Camareros y masajes entre las hamacas
05/06/2024
2 min

Me había entretenido en hablar con un chatarrero que vaciaba la casa de una vecina fallecida hace unos meses, y pasó una pareja de extranjeros. Sanes, risueños, de vacaciones o apenas jubilados. Les salían los billetes por las orejas. “¿Se alquila la casa?”, me preguntaron, en inglés. “No –contesté, seco–, ni se vende tampoco”. “¡Es una calle magnífica!”, me dijeron, muy amables. Me mordí la lengua. ¿Qué debía explicarles? ¿Que con su simpatía están echando de esta calle magnífica a la gente que ha nacido? En ese mismo momento podía ver, un poco más abajo, una rubia que tomaba fotos de otra casa con un cartel en el balcón que decía "Se vende". Y un matrimonio alemán jubilado acaba de comprar la casa de enfrente de mi casa. Obras aquí y allá por el barrio, escombros y solares y promociones inmobiliarias en cada esquina. Al igual que en Girona, también han llegado los ciclistas. En grupos, sudados, mejillones, deportistas, con el casco de melón. Nunca se había visto que uno de aquí se paseara pedaleando en medio de la gente de la Rambla, le habríamos llamado la atención. Pero ellos van como señores en lo alto del caballo, indiferentes como estatuas ecuestres.

Tantos extranjeros me hacen sentir extranjero, como cuando vas de viaje, desprotegido ya la intemperie. En el país de los Hard Rocks, las leyes no te defienden precisamente a ti. En mi ciudad, en los últimos años hemos hecho los máximos esfuerzos para destruir cualquier idiosincrasia: cubriendo de hormigón plazas blandas, privatizando el espacio público, destruyendo paisaje virgen y urbanismo histórico, tapando rieras naturales. Nos malvendemos con entusiasmo, y todo el mundo aplaudiendo. Pero quien no tenga un negocio turístico tendrá que marcharse, porque los precios suben, y al final en mi calle quedarán cuatro propietarios ricos, cuatrocientos turistas acomodados y cuatrocientos camareros pobrísimos –mejor si son de fuera, protestan menos .

En las últimas elecciones catalanas, un candidato se presentó con el lema “Unir y servir” y ganó. Pero los demás no eran mejores en ese sentido. Y así nos encontramos, unificados y servidores, unificados en el servicio, porque cuando no tienes proyecto o futuro sólo vales por servir, o sea depredarte. El domingo hay elecciones europeas. ¿No es un problema europeo el turismo? ¿No afecta a varios países? Nadie dice nada, hay esperanza de que nadie se responsabilice de nada, y de ahí vendrá mucha abstención. Sólo veo camareros. El paisaje convertido en camarero, con las ciudades y casas camareras, calles camareros, playas camareras, aeropuertos, árboles y pájaros camareros, una cultura camarera.

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