La gota fría desatada sobre la Comunidad Valenciana y el sur de Cataluña tuvo efectos catastróficos especialmente sobre las comarcas valencianas de l'Horta Sud, la Ribera Alta y la Hoya de Buñol. Los efectos de la catástrofe natural han sido amplificados por la catastrófica gestión del gobierno valenciano, responsable político de unos efectos materiales y, sobre todo, humanos mucho peores que los que se habrían producido con una gestión más ordenada y eficaz. El balance completo de la catástrofe, horroroso, tardará tiempo en ser conocido con precisión. Pero ya se han suscitado –todavía en caliente– debates, ideas y ocurrencias variadas en distintos terrenos; entre ellos, el de la gestión de crisis y situaciones de emergencia, tanto por los aspectos logísticos como organizativos: ¿cuál es la mejor forma de organizar la gestión de situaciones catastróficas? ¿Centralizada o descentralizada? Profundicemos.
En los últimos años se ha avanzado mucho en la comprensión de cómo organizar mejor la gestión de crisis, a raíz de la experiencia de desastres recientes como el huracán Katrina en EE.UU. en 2005, o la epidemia de la covid. Es muy común considerar preferible la combinación de cierto grado de liderazgo fuerte y control central a nivel estratégico –según la dimensión espacial de la crisis– y la autonomía local y flexibilidad en el nivel operativo. Cómo expresaron los noruegos Christensen, Lægreid y Rykkja en 2016 en Public Administration Review: “La competencia local, el conocimiento y la formación son también factores cruciales... los sistemas de gestión de crisis deberían ser descentralizados al menos hasta cierto punto, lo que implica que los ejecutivos políticos y administrativos deberían facilitar un sistema autoorganizado de respuesta en lugar de tratar de controlar ese sistema”.
La centralización facilita disposición y control directo de más efectivos, cierto. Pero esto puede no ser suficiente incluso para estados muy grandes, según el tamaño del desastre; basta con recordar el terremoto en el sur de Turquía en 2023, que dejó pequeño un estado tan grande como el turco. Además, estos efectivos pueden no estar disponibles in situ, allí donde se expresan los efectos del desastre; allí donde las organizaciones logísticas locales y regionales pueden tener un conocimiento más preciso del espacio y de la capacidad de actuación. De hecho, en un estudio publicado también en Public Administration Review, en 2021, a raíz de la covid, junto con Gasulla y Mazaira-Font, analizamos la agilidad de la respuesta política a la covid en los estados de la UE y otros de la OCDE. Encontramos que la respuesta a la epidemia había sido menos ágil (y menos eficaz) en los estados centralizados, y en los estados de tipo federal había respuestas más ágiles.
Esto puede parecer contradictorio con la respuesta del gobierno de valenciano, y lo es. Una cosa es la estructura y distribución del poder; otra, la competencia de cada gobierno, que será también determinante. Y el gobierno valenciano ha sido muy deficiente. Pero esto no asegura que el gobierno central lo hiciera mejor. Sólo hay que recordar, porque es fresco, el caso de las mascarillas y la cóvido en España. No por los casos judiciales en curso por corrupción, sino por el espectáculo formado cuando el gobierno del PSOE centralizó las compras de mascarillas y EPIs para hacer frente a la epidemia, de lo que cada día nos informaban el ministro Isla y un general de cada brazo del ejército (en las sociedades muy jerárquicas el ejército es garantía de que todo está bajo control). Pero, en la calle, muchos gobiernos regionales tuvieron que buscarse la vida (ilegalmente) para conseguir mascarillas y EPIs, porque el gobierno central no tenía cadenas de compra establecidas e iba por el mundo proponiendo "pago a tres meses" .
La competencia de un gobierno específico para gestionar catástrofes puede ser mejor o peor tanto a nivel regional como a nivel central; esto es coyuntural. En un estudio publicado en Cambridge Journal of Regions, Economy and Society en 2023, también con Gasulla y Mazaira-Font, analizábamos la respuesta política a la covid en EEUU y los conflictos entre el gobierno federal y los estados en 2020. Según nuestros resultados, la falta de poder central de Trump para forzar a los estados en aplicar las medidas por él preferidas había ahorrado decenas de miles de muertos en EE.UU.
Tal y como va la cosa, una vez pasado el momento más caliente y tenso de la crisis, se producirá quizás un debate público y político intenso sobre la centralización de competencias de gestión de crisis. Las críticas al gobierno central por no imponer el poder central dada la incompetencia del valenciano pueden entenderse por la emoción del momento. Pero no pueden comprenderse, porque implican otorgar al gobierno central la potestad unilateral de evaluar la competencia política de un gobierno regional. Bien; se pueden comprender cuando la crítica, y subsiguiente propuesta, vienen de los centralizadores.
Claro que también puede que, en una tradición cultural tan potente de sistema unitario y poder centralizado como la de España, incluso desde el autonomismo se comparta la creencia en la superioridad intrínseca de la competencia gubernamental central. Entonces, ¿por qué se necesitan competencias?