El desdén por quienes votan 'mal'

Acto de campaña del presidente Donald Trump, "Make America Great Again", en Opa-locka, localidad ubicada en el condado de Miami-Dade, Florida
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Este año se conmemora, con bastante discreción, el centenario de EP Thompson, uno de los historiadores británicos más destacados de la segunda mitad del siglo XX, tanto por su importante obra historiográfica como por su activismo político y social. Thompson (1924-1993), que formó parte del Grupo de Historiadores del Partido Comunista, donde existían figuras de la talla de Christopher Hill, Rodney Hilton y Eric Hobsbawm, es autor de una obra monumental, La formación de la clase obrera inglesa (1963). En ese libro mítico, que en Inglaterra no ha sido descatalogado pese a que su autor puede decirse que ha desaparecido del horizonte cultural, Thompson advertía que había que leer la historia a la luz de los hechos tal y como ocurrieron, y no a la luz de una problemática posterior, porque esto último hacía que "las causas perdidas, los caminos muertos y los mismos vencidos fueran olvidados".

En cambio, Thompson se proponía con ese libro “rescatar el calcetero pobre, el jornalero luddita, el tejedor «obsoleto» y el artesano «utópico» del enorme desdén de la posteridad», porque aunque sus oficios y tradiciones, y también sus aspiraciones, fueron víctimas de la historia, "en algunas de las causas perdidas de los hombres de la Revolución Industrial podemos descubrir", sin embargo, "una profunda comprensión de los males sociales que todavía hoy hay que curar" . Claro que esto lo escribía en un momento en que la clase obrera —que a principios del siglo XIX se había convertido, según el propio Thompson, en el factor más significativo de la vida política británica— aún contaba con una fuerza que hoy parece haber perdido por completo.

En un artículo reciente (The Observer, 4/2/24), el ensayista Kenan Malik reivindica el legado de Thompson, y afirma que “hoy en día, la cuestión radica en el enorme desdén, no de la posteridad, sino del presente” hacia la clase trabajadora . Una clase que es vista con recelo e incluso con desprecio desde los sectores progresistas a causa de su supuesto conservadurismo, de su oposición a la globalización ya sus efectos, y, claro, debido a que, desilusionada con la izquierda que le ha abandonado con unas políticas que parecen dirigidas exclusivamente a las clases medias urbanas, ha acabado votando de forma “equivocada”: de votar a la izquierda, los barrios obreros han pasado a apoyar al Reagrupament Nacional en Francia, en el Brexit en Gran Bretaña y en Donald Trump en Estados Unidos. Por eso, nos recuerda Malik, la insistencia de Thompson en que "las aspiraciones" de estos trabajadores arrinconados por la historia "eran válidas en función de sus propias experiencias" es tan necesaria de reconocer hoy como antes. De hecho, sólo así podremos entender por qué el populismo de la ultraderecha avanza en las elecciones, tanto europeas como americanas.

En cuanto al caso de Estados Unidos, es sabido que el voto demócrata y el republicano obedecen a una clara división entre ganadores y perdedores de la orientación que ha tomado la economía. Si nos fijamos en las elecciones presidenciales de 2020, vemos que Joe Biden ganó en poco más de quinientos condados (de los cerca de tres mil en los que se divide administrativamente el país), pero que se calcula que en conjunto representan cerca de uno setenta por ciento de la actividad económica nacional; en cambio, Donald Trump quintuplicó el número de condados donde se impuso, unos 2.500 condados que sólo representan, sin embargo, cerca de un treinta por ciento de la actividad económica del país.

Sin embargo, no todo es la economía: también las condiciones culturales y educativas explican la marginación política de la clase trabajadora. Cómo ha escrito en un muy interesante libro reciente (titulado Europa. Una historia personal en la traducción catalana de Arcadia) el periodista e historiador liberal británico Timothy Garton Ash, la extensión de la educación superior fue considerada, después de 1945, como un derecho civil y “no fue hasta muchos años después, durante la ola populista de los años 2010, que nos dimos cuenta de que este proyecto igualitario liberal había creado sin querer una nueva división social, entre la mitad de la sociedad que había ido a la universidad y la mitad que no”.

Hoy, el legado de EP Thompson parece residir, sobre todo, en la calidad moral que hay detrás de su manera de hacer historia y de su compromiso político, que nos recuerda la existencia de otros caminos y otras actitudes, distintas de las que finalmente se impusieron. Al fin y al cabo, como escribió él mismo, “sólo se puede impedir que el arte de lo posible absorba a todo el universo si lo imposible puede encontrar maneras de volver a entrar en la política, una y otra vez.”

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