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José Bretón y su abogado, José María Sánchez de Puerta, en el juicio reanudado este lunes./ EFE
Crítico literario
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1) No recuerdo que se haya hablado tanto de un libro sin todavía publicarse y distribuirse y por tanto, sin todavía ser leído por sus potenciales lectores. Por lo menos en España. El libro en cuestión se titula El odio y su autor es el escritor Luisgé Martín (Madrid, 1962), autor con varias novelas editadas en su haber. Este título entró en nuestros oídos cuando los medios de comunicación hicieron público la semana pasada, que una jueza había suspendido su difusión por supuesta intromisión en el derecho al honor, la intimidad y la propia imagen de la madre de los niños asesinados por su padre, hace de esto más de una década. Los servicios jurídicos de la propia empresa editora, a su vez, serían los que acordarían respetar o no la decisión de los jueces. En una palabra, su difusión era ilegal. Unos días después, un juzgado de Barcelona estudiaba si paraliza la publicación de El odio. En el momento en que escribo este artículo, todavía no se sabe si El odio será o no distribuido y por tanto si podrá ser leído. Lo último que sabemos es que la editorial ha suspendido "indefinidamente" la publicación.

Independientemente de la textura ética y estética del libro de marras, yo me atrevería a decir que en esta espinosa y delicada cuestión, donde se dilucidan temas como la libertad de distribución de un escrito por un lado, y por otro, la irresponsable invasión de la intimidad de las personas (y además víctimas), no cabe la más mínima duda que ha de primar la libertad de distribución de un escrito y por tanto de lectura de ese escrito. Esto, antes que cualquier otra consideración, por más legítima que resulte, como es el caso de la denuncia llevada a cabo antes las autoridades judiciales, por parte de Ruth Ortiz, madre de los niños asesinados. En resumen, sobre esta cuestión no debería haber ninguna discrepancia, el lector siempre debe ser el último eslabón de la cadena creativa. También debo decir que si una jueza o juez o fiscal o quien sea que intervenga jurídicamente en asuntos de la dimensión social como el que se trata estos días, dicta sentencia contraria a su publicación, doy por hecho que habrán leído el libro, aunque más no sea por simple curiosidad, no fuera que el libro cuestionado a priori no atentara contra nada ni contra nadie. Y si lo hiciera, como sí creo, así y todo el libro cuestionado tendría todo el derecho del mundo a ser distribuido y leído. Marginado, olvidado o despreciado, vale, pero nunca todo ello sin haberse leído antes.

2) Como el mismo autor de El odio cita A sangre fría, de Truman Capote y El adversario, de Emmanuel Carrère, títulos que instantáneamente nos viene a la memoria, dada la concomitancia de los asuntos que tratan con el libro que ahora nos ocupa, tendría que llamarnos la atención que en su momento esos libros no causaron el revuelo o escándalo mediático que está generando El odio (sin olvidar que quien escribe esto también está colaborando a ensanchar este revuelo). Siempre se dio por supuesto que Capote escribió A sangre fría, entre muchas otras razones, para que a los asesinos no se les aplicara la pena de muerte, con la cual estaba totalmente en contra. En el caso de El adversario, comparto con la novelista Llúcia Ramis que ese libro nos atrajo porque su asunto central, no era tanto los asesinatos del criminal, como la infinita mentira en la que se había convertido su existencia. (En la misma estela, un tiempo después, el actor José Coronado protagonizaba en una película, La vida de nadie, a un hombre que decía a su familia que trabajaba en un banco, siendo todo un mayúsculo engaño).

3) Yo leí el libro de Luisgé Martín. Estoy convencido que debe publicarse. Pero creo que no debió escribirse (por lo menos no como lo escribió Luisgé Martín), dada la horrorosa naturaleza de su asunto. El tema era resbaladizo y podía conducir a impensables malentendidos. Respecto a esto último, he encontrado que el autor usa de manera indistinta las palabras “asesinato” y “crimen”, siendo que ambas no son sinónimas. Asesinato es un crimen con alevosía, que es el que comete el asesino de sus hijos, mientras que “crimen” es un crimen pero sin alevosía. Esto se lee en varios tramos del libro. Termino con una cita literal de EL ODIO: confiesa su autor: “A mí me diagnosticaron hace muchos años un trastorno semejante [se refiere al trastorno de personalidad narcisista del asesino], complejo de inferioridad sobrecompensado; o dicho en palabras prosaicas… Cuando uno siente que no es querido… las leyes morales del mundo desaparecen”.

Hay que andarse con mucho cuidado con las palabras que empleamos, no sea que denuncien lo que en realidad pensamos.

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