Examen MIR: hace falta una reorientación urgente

Colas en un centro de Madrid en el que este fin de semana se han realizado las pruebas del MIR.
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Hace unos días que los graduados de medicina se han presentado al examen MIR, una prueba obligatoria para poder formarse en una especialidad médica. En este artículo reflexiono sobre la naturaleza de la prueba. No cuestiono el sistema de formación especializada que todo el mundo reconoce que ha supuesto una gran mejora para la población atendida en los centros sanitarios.

El examen es fundamentalmente de tipo test y su resultado da lugar a un listado de los aspirantes ordenado según su puntuación. La selección de la especialidad y del centro donde se quiere cursar se realiza en función de este baremo. Hace unos años que se han introducido casos clínicos donde es necesario un cierto razonamiento, pero no deja de ser una prueba memorística que, como consecuencia, lleva a una enseñanza también memorística en las facultades de medicina para superar esta prueba tan exigente.

El examen MIR es un ejemplo de prueba que está sujeta a la llamada ley de Campbell, que sugiere que cuanto más se utiliza un indicador para tomar decisiones, más fácil es que se distorsione la finalidad para la que se había desarrollado. Y recordemos que el examen MIR lleva más de 40 años prácticamente sin variar.

En el sistema educativo y en concreto en el examen MIR, la ley de Campbell se traduce en el fenómeno llamado teaching for the test, es decir, que el currículum y las actividades docentes se enfocan a pasar el examen. No estoy diciendo que en las facultades no se enseñe medicina, pero es innegable que es en este contexto cuando surgen hace ya algunos años las academias preparatorias del MIR, en las que los estudiantes se inscriben cada vez antes durante la carrera.

Los rápidos avances en el conocimiento médico que se han alcanzado en los últimos 30 o 40 años han impactado muy significativamente en el ejercicio de la profesión y han supuesto una preeminencia del "profesionalismo experto", con mucho conocimiento médico, y una disminución del "profesionalismo de compromiso social". La ética y el profesionalismo constituyen el fundamento de la actividad de la medicina. El profesionalismo es la base del contrato de la medicina con la sociedad y una fuerza estructuralmente estabilizadora y moralmente protectora de la sociedad.

Necesitamos que el estudiante se identifique plenamente con lo que se llama carta del profesionalismo, que parte de la base de que sus acciones deben inspirarse en los principios de primacía del bienestar y de autonomía de los pacientes teniendo en cuenta sus valores y preferencias, en la justicia social, con un compromiso firme por la competencia, la honestidad y la confidencialidad, la calidad asistencial, la distribución equitativa de los recursos (que siempre serán limitados), el avance en el conocimiento, la gestión transparente de los conflictos de interés y la responsabilidad profesional.

La enseñanza de estos valores debe ser un proceso continuo y constante. No son fáciles de enseñar ni de evaluar, y el examen MIR evalúa solo una parte de estos compromisos profesionales, como son los conocimientos, pero difícilmente evaluará las habilidades comunicativas, el buen juicio, la capacidad de decisión, la honestidad, la integridad, el entusiasmo o el compromiso por la excelencia, por poner algunos ejemplos. Quizás seleccionamos a personas con muchos conocimientos y muy preparadas para pasar un examen tipo test, pero dejamos de lado muchas otras cualidades muy necesarias para practicar una buena medicina.

El examen MIR debe reorientarse urgentemente porque está condicionando toda la formación de grado. Los alumnos se centran en pasar un examen y no en asimilar el verdadero sentido de la profesión médica, valores que tendrán que seguir adquiriendo en los años de residencia, en los que debería fortalecerse la evaluación del progreso competencial más allá de los conocimientos.

Muchas veces me pregunto qué piensa un nuevo estudiante que quiere entrar en la facultad de medicina. Qué idea tiene de la que será, si pasa la nota de corte, su carrera profesional. En las últimas décadas la medicina ha progresado mucho, se ha tecnificado y a esto debemos, en parte, las mejoras en la esperanza y calidad de vida. La tecnología tiene algo fascinante y, a menudo, los medios de comunicación se hacen eco, hiperbólicamente, de sus aportaciones. Sin duda, cualquier aspirante a estudiar medicina se siente cautivado y deslumbrado por todas estas herramientas que potencialmente puede tener en sus manos.

Sin embargo, este estudiante de medicina, una vez se haya examinado del MIR, tiene muchas probabilidades de trabajar en lugares donde atenderá a personas sanas o enfermas que no requerirán la aplicación de técnicas sofisticadas ni el uso de tratamientos complejos y costosos. Esto puede hacer que cuando sea un profesional especialista se sienta decepcionado al no alcanzar las expectativas que tenía cuando era estudiante. Pero en realidad será en estos ámbitos, en la atención primaria o en el hospital comarcal, donde comprenderá, en plenitud, el sentido de la medicina. Porque, en definitiva, la primera y última finalidad la medicina es curar a veces, aliviar a menudo, cuidar siempre y acompañar a las personas para que su muerte sea digna y tranquila.

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