En los próximos años nos lo jugamos todo en cuanto al futuro del catalán. Lo hemos repetido constantemente durante los primeros cien días de gobierno, porque la sociedad tiene que ser consciente de la residualización que sufre nuestra lengua en varios ámbitos, y porque este es un problema que nos afecta a todos y todas, no solo al Govern.
De 2003 a 2018 el número de hablantes habituales en catalán ha caído 9,9 puntos porcentuales (del 46% al 36,1%) y, según una encuesta del Ayuntamiento de Barcelona, actualmente solo el 28% de los jóvenes de la ciudad tienen el catalán como su lengua habitual. Un panorama desolador ante el que no nos quedaremos de brazos cruzados: impulsaremos un Pacto Nacional por la Lengua y la nueva secretaría de Política Lingüística analizará la evolución del catalán en los próximos 15-20 años para planificar políticas que aseguren su presente y su futuro.
Uno de los retos más urgentes que tenemos encima de la mesa y que pide soluciones ágiles es la relación del audiovisual con el catalán. Con la transposición de la directiva europea tenemos una oportunidad que tenemos que aprovechar. La directiva permite llegar a acuerdos con las grandes plataformas que dominan el mercado y que no tienen en cuenta las lenguas no hegemónicas, como la nuestra. Estamos hablando, por ejemplo, de acordar con Netflix un tanto por ciento de contenido creado en catalán.
Pero también tenemos una amenaza: la ley de comunicación audiovisual en la que está trabajando ahora mismo el gobierno español. Esta nueva normativa, que está pendiente de entrar en tramitación en el Congreso, dice que las plataformas de streaming que quieran trabajar en el Estado tienen que tener un mínimo del 30% del catálogo formado por obras europeas. Y también que, dentro de este porcentaje, la mitad tienen que ser en alguna de las lenguas del Estado. ¿El problema? Que no especifica ni lenguas ni cantidades.
En un mercado de alcance mundial y sin ningún tipo de regulación lingüística, las lenguas mayoritarias siempre pasan por delante de las pequeñas y de las medianas, como el catalán. Los productores (y sus negocios) tienden a dar prioridad a las lenguas más habladas. El catalán no puede ser relegado en este sentido. Necesitamos defenderlo.
Estamos, como decíamos antes, ante una gran amenaza. Cada vez más personas (y sobre todo las nuevas generaciones) consumen plataformas en streaming y el catalán tiene que estar presente al máximo nivel. Tiene que jugar en la Champions. No podemos perder este tren. Ahora mismo nuestra lengua ya está minorizada en estos ámbitos y por eso hay que hacer frente y plantear alternativas.
Según el Consell de l'Audiovisual de Catalunya (CAC), la presencia del catalán es casi nula y solo oscila entre el 0,1% y el 1,3% en los catálogos de HBO, Netflix, Disney y Amazon Prime. Por suerte, en Filmin llega al 18,9%. Esta situación pide mucho más que quejas, pide hechos. Y por eso negociaremos y nos plantaremos ahí donde haga falta, para asegurarnos de que el catalán tiene espacio en la modernidad del presente y del futuro.
La ley española audiovisual es una amenaza que hay que convertir en una oportunidad para revertir esta tesitura. El Govern ya ha presentado múltiples alegaciones, y fue una de las cuestiones que se plantearon en la comisión bilateral Generalitat-Estado del pasado mes de agosto. De momento, el PSOE se hace el sueco y mira hacia otro lado, pero no nos cansaremos de reivindicar estas modificaciones en una normativa que, para más inri, prevé destinar parte de los recursos recaudados solo a RTVE. Parece una broma de mal gusto.
Una vez conseguido esto, con la ley española reformada no bastará para potenciar el sector audiovisual catalán. Tenemos que ser capaces de atraer más talento y de impulsar una reformulación de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisual (CCMA) para hacerla más moderna, eficiente y atractiva. Y tenemos que impulsar un hub audiovisual, una equipación que atraiga el talento y las empresas audiovisuales tanto nacionales como internacionales. Por ejemplo, las que hemos citado en este artículo.
Así pues, la sociedad, con el Govern al frente, tiene que luchar por el catalán. Y remarcamos que nos hace falta la ayuda de todo el mundo, porque la lengua no la salvará ni una ley ni una negociación, y porque hacer partidismo con este reto legislativo es enterrar el catalán. Negociaremos la propuesta española, lucharemos por el catalán en Europa e impulsaremos una reforma de la ley audiovisual catalana de 2005, pero el catalán lo tenemos que salvar entre todos y todas, con nuestro consumo, nuestros hábitos y nuestro día a día. Usar la lengua es la mejor de las protecciones. Normalizarla y fomentarla desde las instituciones es un deber innegociable.