COP26: impulsar la década del cambio o enterrar la esperanza del planeta

Acelerar la transición energética, principal objetivo de una cumbre climática que llega un año tarde y con los deberes por hacer

Molins de viento combinan con plantas de carbón en Alemania.
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hacer BarcelonaLlevamos un año de retraso y sumamos seis de estancamiento. Desde que se logró el Acuerdo de París en 2015, el mundo no ha conseguido todavía poner rumbo hacia los objetivos que marcaba aquel pacto histórico: mantener el calentamiento global por debajo de los 2 ºC, como mínimo, e idealmente de los 1,5 ºC. La cumbre climática de la ONU que arranca este domingo en Glasgow, la COP26, es una nueva oportunidad histórica para conseguirlo. Un encuentro clave que tendría que establecer las bases de la transformación económica y energética radical que los científicos piden para antes de 2030. Pero los 190 países firmantes de aquel acuerdo llegan con los deberes por hacer y con una credibilidad muy cuestionada.

El hecho de ser la primera cumbre después de la era Trump, con los Estados Unidos de nuevo al frente de la lucha climática, tampoco es una garantía de éxito. No solo porque las promesas del demócrata Joe Biden corren el riesgo de quedar enterradas en el Congreso de los EE.UU., sino también porque, a pesar de los anuncios pomposos de algunas potencias, los compromisos estatales que hay encima de la mesa continúan siendo del todo insuficientes, tal como han constatado los últimos días tanto la ONU como la Agencia Internacional de la Energía.

¿Qué tienen que hacer, pues, los gobiernos reunidos en Glasgow? ¿Qué se espera, de la cumbre? Os explicamos las claves para entender qué está en juego en la COP26.

El límite de los 1,5 ºC, todavía en juego

Las promesas de la UE y de los EE.UU. no son suficientes, hace falta más ambición

La década clave para parar los peores efectos de la crisis climática arrancó con una pandemia que lo paró todo. El año 2020 era el año en que el Acuerdo de París empezaba a funcionar oficialmente, a pesar de haber entrado en vigor en 2016, y los países tenían que actualizar los compromisos climáticos que habían presentado en París cinco años antes, lo que se conoce como contribuciones determinadas nacionalmente (NDC). Estas NDC revisadas llegan ahora un año tarde y todavía no están todas. De los 190 estados firmantes, 120 han actualizado las NDC que presentaron en París y solo 13 estados pequeños han presentado compromisos nuevos (una segunda NDC, que técnicamente se tiene que presentar en 2025 pero que la urgencia de la situación recomienda avanzar).

Entre las NDC actualizadas están los nuevos compromisos anunciados este año por la Unión Europea y los Estados Unidos de recortar a la mitad las emisiones en 2030 y llegar al cero limpio en 2050, e incluso el de China de lograr el cero limpio en 2060, formalizado ante la ONU este mismo jueves. Pero todavía no hay suficiente. Otros países como Australia, Brasil y México han presentado NDC en que mantienen igual o incluso elevan sus emisiones futuras. E incluso dentro del G-20, que se reúne justo antes de la COP26 y que tendría que servir para dar impulso a las negociaciones climáticas, Rusia y Australia bloquean un acuerdo unánime para fijar los 1,5 ºC como límite, y no los 2 ºC, tal como reclama la ciencia. Todo ello nos encamina a aumentar cerca de 3 ºC la temperatura global a finales de siglo, con las nefastas consecuencias que esto implica.

Financiación

Conseguir los 100.000 millones prometidos por los países ricos, una cuestión de "credibilidad"

También en 2020 se tenía que poner en marcha el fondo de 100.000 millones anuales que los países ricos se comprometieron a "movilizar" (con inversiones tanto públicas como privadas) para ayudar a los estados más pobres a recortar las emisiones y adaptarse a los efectos de la crisis climática, que les golpea de manera más fuerte. Pero cuando ya pasa un año de aquella fecha, el fondo solo ha conseguido promesas por valor de 80.000 millones. Conseguir la cifra total y un compromiso firme para repetirla e incluso elevarla cada año es el objetivo más importante de esta cumbre para los países más vulnerables al cambio climático. El presidente de la COP26, de momento, ha asegurado que los 100.000 estarán disponibles a partir de 2023. Tres años tarde.

