Suspendidos en matemáticas. Así están un 42% de los alumnos catalanes de cuarto de primaria. Cuatro de cada diez no pasan el tajo: tienen un nivel bajo o muy bajo. En 2015 eran un 36%, los que suspendían. En conjunto, pues, en este tipo de conocimientos vamos atrás y ya estamos en la cola de Europa y del Estado. Además, también ha disminuido el porcentaje de estudiantes que tienen un nivel alto o avanzado: un 20, 06% respecto al 24% de 2015. Pinchamos, por tanto, por abajo y por arriba.
Sí, todo es para preocuparnos. Y mucho. Una mala noticia más en torno a la escuela. Continuamos en plena emergencia educativa. Las matemáticas, junto a la lengua, es uno de los pilares para la formación básica de los chicos y chicas. Sin unas matemáticas bien fundamentadas no existe posibilidad de avanzar en el resto de disciplinas científicas, de la misma forma que sin alcanzar el dominio de la lengua (lectura y escritura) no se puede progresar en las materias humanísticas. En el caso de las matemáticas, además, llueve sobre mojado: hace casi un año supimos quelos alumnos catalanes de 15 años tenían el peor resultado de la historia del país en las pruebas PISA. No salimos del pozo.
Tampoco vamos sobrados en otras materias. El malestar educativo es algo generalizado. Hace tiempo que existe consenso sobre la necesidad de arremangarnos, pero de momento no se nota. Prima el desconcierto, el desánimo y la mala marejada. Si se han tomado medidas, no han sido suficientemente disruptivas ni eficaces. Aunque en parte sea verdad, no vale conformarse diciendo que los cambios de hoy se notarán en unos años. El tiempo nos juega en su contra. Está subiendo una generación de chicos y chicas con déficits evidentes. ¿Nos lo podemos permitir? No. Urge revertir la situación.
El fracaso no es sólo de los alumnos, también lo es de los maestros, de los padres y madres, de los consejeros y consejeras que han ido pasando por el Gobierno. Es un fracaso de todos. El conformismo en la mediocridad no puede ser la solución. Hay que reducir los suspendidos en matemáticas y mejorar los excelentes. Las matemáticas tienen fama de difíciles, tradicionalmente han sido un hueso. Por eso es la parte más sensible de los aprendizajes: cuando todo va mal, es por donde primero llora la criatura.
Es sabido que faltan maestros especializados en didáctica de la matemática (los matemáticos son profesionales muy buscados y, por tanto, pocos optan por la docencia). Sabemos que es así; por tanto, ponemos remedio. Seguramente se les tendrá que pagar más o tendrán que formarse profesores de otras ramas para enseñar bien las matemáticas. O ambas cosas. Debe ser posible. La calidad del docente es la clave, en ese terreno y en todos. Los buenos maestros siempre sacan lo mejor de sus alumnos. Por tanto, lo que es realmente necesario es conseguir una mejor selección de los docentes, que tengan un mejor acompañamiento y que sean objeto de una evaluación continua seria. Sólo así los enseñantes recuperarán su prestigio y su autoridad. Y si para ello toca reformar el sistema funcionarial, pues habrá que ponerse. Pero para eso hace falta valentía política. Son habas contadas: otros dos hacen dos.