Hoy hablamos de
Kristi Noem frente a la mega-cárcel de El Salvador.
Periodista i crítica de televisió
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El jueves descubríamos las imágenes delirantes de Kristi Noem, la secretaria de Seguridad Nacional estadounidense, en el llamado Centro de Confinamiento del Terrorismo, la megaprisión de El Salvador para luchar contra las bandas. La visita forma parte de los vínculos de cooperación en materia de migración entre los gobiernos de Donald Trump y Nayib Bukele. Recientemente, Estados Unidos ha internado a doscientos venezolanos deportados acusados de pertenecer a bandas criminales. Para ello se ha servido de una ley del siglo XVIII y no ha habido juicio.

Las escenas que ya hemos visto anteriormente de esta prisión descomunal son impactantes por los protocolos de control e internamiento de los presos, vestidos solo con calzoncillos blancos y con la cabeza afeitada, hacinados en enormes celdas. Kristi Noem grabó un vídeo pensado para las redes sociales, grabado en formato vertical con un móvil. Se colocó frente a una de las grandes rejas de barrotes donde se asomaban decenas de presos. Todos los hombres, medio desnudos y en silencio, como aturdidos, observaban la filmación y se convertían en parte del decorado. Noem, que se ajusta al estereotipo femenino que complace a Trump, llevaba una gorra oficial que le otorgaba la autoridad. El mensaje lo dirigía directamente a los migrantes potenciales que tengan interés en entrar en Estados Unidos: "Quiero que sepáis que si venís a nuestro país ilegalmente esta es una de las consecuencias a las que podéis enfrentaros. [...] Seréis expulsados y procesados. Sabed que estas instalaciones son una de las herramientas que utilizamos si cometéis delitos contra el pueblo norteamericano". Estábamos ante una escenificación del poder y el castigo esperpéntica. Un acto performativo que supone una vuelta a la idea del castigo corporal público, el suplicio y la tortura ante el pueblo como aleccionamiento y mecanismo de terror, igual que se hacía en el siglo XVIII.

Las imágenes resultantes eran dignas de una influencer de TikTok, donde la frivolidad de la protagonista contrastaba con el panorama sórdido y cruel que la rodeaba. Convertía a los internos que tenía detrás en un attrezzo teatral, se utilizaba el cuerpo de los presos como una escenografía. Se convertían en objetos. Se anulaba su individualidad para convertirse en una masa controlada, homogénea y despojada de identidad. Noem aprovechaba esa postal para hacer gala de un poder obsceno, extremo y eficaz. El orgullo de la represión. Al fondo, el mal entre rejas, humillado y desactivado. En primer plano, Kristi Noem representando el bien, ajustándose al modelo de heroína de cómic más típico. Una puesta en escena que se ajusta a las estrategias visuales de Bukele, en las que las grabaciones en prisión tienen un aire de reality extremo, una especie de Juego del calamar. Noem allí delante se convertía en la presentadora glamorosa del show.

Simbólicamente, la visita y el espectáculo coordinado entre Salvador y Estados Unidos emite efluvios de globalización diplomática de la derecha más autoritaria. La propaganda de un nuevo modelo de seguridad nacional en expansión.

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