Estas últimas semanas de verano hemos tenido la posibilidad de reflexionar, por un lado, sobre el papel futuro de la UE y, por otro, sobre el futuro de la educación; en cuanto a la primera cuestión, a partir de los recientes y preocupantes informes de Enrico Letta y de Mario Draghi, y en cuanto a la segunda, del ya conocido informe PISA y de una serie de recomendaciones de diferentes entidades, entre las que la Fundación Bofill, con motivo del inicio del nuevo curso escolar. No me cuesta nada simplificar diciendo que unos nos dicen que el futuro papel económico y político de la UE en el mundo está en peligro si no actualizamos nuestro modelo de vida y otros que hay que adaptar nuestros sistemas educativos, y de una forma muy especial en el caso catalán, a nuevas circunstancias. Cojo algunas ideas de unos y otros y cuento las perspectivas que veo.
1. Letta y Draghi. Este último medio año he publicado, en varios lugares, media docena de artículos sobre el futuro de Europa en el mundo en los que he expresado mi preocupación por la pérdida de papel de la UE. El informe de Letta de hace medio año me ha agravado esta preocupación, y ahora el de Draghi de la semana pasada me la profundiza, ya que el economista italiano habla de "salvar", de "lenta agonía" y de '“urgencia en la actuación”. Destaco elementos que he encontrado en ambos informes.
El importante papel que Europa jugó en el mundo durante los siglos XIX y XX estuvo basado en la creación y potenciación del “modelo industrial”, que permitió un fuerte crecimiento económico basado en la transformación de recursos naturales en herramientas materiales aptas aumentar el bienestar utilizando la tecnología derivada de los nuevos conocimientos científicos. La ciencia, la tecnología y la industria, junto con la puesta en marcha del estado del bienestar, trajeron una disminución de las desigualdades, tanto económicas como sociales, con un papel fundamental jugado por la redistribución fiscal, el acceso universal a la educación, en la sanidad y en los servicios sociales. El modelo industrial europeo se fue extendiendo por el mundo, sobre todo en Norteamérica, en parte en Rusia y Japón, y más tarde, pero con mucha más fuerza, en China y en Asia Oriental.
No somos conscientes de que los modelos de estos dos siglos deben revisarse, ya que la población y su consumo han aumentado mucho, los recursos naturales que podemos utilizar son ya más escasos y de más difícil acceso porque están mal distribuidos territorialmente y más controlados, y los residuos generados no son soportables para el planeta. Por suerte, las nuevas tecnologías permiten utilizar más herramientas inmateriales para conseguir los mismos niveles de bienestar. El modelo “postindustrial” debe basarse en otros recursos, en otras tecnologías y en otras capacidades humanas, así como en otros modelos de consumo, de mercado, de intercambio y de cooperación entre las personas, los organismos económicos y los territorios políticos, sean estados o de otro tipo.
Merece la pena escuchar los contenidos de estos dos informes, y actuar con consecuencia teniendo en cuenta que el esfuerzo por hacer y por financiar los cambios será muy importante tanto para los gobiernos como para las entidades económicas y para los ciudadanos. Me centro ahora sólo en uno: la escuela.
2. PISA y la educación. Europa tiene una escasez de recursos naturales por ser un espacio con mucha población pero en un espacio pequeño. Por otra parte, ha ido perdiendo posibilidades de tomar recursos de otros territorios. Esto significa que sus posibilidades de futuro deben basarse sobre todo en utilizar más herramientas digitales, en disminuir los inconvenientes debidos a los residuos, en tener buenas relaciones de colaboración con terceros y, sobre todo, en aumentar los conocimientos y las capacidades de las personas que viven allí. Esto se concentra en cuatro sintagmas: más ciencia, más tecnología, más innovación y mayor productividad. Es necesario, por tanto, tener en cuenta que la educación de las personas debe buscar, además de su bienestar, formarse para tener las capacidades que les permitan ayudar a estos objetivos.
Los sistemas educativos, tanto de la primera etapa de la vida como también de las necesarias actualizaciones a lo largo del tiempo, deben estar revisados teniendo en cuenta estos cambios. Pienso que no nos equivocamos si pensamos que estas revisiones no se han hecho bien en muchas partes de Europa, ni por supuesto en Cataluña, durante las últimas dos o tres décadas. Las causas han sido la insuficiente conciencia de la necesidad y la urgencia, tanto por parte de los gobiernos como de los responsables directos de la enseñanza, pero también del conjunto de la ciudadanía, pensando en las nuevas generaciones pero también en las de edades ya maduras . Corremos el peligro por esta razón, junto con otras, de quedar reducidos a ser un conjunto de países marginados de la orientación del futuro de la especie. No debemos permitirlo.