Hay pocos escenarios para ver tan claros los cambios de ciclo político en Catalunya como las Jornadas Anuales del Cercle d'Economia. Y de los pasillos de la última edición se desprendía esta semana una sensación de optimismo sobre la marcha de la economía, incertidumbre sobre lo que significará el desarrollo de la inteligencia artificial y preocupación por la sostenibilidad del estado del bienestar y la pérdida de competitividad de Catalunya, España y Europa. Las Jornadas del Cercle tienen la virtud de que en las mesas de reflexión se habla de los temas de fondo y menos de la coyuntura política, pero siempre queda claro también el humor político de los empresarios, ahora entregados a Salvador Illa.
Sobrediagnosticados
Llama la atención la capacidad que tienen nuestra sociedad y nuestras élites –entendidas en el sentido de generadores de cambio y no de esfinges aristocráticas– para diagnosticar lo mismo. Tenemos una especie de sobrediagnóstico que casa mal con las políticas públicas y con las cargas burocráticas que frenan la iniciativa privada. Como ejemplificó Xavier Sala-i-Martín: “Preguntémonos por qué el talento en las grandes empresas tecnológicas americanas es europeo” y, por tanto, no es en Europa donde se inventa o se produce sino donde se regula. La innovación y las patentes son claves para la economía digital y en estos momentos la realidad es que la capitalización de la bolsa de los Veintisiete es similar a la de los siete grandes gigantes tecnológicos de EEUU.
En el fondo de la preocupación del Cercle habita la cuestión de la productividad y el retroceso de Europa respecto de EEUU, y de España y Catalunya respecto del norte de Europa. El profesor del IESE Xavier Vives advierte de que entre 1993 y 2022 el PIB per cápita de EEUU creció más de un 55% y el de Europa un 30%, y añade que “si la UE fuera un estado de los EEUU, en 2023 habría sido el cuarto más pobre (en paridad de compra), solo por delante de Arkansas, Virginia Occidental y Misisipi”. La productividad ha sido la cuestión del Documento del Cercle d'Economia, elaborado por los analistas Oriol Aspachs y Erik Solé, en el que señalan que no solo es importante para el dinamismo económico sino también para el bienestar de la población. “El crecimiento de la productividad en España ha sido muy bajo en las últimas dos décadas, lo que ha hecho que el nivel de productividad se aleje del de la Unión Europea y se acerque al de las regiones menos productivas. Entre los años 2000 y 2022, la distancia respecto a la UE se ha doblado. La productividad ha pasado de ser un 6% inferior a un 12% inferior”. Aspachs y Solé explican que en la UE existen dos regiones con un nivel de productividad muy diferenciado y que van divergiendo entre ellas. Por un lado, el norte y el centro de Europa, y por otro, el sur y el este. Como los vecinos son importantes, “dado el importante efecto aglomeración, esto dificulta que la economía catalana y las del norte de España puedan escalar posiciones en el ranking de productividad europeo”. Las regiones se agrupan por niveles de productividad y en España solo el País Vasco es la excepción.
La pérdida de competitividad impacta sobre la economía y el modelo del estado del bienestar, por lo que es más que inquietante la afirmación de Juan Ignacio Goirigolzarri de que “Europa representa el 6% de la población, el 18% del PIB mundial y el 42% del gasto social”.
Si hubiera solo dos palancas para trabajar en el futuro serían formación y formación. Si hubiera tres, formación, formación y más Europa. Sobre la formación, Andreas Schleicher, director de Educación de la OCDE y creador de las pruebas PISA, nos hizo poner rojos. En una entrevista a Diana Silva en el ARA fue contundente: "Cada vez es más importante saber pensar por uno mismo, distinguir un hecho de una opinión y saber aplicar los conocimientos, y en esto los estudiantes catalanes tienen dificultades importantes".
Sobre Europa, el análisis del ex primer ministro italiano Enrico Letta pasa por aumentar el gasto industrial y profundizar en el mercado único. Letta habla de un mercado integrado para explorar economías de escala y realizar las inversiones necesarias para las transiciones verde y digital, además de prever inversión en defensa, dada la situación geopolítica. Letta argumenta que a la tradicional libertad de movimiento de bienes, servicios, personas y capitales hay que añadir la de innovar e investigar para consolidar la economía del conocimiento.
Ciclo político
Feijóo ya no triunfa en el Cercle. Lejos quedan sus primeras intervenciones mostrando su vertiente de presidente autonómico preocupado por la lengua y la financiación de los servicios públicos.
El líder del PP “equivocó el tono”, en palabras de un abogado representante del orden, y estuvo “catastrofista, amargo, resentido”, en palabras de varios empresarios que lo habían aplaudido en otras ocasiones. El Cercle se entregó a Illa y a Sánchez, y el mundo soberanista brillaba por su ausencia, salvo contadas excepciones y la ponencia del president Aragonès. Según Sánchez, muy bien recibido en el Cercle, "todos los caminos pasan por Salvador Illa". Jaume Guardiola, el presidente del Cercle, lo advirtió de que sería "inaceptable una reforma de mínimos" del sistema de financiación. Puede ser su tentación. El apoyo le durará lo que dure el éxito, o más bien el fracaso, en términos de infraestructuras y financiación.