno español como Sitio de Memoria Democrática, de acuerdo con la nueva ley. En 1999 se creó la asociación FFREEE (Hijos e hijas de republicanos españoles y niños del éxodo, en sus siglas en francés), que puso los cimientos de su lucha con una gran manifestación en la playa de Argelès , encendiendo "100.000 velas para 100.000 refugiados".

Monolito del Cementerio de los Españoles, en Argelers, ciudad en la Avenida de la Retirada, delante por delante de un camping.
Jacqueline Payrot, presidenta de la asociación FFREEE, bajo el roble que plantaron en 1999 en el Cementerio de los Españoles de Argelès.

Jacqueline Payrot, con 74 años y después de una vida dedicada a la educación ya la lucha por hacer memoria, también desde el Ayuntamiento, es la presidenta. "Hay que pensar que los refugiados españoles cambiaron la vida de Francia", dice. Recuerda a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, pero también su tío pasó por el campo y el actual alcalde de Argelès, Antoine Parra, es limpio de republicanos. Lo cuenta en un catalán septentrional perfecto –la lengua que ama y que "ha costado tantos años recuperar"– debajo del roble plantado hace justo 25 años en el Cementerio de los Españoles, un pequeño cuadrado de tierra que contrasta con los campings que le rodean. Como el roble, que homenajea a los cientos de hombres, mujeres y niños que murieron en el campo, "muchos niños saliendo del campo fueron a la escuela e hicieron la vida aquí, arraigaron".

Ahora, sin embargo, Payrot ve cómo la lucha del último cuarto de siglo vuelve a peligrar con el ascenso de la extrema derecha, que ya gobierna en Perpiñán y que ha sido primera fuerza en las dos últimas elecciones legislativas. "Se están despertando –alerta–. Estamos reencontrando a la Francia de Vichy".

Exposición 'Un campo sobre la arena' en la playa de Argelès con fotografías antiguas de cómo era la playa de 1939 a 1941. Se puede visitar hasta finales de marzo.

Las fotos de la playa de la vergüenza

Una exposición sobre la arena recuerda las condiciones del campo por las que pasaron más de 150.000 republicanos

Argelers es hoy en día el gran destino de sol y playa del Rosellón, y su población de poco más de 10.000 habitantes se multiplica por 15 en verano. También son más de 150.000 los exiliados que pasaron por la playa justo después de la retirada republicana en enero de 1939 y hasta que el campo se clausuró en 1942, después de unos aguaceros en otoño de 1940 que incluso vaciaron las tumbas de los muertos en la arena. El Ayuntamiento de Argelès había decretado el 14 de marzo de 1939 que no podía aceptar más de 20 cadáveres en el cementerio municipal. No sería hasta la década de los 50 que se rendiría homenaje a los fallecidos con un pequeño monolito en el espacio que hoy se conoce como el Cementerio de los Españoles.

Hoyos en la arena y cabañas con cañas para protegerse del frío en el Camp d'Argelers en febrero de 1939.
Hilado de sepración entre la cabeza de los hombres y el de las mujeres y los niños en el campo de Argelès en 1940, antes de la destrucción por los aguaceros.

Pero deberían pasar 60 años para recordar el campo de Argelès. Si no fuera por el monolito inaugurado en 1999 en lo que era la entrada a la alambrada de espinas, en verano poco se sabría de cómo miles de personas malvivieron sobre la arena en pleno invierno, cerradas por alambres, haciendo baches en la playa y las necesidades en el mar. Fuera de temporada, de noviembre a finales de marzo, los visitantes pueden hacerse la idea de lo duras que eran las condiciones con una exposición de fotografías antiguas sobre la arena. Un recorrido de forma cuadrada, con estacas sobre la arena donde se han colgado fotografías en blanco y negro frente a la inmensidad del mar, nos transporta a la dura realidad del campo de concentración. Desde hace diez años, y gracias también a la labor de lucha de FFREEE y Payrot, que entonces era concejala, se inauguró el Memorial de Argelès en los bajos de una casa de la parte antigua del pueblo, muy cerca de la escuela bilingüe francés-catalán. Un museo que repasa la historia de la retirada, recuerda a testigos y también cómo la cultura se abrió paso al campo, con la celebración de exposiciones y la publicación de revistas escritas a mano.

Olga Arcos es una de sus responsables. Ella también es hija de republicanos, pero en su caso es criada en París. Su padre, hijo de una familia manchega, nació justo antes de que sus abuelos embarcaran desde Alicante en el barco Stanbrook en dirección a Orán (Argelia), lo que les dejó en la Península. Empezarían años de clandestinidad que les llevarían a vivir en distintos lugares del norte de España hasta que consiguieron pasar la frontera. "Mi padre descubrió entonces que no se llamaba en realidad Vicente Quílez, sino Andrés Arcos", explica, ataviada con un reloj con la bandera de la II República. Ahora su trabajo es luchar para que Argelers tenga un fuerte vínculo con los puestos de memoria en el sur. De cara al 2025, preparan un viaje en memoria de la Desbandá, la masacre del 7 de febrero de 1937 en la carretera entre Málaga y Almería, donde murieron entre 3.000 y 5.000 personas que pretendían marcharse en dirección a Argelers, repitiendo el recorrido que hicieron muchos de sus refugiados.

