

La noticia del día debería ser que Catalunya ha alcanzado la menor cifra de paro de los últimos dieciséis años, que ha quedado por debajo del 8%; concretamente, al 7,8%. Si lo combinamos con las previsiones de crecimiento de España para este 2025, que están claramente por encima de la media de los países desarrollados, está claro que miles de trabajadores y empresarios han tenido que recorrer un camino largo y doloroso hasta salir de aquellas cifras catastróficas del 23% de paro del 2013. Entonces, mis vecinos americanos me preguntaban si con paros como aquellos en mi país la gente iba por la calle rompiendo los cristales de los escaparates para poder subsistir. Por supuesto, bajo las cifras macro está la vida de la gente, que hace corto con su poder adquisitivo, sobre todo cuando se trata de alquilar o comprar un piso, pero ahora las perspectivas son buenas, y la política debería tomar nota , aprovechara el viento de cola y no viviera encerrada en su complicada lógica de intereses de partido, que hace, por ejemplo, que no se vean presupuestos a el horizonte este año ni en España, ni en Cataluña ni en Barcelona.
El episodio del decreto ómnibus, que se ha saldado este martes con un éxito de Junts, responde a una trama política laberíntica. El gobierno de Sánchez no fue capaz de calcular los costes que tiene gobernar como si pudiera dar por descontada a la mayoría en el Congreso y ha pasado la semana del loro, el consejo de ministros fue tarde para esperar el acuerdo y Sánchez en persona va salir a fingir que era un éxito de su gobierno cuando en realidad era un pulso que había perdido ante Puigdemont. Se debatirá una moción de confianza. ¿Había que estresar a la gente? ¿Podemos aprovechar que no estamos tan mal?