Pero el acuerdo para crear este fondo, de hecho, es previo al Acuerdo de París: se logró en Copenhague en 2009. "Llevamos doce años de promesas incumplidas, lo que está en juego en esta cumbre es la credibilidad de los países ricos", dice Farhana Yamin, del Climate Vulnerable Forum, que agrupa 48 estados en desarrollo. Los estados pobres también reclaman que el dinero vaya a un fondo multilateral supervisado por la ONU, pero los estados ricos quieren gestionar las partidas de manera bilateral con los países de destino.

Los 100.000 millones anuales acordados son muy poco en comparación con lo que haría falta. Yamin calcula que harían falta 600.000 millones anuales, la mitad de los cuales solo para proyectos de adaptación al impacto climático en los países más vulnerables. Y es que, más allá de la adaptación, la IEA calcula que hace falta una inversión mundial en renovables de 4 billones de dólares anuales en 2030. "La transformación energética nos costará un 1% del PIB mundial, pero evitará la destrucción del 4% o el 5% y muchas miserias humanas", apunta Christiana Figueres, que encabezaba la agencia climática de la ONU en 2015 cuando se logró el Acuerdo de París.

Artículo 6

Brasil continúa bloqueando un acuerdo en los mercados de carbono, el único punto para cerrar del Acuerdo de París

La piedra en el zapato del Acuerdo de París continúa siendo el apartado de los mercados internacionales de carbono. Es el único artículo de aquel acuerdo que no se pudo desplegar en el reglamento aprobado en la COP24 de Polonia. Y el año siguiente en Madrid tampoco se cerró. Es un legado del Protocolo de Kioto de 1997, que creó estos mercados para que los países que emiten por debajo de lo que tenían permitido según aquel acuerdo pudieran vender los derechos de emisión no utilizados a otros países. Fruto de aquel sistema algunos estados como Rusia todavía tienen derechos de emisión que no vendieron, y no quieren renunciar a ellos.

Pero, además, Brasil se emperra en defender una doble contabilidad que no ha permitido cerrar el acuerdo: pretende que los derechos de emisión que le generan sus bosques, como alcantarillas que captan carbono, se puedan vender en este mercado mundial y a la vez también cuenten en el cálculo de la reducción de emisiones que hace su país. Agotadas todas las vías técnicas, la solución tendrá que ser política y habrá que ver qué concesiones se hacen a Brasil y Rusia.

Alerta máxima

La ciencia es más clara que nunca, pero los estados petroleros la quieren obviar

El único apunte optimista de cara a la cumbre gubernamental es el ambiente que se respira afuera. El movimiento de los jóvenes contra la emergencia climática es más fuerte que nunca y Greta Thunberg irá a Glasgow. La opinión pública es mucho más consciente de lo que nos jugamos, sobre todo porque la ciencia hoy es más clara que nunca. El último informe del grupo de científicos de la ONU (la IPCC), publicado en agosto y con un eco extraordinario, dejaba claro que todos los episodios extremos que vivimos en los últimos años, desde huracanes a inundaciones e incendios devastadores, son fruto del cambio climático causado por el hombre. Algunos de estos efectos de la acción humana, de hecho, ya son irreversibles, pero muchos se podrían evitar si mantenemos el calentamiento global por debajo de los 1,5 ºC.

Aún así, como siempre, los países con economías dependientes de los combustibles fósiles se resisten al cambio, y se han revelado en los últimos días los esfuerzos de algunos de estos, como Arabia Saudí, Australia y Japón, para conseguir que se eliminen algunas frases de este informe científico.

Trasfondo enrarecido

El covid-19 y la crisis de precios eléctricos condicionan las conversaciones

La pandemia de covid-19 y la crisis energética mundial condicionan estas nuevas negociaciones climáticas. La primera no solo retrasó un año la cumbre decisiva, sino que también ha tenido efectos evidentes en el proceso de descarbonización. El confinamiento consiguió que en 2020 por primera vez se redujeran las emisiones que causan el cambio climático (en un 5,4%), pero en lugar de aprovecharlo para mantener aquel camino descendente los paquetes de recuperación económica de los gobiernos han generado un efecto rebote que las está haciendo subir todavía más que antes.

La crisis de precios de la electricidad ocasionada por el gas tiene también un efecto contradictorio sobre la acción climática de los gobiernos. Por un lado, constata la necesidad de poner fin a la dependencia económica de combustibles fósiles importados y apostar por las renovables, de forma que "da viento a las velas de la descarbonización del sector energético", asegura Figueres. Pero, por el otro, ha comportado que gobiernos como China, el primer emisor de CO2 mundial, vuelvan a recurrir al carbón, todavía más contaminante, para no quedarse sin abastecimiento eléctrico en pleno invierno.

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