Catalunya tiene que dar un salto hacia adelante en renovables

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El parque eólico de Rubió se extiende por Rubió, Castellfollit del Boix y Òdena.

Catalunya ha sido históricamente pionera en muchos ámbitos, por ejemplo con la industrialización, pero hay que reconocer que en las energías renovables ha quedado atrasada respecto a otros territorios del Estado, y todavía más respecto a los países del centro y el norte de Europa. Las cifras son especialmente llamativas. De media, en España la potencia eléctrica instalada correspondiente a las energías renovables es del 54%, pero solo del 30% en Catalunya. La generación eléctrica de renovables es del 44% en España y del 20% en Catalunya, menos de la mitad. En el caso de la solar las instalaciones en Catalunya representan el 1% del total español, y en el caso de la eólica el 4,9%. Antes de la aprobación del decreto de renovables el 2019 hubo una década de parálisis en Catalunya que el resto de territorios sí que aprovecharon y que hace que ahora nos lleven una cierta ventaja. Es verdad que ahora se han multiplicado los proyectos, de tal manera que en el territorio proliferan las entidades conservacionistas que rechazan las instalaciones porque consideran que malogran el paisaje y, además, no ofrecen unas mejoras económicas claras para la población autóctona.

El pacto de gobierno entre ERC y la CUP incluye una moratoria de proyectos que todavía puede agravar más el retraso de Catalunya a la hora de garantizarse un suministro energético limpio, sobre todo teniendo en cuenta que las centrales nucleares de Ascó y Vandellòs, que ahora proveen el 54% de la electricidad, se tendrían que apagar en la próxima década. Entremedias hay otro debate que sobrevuela la cuestión: ¿Catalunya tiene necesidad de ser autosuficiente energéticamente o simplemente podría importar la electricidad que se pudiera producir en zonas limítrofes como por ejemplo Aragón, donde está previsto construir grandes instalaciones solares en la zona de los Monegros?

En todo caso, más que parar todos los proyectos lo que haría falta es intensificar el diálogo con el territorio, con los ayuntamientos afectados, y afinar al máximo cada proyecto para asegurar que tenga un impacto positivo sobre el territorio. Todo lo que sea percibido como una imposición acabará siendo contraproducente porque puede producir un efecto espejo en otros lugares del territorio y extender la oposición a las instalaciones de placas solares y aerogeneradores. Todo esto, sin embargo, se tiene que hacer rápido para asegurar que Catalunya puede cumplir con los objetivos de descarbonización fijados por la Unión Europea. En el fondo, la lucha contra la emergencia climática también comportará que nos acostumbremos a ver molinos y placas solares. Evidentemente, cuanto menos impacto paisajístico tengan, mejor, y si pueden ir a zonas ya usadas por el hombre, como cubiertas de grandes naves, carreteras o canales de agua, pues mejor.

Lo que sí que avanza a gran ritmo son las pequeñas instalaciones solares de autoabastecimiento familiar, que desde la supresión del impuesto del sol en 2019 se triplican cada trimestre. Este buen ritmo demuestra que la ciudadanía está más que concienciada y ve las ventajas de la producción propia de energía. Ahora solo falta que las administraciones acompañen para dar el gran salto adelante que Catalunya necesita.

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