Pero, pero, pero...

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Pesimismo constructivo. Ésta es la forma en que Timothy Garton Ash, uno de los grandes intelectuales ingleses anti-Brexit, mira una Europa donde el comunismo hace tiempo que ha muerto, pero donde han vuelto el fascismo y la guerra. "¿Cómo estás? Bien, gracias, mejor que mañana", cuenta el chiste fatalista. "Occidente ganó la Guerra Fría porque tenía miedo de irla perdiendo", escribe al sincero y personal ensayo Europa. Ahora hemos empezado a perder ante los populismos de ultraderecha, ante el nuevo imperialismo ruso que quiere devorar a Ucrania, ante el ascenso de la China totalitaria neocapitalista. Es la hibris: el trágico exceso de confianza en uno mismo. Caído el Telón de Acero, pensamos que habíamos ganado toda aquella mandanga del fin de la historia. Parecía que habíamos llegado a la paz perpetua de Kant... "La paz perpetua dura hasta la siguiente guerra", reza un viejo proverbio ruso. Qué ilusos. El combate por la libertad y la justicia no se acaba nunca, recomienza a cada generación. Pero hoy estamos desorientados, perdidos en el laberinto minoico de siempre (cultura contra barbarie) y en el laberinto de crisis encadenadas: climática, financiera, migratoria, pandémica, bélica...

Los héroes esperanzados han desaparecido. ¿Quién recuerda a Václav Havel? De prisión a presidente. Un intelectual que decía la verdad al poder, al que accedió y humanizó. Hace ya más de una década que murió. Su sueño de Europa se ha estancado. ¿Qué es todo lo que ahora está en peligro? Menos la propiedad privada, en las democracias liberales se tambalean el pluralismo, el dominio de la ley, la existencia de medios de comunicación diversos e independientes, la solidez del mundo académico y cultural, el sistema de equilibrios y controles constitucionales, una sociedad civil fuerte, el predominio y transparencia de las instituciones, la equidad y la protección social. O sea, se tambalean la libertad, la fraternidad y la igualdad. Si no nos apresuramos, podemos volver muy atrás. La democracia es muy exigente: difícil de construir, fácil de destruir.

Un chiste del Este, decía: "El socialismo es la ruta más dolorosa para ir del capitalismo al capitalismo". Se me ocurre una réplica exagerada: "El capitalismo es la ruta más glamurosa para ir del fascismo al fascismo". ¿Puede que no aprendamos nunca de los propios errores? Garton Ash cita a Milan Kundera: "La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido". La sospecha trágica es que si no tienes memoria personal o familiar de haberlo pasado mal, de haber sufrido en un campo de concentración o prisión, haber sufrido hambre o injusticia, no estás vacunado contra la barbarie. ¿Cómo puede ser que la ultraderecha (Le Pen, Meloni, Wilders, Vox...) vuelva a marcar el debate en Europa? ¿Cómo podemos ser tan idiotas y autodestructivos? ¿Dónde ha ido a parar el diálogo, la tolerancia y la moderación?

Más que para lamentarnos, tenemos a este enemigo interior fascista para reaccionar. Una bestia que nos distrae amplificando hasta extremos demenciales el fantasma de la inmigración. Hay que hablar de la inmigración y del islamismo, claro, para evitar que se apropien de ellos los demagogos venenosos. Los enemigos reales no son los inmigrantes, sino quien los utiliza. Y después hay dos monstruos que sí pueden devorarnos: el leninismo-capitalismo de China –con su pariente ruso– y la crisis climática.

Aprender del pasado, captar las señales del presente e imaginar el futuro. Para Garton Ash, la salida del laberinto no puede consistir sólo en la nostalgia al modo de Zweig o en el conformismo fatalista de un presente gris y un no-futuro. Su respuesta está en las preguntas, en la actitud, en los peros razonados y sentidos, en la esperanza. "Es muy cierto que la filosofía nos dice que la vida debe entenderse mirando hacia atrás. Pero después se olvida del otro principio, que es que hay que vivir mirando adelante" (Soren Kierkegaard). ¿Y la esperanza? "No es la convicción de que algo va a salir bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo salga" (Havel).

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