Panorámica del bloque F del campo de Ribesaltes, con el memorial en forma de tumba justo en medio.

Una década del Memorial de Ribesaltes

El campo funcionó de 1939 a 2007 y deportó 2.289 judíos a Auschwitz. Sólo sobrevivió uno

En 2025 también hará diez años de la inauguración del campo de Ribesaltes, que más allá de republicanos continuó siendo campo de internamiento administrativo hasta 2007, encapsulando el pasado más vergonzoso de Francia. Elisabet Quiroga Sangés, la hija del teniente republicano preso en Argelers que me he encontrado paseando por Colliure, me ha preguntado sorpresa qué es Ribesaltes. Debo confesarle que hasta hace un día no lo sabía a ciencia cierta. Solo me ha salido responderle con dos cifras: un campo militar a la intemperie de la tramontana, a solo 15 kilómetros de Perpiñán, desde el que se deportaron 2.289 judíos a Auschwitz. Sólo sobrevivió uno. La vergüenza se perpetuó: en invierno de 1962 morían de frío en tiendas 150 harkis (familias de militares argelinos que habían apoyado a Francia en la guerra de independencia). 130 eran niños menores de 10 años.

Hoy en día es el testimonio más cercano que tenemos en Cataluña para entender qué fue el Holocausto. Pero no se queda ahí. No es sólo un memorial sobre la Xoà, ni sobre el exilio republicano… Por sus barracones pasaron durante décadas lo que el estado francés consideraba los indeseables. Y lo más curioso es que, a diferencia de las playas de Argelès, Sant Cebrià y el Barcarès, donde se crearon campos de concentración siguiendo el litoral del Mediterráneo hacia el norte, Ribesaltes fue concebido como un campo de entrenamiento militar bajo las inclemencias del tiempo. Pero poco se ha utilizado en este sentido. "Aunque no fue un campo de internamiento concebido para matar, sí que podemos decir que fue un campo con alta mortalidad", explica en catalán Laura Py, encargada de los proyectos culturales del memorial.

Los barracones destruidos donde dormían hasta 80 personas. Estaban previstos para 40 soldados.
Interior del memorial, donde una sola sala acoge la cronología del internamiento en el campo y de testigos.

Muy cerca ya del lago de Salses, en una extensa llanura yerma sin ninguna protección frente al viento, ni el sol, ni los mosquitos que se apoderan del espacio aún un atardecer de otoño, se levanta el esqueleto de lo que fue un campo de 600 hectáreas por donde pasaron hasta 60.000 personas entre 1941 y 1966. "Todas tenían algo en común: no habían cometido ningún delito", añade Py. Por eso en paralelo a la lucha de Argelès por la memoria, empezó otra civil para que el espacio se convirtiera en un memorial. No tuvo inicialmente el apoyo del estado francés, puesto que exponía sus vergüenzas. Si bien en 1941 recluyeron a republicanos en barracones concebidos para 40 militares –era invierno, comían sólo 80 gramos de pan al día, no tenían nada que calentarse y las literas donde dormían 80 personas, el doble de lo previsto, enseguida van ser quemadas para encender fuego y calentarse–, rápidamente les seguirían nómadas y judíos. Pero de 1962 a 1964 se convirtió en "campo de reclase" para harkis primero en tiendas y después en barracones y, en el contexto de la descolonización, antes de 1966 también estuvieron internados guineanos. Ahora el memorial, que es un establecimiento público de cooperación cultural, con apoyo del departamento, la región y el Estado, recoge todas estas "capas de memoria" en una gran sala bajo tierra. Todos los testigos comparten espacio. El edificio está construido en medio de la antigua plaza de armas del bloque F del campo, como una gran tumba en memoria de todas las almas que murieron.

Hoy en día el centro de internamiento para sinpapeles de Ribesaltes, abierto hasta el 2007, sólo ha hecho que desplazarse hasta el aeropuerto de Perpiñán. De camino de regreso hacia el sur, el tren para 10 minutos a Cervera. Va vacío, pero pasean agentes de seguridad. Justo antes de cruzar el túnel del Coll de Belitres, de un kilómetro de longitud, veo las concertinas que cierran el paso a los migrantes que intentan pasar la frontera desde Portbou. A principios de año murió Marouan Ettoujguani, embestido por un tren de mercancías.

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