En la cola en coches eléctricos

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Cotxes eléctricos en un punto de carga

Los datos de ventas de coches en Cataluña y España de 2023 tienen dos lecturas claras. Por un lado, la lectura industrial, que rompe el pesimismo de los últimos años gracias a un aumento de las transacciones, que, sin embargo, todavía quedan lejos de las cifras prepandémicas que el sector se había planteado alcanzar. A diferencia del turismo y los servicios, la recuperación industrial en general y la automovilística en particular está siendo más lenta. Y no sólo por las dudas de los consumidores, sino también por las dificultades de la cadena productiva: la guerra de Ucrania todavía hace que se arrastre una falta de componentes, por lo que el cliente a menudo debe esperar. Por otro lado, la lectura ambiental, que resulta preocupante por la lentitud en la implantación en el mercado de vehículos permitan avanzar en la imprescindible descarbonización.

De hecho, ambas lecturas están estrechamente relacionadas: en realidad, más allá de los cuellos de botella de la producción, el factor decisivo que ha hecho que las ventas no subieran a un ritmo suficientemente bueno tiene que ver con el precio de los vehículos eléctricos, que claramente no están al alcance de la mayoría de consumidores catalanes y españoles. Ante ello, los fabricantes reclaman mayor apoyo público al consumo de este tipo de coches como medida clave para incentivar las ventas generales.

De momento, la realidad es que se ha comprado, tanto en Cataluña como en el conjunto del Estado, un 16,7% más de turismos que en 2022 (118.688 en Cataluña y 949.359 en toda España), en ambos casos a bastante distancia de las cifras alcanzadas antes de la irrupción del coronavirus, en 2019 (173.469 y 1.250.000, respectivamente). El parque automovilístico sigue envejeciéndose y, por tanto, seguimos contaminando la atmósfera muy por encima de lo deseable. Queda claro, pues, que donde no se avanza al ritmo necesario es sobre todo en los vehículos electrificados, que han supuesto sólo un 12% del total de las matriculaciones, cuando la media europea se sitúa en el 20%.

Como los coches eléctricos son caros y como las prestaciones de carga en carretera han avanzado poco, muchos compradores (un 34% en Cataluña) optan por la solución intermedia de los híbridos (enchufables o no) y descartan los eléctricos puros, que en Cataluña sólo han representado un 6% de las ventas de este pasado año. La conciencia climática ciudadana existe, pero el bolsillo y el sentido práctico acaban mandando, bien sea por alargar la vida de los automóviles antiguos esperando mejores estaciones de carga, mejores ofertas comerciales y más ayudas públicas de cara a un coche eléctrico, bien sea para optar de nueve por la gasolina, que en el conjunto del Estado ha representado este 2023 un 34,7% de las ventas. Lo único que ha retrocedido claramente es el gasóleo, por lo que las restricciones a la movilidad han empezado a surtir efecto en la ciudadanía, aunque el gasóleo todavía ha significado el 24,3% de las transacciones. El 40,8% restante es la suma de híbridos (enchufables o no), de gas, de hidrógeno y de eléctricos puros.

En resumen: el coche eléctrico sigue siendo una asignatura pendiente. Este 2024 tocaría de una vez dar un salto adelante. El sector y el gobierno español deben ponerse las pilas.

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