El 100% de los ciudadanos del área metropolitana de Barcelona están sometidos a niveles de contaminación del aire superiores a los que recomienda la Unión Europea, según un estudio del AMB. La calidad del aire cumple con los límites legales actuales, pero sigue lejos de los valores recomendados. Mejoramos, pero demasiado lentamente. Actuar con mayor contundencia es lo que piden en un manifiesto diferentes entidades como el Colegio de Médicos, Eixample Respira, la Sociedad Catalana de Pediatría, Revuelta Escolar y el IS Global. Además de la contaminación, existen los peligros de los fenómenos climáticos extremos (aguaceros, sequía, picos de calor), que cada vez sufrimos más, como se ha visto ahora con la DANA. El Ayuntamiento ha presentado este jueves un plan de adaptación a la crisis climática, con una dotación de 1.850 millones de euros para reducir un millón de toneladas de CO₂ en cinco años, generar más energía fotovoltaica, electrificar el transporte público y crear refugios climáticos. Los ejes verdes impulsados por la anterior alcaldesa, Ada Colau, marcaron el debate ciudadano y un punto de arranque. Fue un paso valiente, injustamente criticado. Ahora hay que seguir avanzando con decisión en esa dirección.
El 55% de la población humana vive en ciudades. Más de 4.000 millones de personas. Se calcula que en 2070 serán el 70%. A principios del siglo XX sólo 16% de la población vivía en ciudades. Solo 25 megaciudades son hoy las responsables de producir el 52% de las emisiones de gases de efecto invernadero. 350 ciudades de la Tierra ya experimentan condiciones de calor extremo. Todos estos datos hacen necesario repensar sin demora el fenómeno urbano. Hoy es perfectamente posible renaturalizar a las ciudades a través de la innovación tecnológica y social. En Seúl, por ejemplo, han plantado 16 millones de árboles para reducir al mínimo las islas de calor y la contaminación en polvo fino. China también está dando un gran salto hacia adelante en este terreno.
La idea de que las calles son para los coches se remonta a hace poco más de 75 años. Antes, en los años 20 y 30 del siglo XX, sobre todo eran peatonales, tranvías, carros de caballos y bicicletas. Hay imágenes filmadas de Barcelona que así lo atestiguan. Los coches penetraron con fuerza a partir de los años 50. Ahora estamos empezando a regresar al transporte no contaminante y no ruidoso, con menos coches y más bicicletas y patinetes, con más espacio para peatones. Éste es el camino.
El caso barcelonés es importante por su ejemplaridad de cara al resto de poblaciones metropolitanas y catalanas. Ildefons Cerdà ya previó un crecimiento de Barcelona a mediados del siglo XIX (Eixample) y diseñó una ciudad jardín: las islas interiores –y no sólo las islas– debían ser espacios verdes. Su filosofía partía del lema "Ruralizar el urbano, urbanizar el rural". Ahora volvemos hacia aquí por imperativo ambiental. Toca reverdir las cubiertas de los edificios y poner también placas solares, volver a pavimentos porosos en lugar de asfalto, ampliar los alcorques de los árboles y plantar muchos más. Es la hora de renaturalizar y rehumanizar las ciudades.