¿Por qué un buen maestro?

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Reencuentro de alumnos al inicio del curso escolar.

“Los niños y adolescentes, el alumno, deben ser queridos por su maestro. Si a un maestro un alumno le cuesta –siempre hay alguno que te cuesta, ¡no nos engañemos!– lo que tiene que hacer el maestro es hacer ver que le quiere y acogerle, y acompañarle sin condiciones. ” Son palabras que Jaume Cela pronunció ante un auditorio lleno hasta los topes de docentes novatos acompañados por sus mentores. Eran las jornadas de inicio de curso del “Programa piloto de residencia inicial docente” (llamado SENSEI) del departamento de Educación. Es parte de una nueva política de desarrollo de los docentes novatos en Cataluña, hecha a través de la inducción y buscando la mejora de la calidad educativa. Siguiendo las corrientes internacionales, se hace hincapié en la mejora de la calidad docente especialmente en los primeros años de vida profesional. Jaume Cela les recomendó leer los clásicos de la pedagogía: “Porque no todo debe innovarse sino que debemos entrar en diálogo con la tradición”. Eso recomendó a los novatos que lean Freinet, Dewey, Sensat, Korczak... Lectura obligatoria, dijo, la Carta a una maestra de los alumnos de la escuela de Barbiana, que es un llamamiento a combatir un modelo de escuela que segrega y expulsa a los alumnos con dificultades para estudiar. Un alegato contra el modelo de escuela que echa de la carrera escolar a los pobres y los que necesitan ayuda.

Un modelo de escuela que quiere hacer desaparecer del vocabulario la palabra "suspender". Porque un maestro nunca debe perder la esperanza en las capacidades de aprender de sus alumnos. Al decirlo, Cela hizo una pausa para recordar al gran Janusz Korczak –el icono del maestro que acompaña y nunca abandona a sus alumnos–, el maestro polaco que en verano de 1942 se negó a abandonar ciento noventa y dos niños judíos en el gueto de Varsovia y se puso en cabeza, tras la bandera verde de la infancia, para subir con ellos a los vagones que les llevarían al exterminio de Treblinka.

El memorial dedicado al profesor Janusz Korczak, en Jerusalén.

El profesorado está hoy en pleno centro del debate educativo en Europa como el actor fundamental para el éxito educativo del alumnado. También en Catalunya empezamos a hacernos conscientes de ello y se impulsan programas para acompañar a los maestros noveles, y preocupados –lo expresa en cada una de las últimas entrevistas la consellera Anna Simó– por el aumento de tensiones y de malestar entre docentes. Sin hacer alarmismo, sin embargo, ante la falta de profesorado se necesitan políticas para hacer atractiva la profesión y retener a los buenos maestros. Anna Pons, analista catalana de la OCDE invitada hace pocos días en Barcelona por el Congreso Quórum23 –organizado por la Fundació Escola Cristiana de Catalunya–, insistía ante un público de casi 800 personas que “en el aula radica la clave de la mejora de la calidad educativa" y que "los docentes son la piedra angular de todo el sistema, porque son los maestros los que marcan la diferencia".

Lo dice la evidencia internacional: mejorar la docencia es la principal forma de mejorar las escuelas. Una investigación de 2011 de la London School of Economics y de la Universidad de Stanford para el Sutton Trust mostró cuál es el efecto en los resultados de los alumnos de tener un profesor bien preparado en comparación con un profesor medio o poco preparado. Un buen maestro tiene el mismo impacto que reducir el tamaño de la clase en diez estudiantes en un nivel equivalente a 4º de primaria y en trece estudiantes a 5º. Un año con un profesor muy eficaz mejora la puntuación de matemáticas de un alumno de entre un 25% y un 45%. Y lo que es más importante: los efectos de tener o no un maestro bien preparado son especialmente importantes para los alumnos de entornos desfavorecidos. Durante un curso escolar con profesores muy eficaces, estos alumnos aprenden lo aprendido en año y medio y, en cambio, sólo progresan el equivalente de medio año con docentes mediocres. En otras palabras, en un solo curso, para los alumnos vulnerables, la diferencia entre un buen profesor y un mal profesor equivale al aprendizaje de todo un año.

Las dificultades en la escuela también son globales, como recordaba Salvador Cardús en estas páginas, en referencia a los malos resultados en comprensión lectora del informe PIRLS en Cataluña. Como buen sociólogo, Cardús se preguntaba si estamos comparando el éxito y el fracaso de cada sistema escolar, o más bien composiciones sociales distintas a las escuelas. Ciertamente, tenemos un alto volumen de alumnado extranjero y unos índices de pobreza infantil que hacen difíciles las condiciones para una buena escolaridad. Cardús proponía observar y aprender de quienes salen mejor. ¿Qué hacen en países como Canadá, Nueva Zelanda u Holanda para combinar altos índices de alumnado extranjero con buenos resultados? ¿Qué política de acogida? ¿Qué prioridades educativas? ¿Es sólo porque son países más ricos? O quizás aquí también hay que contar con la pedagogía cuando subraya que las expectativas del profesorado son determinantes para el buen resultado del alumnado. Son países que han sabido valorar al profesorado e invertir esfuerzos. Para que –como reclamaba Jaume Cela– los alumnos encuentren maestros que no renuncian, y que saben amarles y acompañarles en su aprendizaje.

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