"Es necesario liberar a los estudiantes de la selectividad"
Dos profesoras de Nueva York permiten que un millar de alumnos desfavorecidos entren en la universidad sin tener que examinarse
BarcelonaUnos 40.000 estudiantes catalanes se enfrentarán esta semana a los exámenes de la selectividad y, en función de la nota que saquen, tendrán la puerta más o menos abierta para entrar en la carrera universitaria que quieren. Es, por lo tanto, una semana de nervios ante un momento decisivo. A 6.000 kilómetros de Catalunya, los estudiantes de Nueva York también tienen que hacer cada año el SAT, un examen tipo test que consta de cinco pruebas (inglés, matemáticas, historia, historia de EE.UU. y ciencias) y que, como las PAU, es un filtro para entrar en la universidad. Pero este año hay un millar de alumnos que han sido redimidos de hacer estas pruebas. La responsable de la liberación es Ann Cook, una profesora de historia que consiguió hace 10 años que los estudiantes de una cuarentena de institutos públicos de Nueva York no tuvieran que hacer los exámenes habituales para entrar en la universidad. "Hay otras maneras de mostrar qué saben y que pueden hacer los alumnos", afirma al ARA Cook, que estuvo de visita hace unos días en Barcelona, invitada por la Fundación La Caixa, para participar en la Conferencia Mundial de Educación Superior de la Unesco.
Cook vino a Catalunya acompañada de Michelle Fine, profesora de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY, en las siglas en inglés), cómplice clave del proyecto. En el año 1998, Cook impulsó un plan piloto para dejar de hacer exámenes a los estudiantes de 39 institutos públicos de clase baja de Nueva York, unidos en un consorcio, y cambiar a un modelo de evaluación alternativo, más personalizado y con mucha presencia de los trabajos escritos y las presentaciones orales. Unos años después, Cook presentó su idea a Fine para convencerla de que la CUNY aceptara a los estudiantes de estos centros. Las dos son firmes defensoras de que las pruebas estandarizadas, como el SAT americana o las PAU catalanas, son una barrera para los estudiantes, pero no en sentido académico, sino social, porque deja fuera a muchos alumnos desmotivados y sin expectativas (propias, de la familia o de los profesores) de llegar a la universidad. Después de muchas batallas administrativas, consiguieron su objetivo y desde entonces un millar de estudiantes han entrado en la facultad que querían sin tener que hacer exámenes de acceso. Los resultados que llegan son esperanzadores: el 90% de los alumnos del consorcio acceden a la universidad, ante el 60% del resto de los centros de la región. El impacto es especialmente significativo para los alumnos afroamericanos y latinos, y, en general, tienen más posibilidades de persistir después de su primer año que el resto de los alumnos que entran por la vía ordinaria. "Llegan a la universidad con un gran nivel para debatir, hacer exposiciones orales, trabajar en grupo y hacer redacciones en profundidad, que son las cosas que piden los profesores en la CUNY", apunta Fine.
Cambios en cascada
En todos estos años, Cook y Fine han constatado que cambiar el método de evaluación puede provocar transformaciones en cascada: "Hemos visto que evaluando diferente y creando un acceso diferente a la universidad se producen cambios en el currículum, la cultura de la escuela, la manera de instruir en el aula, porque se deja de conducir a los estudiantes hacia una prueba concreta y se los enfoca hacia aprendizajes más relevantes y que implican una participación más activa por su parte". Esta es, precisamente, la idea que persigue el departamento de Educación de la Generalitat, que ha anunciado un nuevo modelo de selectividad para el curso 2023-24 para que se base en el trabajo por competencias y no sea tan encorsetada. En este sentido, las dos profesoras avisan de la dificultad y la incomprensión que puede suponer "querer cambiar la manera de evaluar y a la vez hacer exámenes oficiales".
¿Se puede aplicar un modelo como el del consorcio en Catalunya? Cook y Fine aseguran que sí. Dibujan una hoja de ruta: "Primero, conseguir que un grupo de escuelas apuesten por el aprendizaje profundo, las competencias y la resolución de problemas. Dejar tiempo para que las políticas se desplieguen y los profesores creen, porque probablemente, si lo prueban, no querrán volver al modelo anterior. Después, cambiar las admisiones en la universidad para dejar entrar a estos alumnos. Y después evaluar y mirar si ha funcionado". No parece nada fácil, pero Fine asegura que en Catalunya ya hay mucho camino recorrido. Dice que ya hay escuelas interesadas en el trabajo por proyectos, muchos docentes implicados e incluso formados, nuevas políticas públicas en esta línea (como la aprobación de los nuevos currículums, que Educación da un margen de tres años para desplegar) y organizaciones educativas que empujan en favor de esta olea. ¿Y qué falta? "Que la administración permita liberar a algunos estudiantes de hacer la selectividad. Para crear algo nuevo, quizás tienes que desmontar las que había", avisa. Sin un cambio como este a la vista, los estudiantes catalanes que quieran ir a la universidad seguirán teniendo que hacer las PAU.