No recuerdo de joven la celebración del 8 de marzo. Es cierto que en aquel entonces las fiestas venían muy marcadas por la religión católica y el triunfo de la dictadura franquista.
Y sin embargo los antecedentes de este día pueden situarse a principios del siglo XX en América del Norte y Europa. Un apunte: la reivindicación de los derechos de las mujeres siempre ha estado muy unida a la petición de paz.
En Nueva York, en 1909 se celebró el primer día internacional de la mujer en protesta contra las condiciones laborales. En la segunda conferencia internacional de mujeres socialistas celebrada en Copenhague en 1910, se escogió que un día al año seria el Día Internacional de la Mujer. La conferencia también adoptó una resolución sobre la paz.
El último domingo de febrero de 1913 y en vísperas de la primera guerra mundial las mujeres rusas celebraron su primer Día Internacional de la Mujer. En 1917 y como reacción ante los 2 millones de soldados rusos muertos en la guerra, las mujeres rusas escogieron de nuevo el último domingo de febrero para declararse en huelga y pedir “pan y paz”.
Finalmente, en 1975 (el mismo año que murió Franco) las Naciones Unidas decidieron celebrar el Día Internacional de la Mujer. Dos años más tarde fue ratificado por la Asamblea declarando el “Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional"
Así que ya ven, EE.UU., Dinamarca y Rusia destacan por su reivindicación por los derechos de las mujeres, pero no es una casualidad, que vayan unidos a la petición de Paz Internacional. Y así se ha llegado a afirmar por Naciones Unidas “que la igualdad de género es uno de los elementos más sólidos e indicativos de la paz de un Estado, más incluso que su nivel de democracia o su producto interno bruto”.
Por todo ello, resulta hoy imposible hablar de los derechos de las mujeres obviando la guerra en Ucrania. Y no deja de ser sorprendente que también se haya cruzado la idea que la igualdad supondría también que las mujeres se quedaran a luchar en Ucrania. Es decir que la obligación de quedarse implantada por la ley marcial y que solo afecta a los hombres de 18 a 60 años se extendiera también a estas. Dicho de otra manera: ¿si se reivindica la igualdad de las mujeres, estas deberían contribuir de igual manera en la defensa de su país?
Déjenme tan solo un apunte sobre la igualdad, las cifras y los conceptos. En España el 84% de las enfermeras son mujeres. En el sistema publico las médicas son el 55% y en atención primaria asciende a 61%. El porcentaje de feminización en los MIR se eleva al 66%. En este último tiempo se ha tenido que reconocer que la lucha contra la pandemia ha estado principalmente en manos de las mujeres, pero ¿se ha utilizado esto para decir que los hombres no se han comprometido de la misma manera? Creo que la igualdad y sobre todo la equidad de género no significa hacerlo todo igual.
A lo largo de mi vida casi nunca he sabido separar la vida familiar de la vida laboral, desde las antiguas listas para el supermercado que hacías en el trabajo con riesgo de que te descubrieran, o llegar tarde a recoger a los niños al colegio o incluso olvidarte, por estar en una reunión muy importante. O en situación extrema llevártelos contigo por no saber dónde dejarlos. También los libros de estudio –entonces sin ordenadores– se iban contigo el fin de semana ocupando espacio entre la verdura, las patatas y las pelotas de futbol. Sin duda han cambiado muchas cosas, aunque muchas todavía se parecen demasiado.
El 8 de marzo es también el cumpleaños de mi nieta Carlota; al cumplir doce años habrá vivido ya una durísima pandemia y ahora unos ruidos de guerra que no suenan tan lejanos. Ella es ya una gran defensora de los derechos de las mujeres, no concibe la desigualdad ni entiende cualquier forma de discriminación. Hoy me gustaría pedirle que nunca la engañen con la guerra y que sea una líder de la paz.