Mario Draghi presentando su informe en el Parlamento Europeo.
23/09/2024
4 min

Los tres grandes del PIB mundial son EEUU, que representa un 26%; China, un 17% y la UE, un 17%. La UE tiene una economía como la china y el 65% de la de EE.UU. El 10% de la población más rica tiene unas rentas del 35% del total en la UE, del 40% en EE.UU. y del 55% en África y Sudamérica; es decir, en la UE es donde existe mayor igualdad de rentas. Las políticas socialdemócratas europeas de los 60 y 70 surtieron efecto. El crecimiento anual del PIB, de 2002 a 2023, ha sido del 8% en China, del 2% en EEUU y del 1,4% en la UE. En 20 años la UE ha crecido un 13% menos que EEUU, un retraso difícil de recuperar. El 28% de la pérdida se debe al trabajo y el 72% a tecnología. China no es comparable porque tiene unas rentas por persona menores. Las razones de esa pérdida de competitividad de la UE son las siguientes.

La electricidad es entre 2 y 3 veces más cara en la UE que en EE.UU., y el gas natural entre 4 y 5 veces. Además, hemos perdido competitividad en nuevas tecnologías y digitalización en relación a EE.UU. La dimensión de las empresas tecnológicas europeas es menor que las de EE.UU. o China. Sólo 4 de entre las 50 mayores son europeas. La dimensión del sector en la UE se ha reducido, de 2013 a 2023, del 22% al 18% mundial, y ha crecido del 30% al 38% en EE.UU. El tamaño influye en la rentabilidad.

En el mercado europeo la regulación está más fragmentada que en EE.UU. y esto influye negativamente en las políticas de I+D. Aparte de esto, la economía de la UE está más basada en el comercio, que ha retrocedido en los últimos años. El FMI proyecta un crecimiento anual del 3% del comercio mundial comparado con el 5% del 2000 al 2019. La situación geopolítica del mundo ha cambiado. La libertad de mercado del pasado, que para la UE era una ventaja, es hoy una debilidad. El conflicto con Rusia ha modificado el mercado de la energía a precios bajos, algo que no se resolverá a corto plazo.

El expresidente del Banco Central Europeo, SR. Mario Draghi, que salvó al euro en 2012 –“Salvaremos el euro cueste lo que cueste”–, ha hecho un informe para la UE que, a partir de la situación descrita, señala la política para recuperar la competitividad .

El plan está basado en cuatro pilares: a) Inversiones en nuevas tecnologías: inteligencia artificial, computación, comunicaciones... b) Nuevas fuentes de energía basadas en las renovables, única alternativa para la UE, que carece de combustibles fósiles . c) Reforzar el mercado interior para aumentar la competitividad y la productividad. Esto requiere reformas políticas en el Tratado de la Unión para incrementar las políticas "federales" y reducir la independencia, libertad y capacidad de veto de los estados miembros. d) Financiación: el plan requiere un 4,5% del PIB, unos 800.000 M€/año. No se define cuál es la inversión total, pero en la medida en que la eficiencia de la economía europea mejore, la inversión exterior podrá reducirse porque aquélla aportará parte de los recursos necesarios. Como referencia, el Plan Marshall supuso el 2% anual del PIB para nuevas inversiones por 18 estados de 1948 a 1951.

Sin embargo, el plan enfrenta dos dificultades.

La primera, asegurar que el dinero que llegue será empleado de manera eficiente en los programas adecuados y que la rentabilidad de la inversión será comprobada y corregida con la reorientación de los proyectos cuando sea necesario. Esto, en programas con parte pública y parte privada, en los que ambas partes deben colaborar, no es siempre evidente. La tecnología vendrá mayoritariamente de la parte pública, porque es donde la investigación es más potente, pero lainput del mercado y la productividad vendrán de la parte privada. Conseguir una equilibrada colaboración público-privada es tan difícil como necesario. Esto, cuando la tecnología es compartida con agentes externos y con objetivos que no necesariamente coinciden con los de los tecnólogos europeos, plantea problemas de derechos de uso y tecnología original y derivada, y requiere experiencia y habilidad. En una Europa de 27 estados y sin organismos federales potentes que los encuadren y con legislaciones no coherentes, no es fácil. Invertir bien es difícil, en tecnología aún más.

La segunda dificultad es el origen de la financiación. La CE ha impulsado el mercado de capitales pero tiene tres carencias. La UE no tiene una mecánica única de securities –garantías financieras de los préstamos–, ni regulación del mercado. No existe una regla única para el seguimiento, las reglas de fiscalidad y las medidas contra la insolvencia varían de unos estados a otros. No hay una autoridad financiera única... Los fondos de pensiones europeos, posible origen del capital, son débiles, del 32% respecto al PIB, mientras que en EE.UU. son del 142%. Los fondos de pensiones europeos están concentrados en algunos estados miembros, el 62% en Holanda, Dinamarca y Suecia... en la UE tenemos poco capital para financiar iniciativas como el Plan Draghi. Sin embargo, es cierto que el ahorro europeo, 1.390.000.000 M€, es superior al de EEUU, 840.000.000 M€, pero el uso de estos fondos en la UE está lejos de lo que ahora es políticamente factible.

En resumen, los elementos necesarios para financiar el plan no están todavía disponibles y las herramientas para invertir con eficiencia tampoco. La alternativa al plan que se propone es la decadencia de la UE, como el propio SR. Draghi ha declarado, y que en la medida en que erosione las políticas sociales, sanidad y enseñanza, alejará a la ciudadanía de la UE, que es exactamente lo contrario de lo que se necesita.

La lectura del Plan Draghi encoge el corazón de los europeos porque es muy difícil de realizar. ¿Estamos condenados a la decadencia?

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