Crisis migratoria

Sudán, clave en la tragedia de Melilla

La mayoría de los muertos que intentaron entrar en España procedían de este país, marcado por la violencia y una crisis económica y política

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Un hombre trae una bandera en las protestas de este jueves a Khartoum, Sudan.

El CairoUna de las tragedias que ha acompañado la cruel muerte de al menos 23 personas que intentaron cruzar desde Marruecos hasta Melilla la semana pasada ha sido la ausencia de nombres. Medios y grupos de derechos humanos sobre el terreno han relatado como las autoridades marroquíes se han apresurado a enterrar los cuerpos en fosas cavadas deprisa y corriendo. Ni siquiera los han identificado para que se pudiera comunicar la muerte a las familias.

Una de las pocas informaciones que han trascendido es que la mayoría procedían de Sudán, un país que está atravesando un periodo convulso marcado por una revolución prodemocrática, especialmente fuerte en el centro, un régimen militar incapaz de consolidarse y unas regiones periféricas con altos niveles de violencia. De hecho, muchos migrantes y solicitantes de asilo llegados a Marruecos recientemente, incluidos la mayoría de quienes han sido procesados por la justicia marroquí por los hechos cerca de Melilla, provienen de una de estas zonas, concretamente de Darfur.

La ubicación geográfica clave de Sudán, en África oriental y fronterizo con siete países, ha convertido tradicionalmente al país en uno de los acogedores más grandes de personas migrantes y refugiadas del continente. A la vez, Sudán es también un importante país de tráfico y de origen que enlaza con la ruta del Mediterráneo central y la del golfo Pérsico, a pesar de que la mayoría de los sudaneses se mueven de forma circular o a largo plazo entre países vecinos, como Egipto.

Transición democrática convulsa

En este contexto, la convulsa situación que vive el país desde finales de 2018, y más todavía desde el octubre pasado, explica en gran manera este aparente aumento de flujo migratorio. A raíz de la caída del exdictador Omar al-Bashir en abril de 2019 después de 30 años en el poder, y sobre todo del inicio de una transición democrática, las relaciones entre Sudán y Occidente se han estrechado como nunca. Dos de los ámbitos que parecía que más tenían que beneficiarse de esta situación eran la cooperación en el ámbito migratorio y en el económico. Sobre el papel, el camino parecía claro y prometedor. Pero no tardó en truncarse.

Durante el periodo de transición, Khartum firmó un polémico acuerdo de paz con varios grupos armados que habían estado activos en zonas periféricas del país, como Darfur. El acuerdo fue elogiado por Occidente, pero desde el primer momento se alertó de que no dirigía los problemas de fondos de estas regiones y que, además, debilitaría la rama civil del Gobierno y abriría las puertas a la posibilidad de que los grupos rebeldes se aliaran con los generales en la capital.

Violencia y cambio climático

Desde entonces, la violencia en zonas como Darfur se ha disparado. “Darfur vive desde 2020 un nuevo aumento de conflictos y desplazamientos intercomunitarios, lo que se suma a la escasez crónica de recursos vinculada a los efectos del cambio climático, la falta de gestión de recursos naturales y la falta de servicios básicos de salud y educación. Solo en abril de 2020 [se documentaron] en Darfur occidental 115.000 personas desplazadas”, nota Ayla Bonfiglio, directora regional del Centro de Migraciones Mixtas y especializada en África oriental.

“Con pocas oportunidades viables de vivir en condiciones seguras y de proveer medios de subsistencia, algunos se sienten obligados a emprender el peligroso viaje hacia el norte, ya sea Libia o, en este caso, Marruecos. Y en lugar de encontrar seguridad y oportunidades, o de ser evaluados en función de sus necesidades, se ven sometidos a más violencia y brutalidad”, añade.

El octubre pasado, además, los generales del país ejecutaron un golpe de estado y acabaron con la transición democrática. Como respuesta, los miles de millones de euros prometidos a Sudán en ayudas se han parado–a pesar de que las reformas neoliberales exigidas a cambio no se han revertido– y el país, que se encontraba sumido en una grave crisis económica, está hoy cerca del colapso.

La suma de estos factores también podría estar acelerando los movimientos de salida del país, además de estar haciéndolos más peligrosos, y los generales golpistas ya han amenazado a Europa con una crisis migratoria si no los apoya. Mientras tanto, el movimiento revolucionario del país, que mantiene hasta hoy el pulso a los militares, pide un apoyo explícito de la comunidad internacional para derrocar el régimen militar y refundar un Sudán civil, democrático y justo.

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