

Desde hace unas semanas he leído algunos artículos sobre mi nueva paternidad y alcaldía. Esto ha hecho que hoy ya me haya encontrado a gente que me da la enhorabuena por haber sido padre, cuando aún no lo he sido; otros que me preguntan cómo es que estoy en el Ayuntamiento si tengo el permiso, cuando obviamente todavía no puedo disfrutarlo, o, incluso, algunos hombres que me han hecho un comentario socarrón sobre el hecho de que la paternidad me lleve a "dejar el trabajo".
Todo esto me hace pensar cómo algunos, todavía hoy en día, quieren convertir un hecho tan común como el de "ser padre" en algo incompatible con el ejercicio de un cargo como una alcaldía. Lo vivo como hombre pero lo viven aún más las mujeres. Como si fuera un oxímoron ser padre y ser un buen alcalde, cuando sólo debería ser vivido como una noticia natural y bienvenida.
La decisión de cómo voy a afrontar esta nueva paternidad es privada, de mi pareja y mía. Me gustaría vivir en una sociedad en la que estos temas no se convirtieran en significativos ni polémicos. Ni con nosotros ni con nadie. Me gustaría que la paternidad y lo que implica se viviera con la naturalidad que se le presupone. De la misma forma que se hace en otros momentos vitales, cuando debemos tomar permisos laborales por motivos de cuidados o de salud. Simplemente, con respeto. Pero todavía no es así.
En cualquier caso, si un debate público es pertinente es el de los cuidados y el de cómo garantizamos la conciliación en la sociedad de hoy en día. Porque más allá de mí, aquí hay una madre que es también protagonista. Y volverá a ser madre en un contexto en el que todavía hay muchos derechos por conquistar. Por ejemplo, el derecho a que las mujeres dejen de ser penalizadas a nivel profesional y salarial por ser madres. Asimismo, estamos lejos de los derechos que existen en muchos estados del norte de Europa que garantizan, por ejemplo, que hasta que el niño tiene al menos un año el padre o la madre pueden ocuparse de ellos sin ningún tipo de repercusión económica. Y estamos lejos todavía –a pesar del gobierno más progresista de la historia– de aplicar la normativa europea que obliga a retribuir el permiso de 8 semanas de cuidado de hijos e hijas. Y, finalmente, estamos lejos todavía de garantizar una escolarización pública y de calidad en la etapa de 0 a 3 en todo el país (en Girona, como hemos dicho reiteradamente, es una de las prioridades del gobierno).
Dicho todo esto, sí, en primavera volveré a ser padre y seguiré siendo alcalde. Priorizando los cuidados y centrándome en la llegada del bebé a casa, seguiré ejerciendo las funciones de alcalde durante estos meses que vienen. La base de todo ello es que ni lo uno ni lo otro las he dejado de ser durante este tiempo ni tampoco lo haré ahora, como ya reivindicé al principio de mandato. Un ejercicio que obviamente enfocaré de una manera diferente, adaptándome, adaptándonos, al contexto que viviremos. Y esto no es menor. La forma en que hacemos política es también una manera de expresar nuestras convicciones personales. Lo personal es también político. La proximidad, el diálogo, la empatía, el liderazgo y la claridad de las ideas son transversales en la política, en la paternidad y, en definitiva, en la vida. Y son conceptos a reivindicar por todas partes.
Y termino: ser un padre presente, ejercer mi paternidad con todas las responsabilidades que conlleva, nunca debe ser incompatible con el trabajo que uno haga, sea ser alcalde o enfermero, como ser un alcalde para todos los gerundenses y las gerundenses no debería depender de si uno es padre o no lo es. Reivindicamos la vida. En todos los sentidos.