Hoy hablamos de
Cazas del ejército español realizando ejercicios militares en Las Palmas de Gran Canaria.
27/03/2025
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La cultura occidental ha generado tantas ficciones sobre su propio fin (en novelas, en películas, en cómics, en canciones) que parece acercarse el momento de acercar la realidad a las ficciones. Es posible que las dificultades que tenemos ahora para recordar con detalle los días de la pandemia de cóvido tengan que ver con su extraño parecido con tantas historias de contagios masivos que habíamos difundido previamente durante muchos años: los recuerdos de los días de estricto confinamiento, y de los meses posteriores de medidas de prevención, son confusos, imprecisos, huyos. Todo empezó con unas alarmas que nos parecían exageradas, con imágenes de mercados chinos donde se despachaban murciélagos, con el rechazo a ponernos unas mascarillas que acabamos usando universalmente. Las mascarillas, por cierto, fueron fuente de enriquecimiento para muchos: los espabilados de siempre mercadearon ilegal e ilícitamente, haciendo su agosto a expensas de la catástrofe colectiva. Pero también muchos comercializaron mascarillas de forma completamente legal, con mil colores y estampados y modelos distintos. La pandemia no nos hizo mejores pero volvió a demostrar la implacable capacidad del capitalismo de transformarlo literalmente todo en productos de mercado, regidos por la ley de la oferta y la demanda.

¿Sucederá lo mismo con los kits de supervivencia que recomienda ahora la UE? Debemos suponer que las autoridades europeas evitarían producir una alarma de esa magnitud entre la población si no fuera por un buen motivo: por ejemplo, cargar de razones la operación de rearme de los estados miembros. El miedo nos torna dóciles y nos hace aceptar las decisiones de los gobernantes como si fueran fruto de una fatalidad contra la que nada podemos hacer. O como un mal menor, como trata de hacer a Pedro Sánchez con sus declaraciones en sordina sobre aceptar "decisiones que no nos entusiasmarán".

La perspectiva de encerrarse en casa con una despensa llena de pasta y conservas, y con bolsas grandes por si es necesario recoger cadáveres, apela a un imaginario que todos tenemos ya en la cabeza y que a unos les hace sonreír ya otros les genera ansiedad y depresión. Por su parte, la política de rearme puede ser perfectamente explicable, pero esto no excluye que sea el peor camino posible para la UE: una huida hacia delante para intentar disimular su irrelevancia, en un contexto geopolítico que ha dejado a Europa en la periferia de todo. Cuando tenga su ejército, si es que nunca llega a tenerlo, la UE seguirá estando en inferioridad respecto al resto de potencias. Tal vez lo que buscan los dirigentes europeos es armar el suyo kit de supervivencia política en un mundo que de repente ya no cuenta con ellos.

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