

Un domingo más tuvimos otro 30 minutos muy decepcionante. Las amas de Trump, sobre las trad wifes de Estados Unidos, parecía una temática interesante y resultó ser un reportaje obvio y superficial. Ocurrió exactamente lo mismo que con Los últimos venecianos. Es triste que un programa histórico, emblemático y de prestigio como el 30 minutos quede reducido a un contenedor de reportajes sin ambición periodística alguna. Hubo una época en que la franja de los domingos por la noche de TV3 fue potente y favorecía una cierta rutina del espectador, que sabía que encontraría un espacio de buena televisión para cerrar el fin de semana. En los últimos años, la franja se ha deteriorado. Entre los cambios de programación, uno 30 minutos que aparece y desaparece, que echan la toalla cuando juega el Barça y que ni siquiera hay ambición a la hora de comprar reportajes en el extranjero, el poti-poti no tiene mucho incentivo. Los últimos venecianos y Las amas de Trump son documentales franceses que, de ese modo, nos cuentan Italia y Norteamérica. Quizá sea un pack de oferta de restos de serie franceses. El último 30 minutos potente que hemos visto era de La Directa y no de producción propia. Da toda la impresión de que están dejando morir de pena el programa. En una época tan compleja como la que estamos viviendo es una verdadera lástima que la televisión pública no vea la necesidad de potenciar el programa, recuperar el prestigio y sacar partido del legado profesional del 30 minutos.
Plano y contraplano de la liberación de rehenes
El sábado volvimos a ser testigos de un nuevo episodio de liberación de rehenes israelíes en manos de Hamás. Ya comentamos, hace unos días, todo el espectáculo mediático que el movimiento terrorista ha desplegado en torno a este proceso. Un escenario decorado con consignas palestinas donde suben a los rehenes controlados por media docena de militares armados y encapuchados. A la puesta en escena se suma también otro grupo de soldados que filma todo el proceso de forma expeditiva. Múltiples cámaras ejerciendo presión sobre los protagonistas que serán sometidos al intercambio de presos. Parece más importante la necesidad de enseñar ese proceso de filmación que las mismas grabaciones resultantes. El exceso de cámaras es una forma de fabricar la trascendencia.
Ahora bien, este sábado, en La 1 y en el canal 24h, cuando retransmitían los hechos añadieron un componente televisivo que pretendía equilibrar el discurso. Partieron la pantalla, y mientras que en el lado izquierdo de la imagen seguíamos en directo esta puesta en escena de Hamás como preliminares del intercambio, en el lado derecho nos enseñaban lo que ocurría simultáneamente en el otro bando. Veíamos a los familiares de los rehenes, angustiados, frente a la pantalla de televisión, siguiendo la liberación. Por tanto, mientras en un lado de la imagen veíamos a los rehenes bajo la presión de Hamás, en el otro veíamos a los familiares llorar e inquietarse. Era el plan y el contraplano del conflicto. Una batalla por las imágenes, una lucha por el relato visual. La acción y la emoción.