El líder del PP no se presenta a las elecciones gallegas, pero será él quien las gane o pierda. A Feijóo se le ha puesto cara cerúlea. Caja o faja, como diría Joan Prim cuando se jugaba en una batalla la faja de general o la caja de pino.
Si el PP obtiene una mayoría absoluta (38 diputados) que le permita continuar en el gobierno, Feijóo habrá ganado. Se mantendrá en el liderazgo del partido y le conducirá a las europeas de junio. Por el contrario, si el actual presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, no reedita una victoria suficiente, Feijóo estará sentenciado. Quizá sea después de las europeas, pero Feijóo habrá consumido el crédito interno que le quedaba.
Autoayuda
Feijóo no ha leído al abecé de los libros de autoayuda y no se ha atrevido a ser él mismo. De tantos equilibrios con el sector duro de su partido ha olvidado por qué le eligieron en el congreso donde defenestraron a Pablo Casado. Feijóo tenía la ventaja de no formar parte del núcleo pestilente de la Génova de María Dolores de Cospedal, ni tampoco del gobierno de Mariano Rajoy y Soraya Sáez de Santamaría. Él representaba la gestión ordenada y la administración autonómica. Autonomismo de orden, aunque bastaría con leer la prensa gallega para entender por qué le llamaban “el tiburón” en pequeño comité. Y es que una cosa es saber callarse y la otra ser un moderado. Pero el discurso autonomista y dialogante le duró a Feijóo lo que duró su primera visita a las Jornadas del Círculo de Economía, donde habló de financiación y lengua gallega. Su posición no superó el día a día en Madrid.
Con el tiempo, como su predecesor, Feijóo está colisionando cada vez con más dureza con las mismas fuerzas que acabaron con Casado y que representan al PP madrileño de Ayuso y Aznar. España es una, homogénea, y no puede haber grietas en el discurso de los absolutos.
¿Error o encogimiento?
Feijóo ha tropezado consigo mismo en esta campaña, y es tan difícil de entender cómo ha cometido un error tan grande que algunos buscan una lógica misteriosa o audaz.
Cuando Feijóo habla de indultos, no solo comete el error comunicativo de introducir un tema nuevo y difícil de controlar en campaña, sino que transforma las autonómicas en un enfrentamiento de política española y regala una posición de coherencia a Vox. Cuando Feijóo se reúne con dieciséis periodistas y dice que la normalización política pasa por hablar con Junts y por algún tipo de indulto acondicionado al presidente Puigdemont, queda atrapado en su propia trampa. La telaraña de absolutos en la que está enredada la retórica nacionalista del PP no solo no le deja hacer política, sino que no le permite ni hablar en un off que se convierte en una bomba de relojería. Quizá Feijóo no dijo nada que a él le parezca raro, pero cuando la posición pública y la privada están tan alejadas se ve la parte más hipócrita de la política. El “se sabrá todo” de Puigdemont tuvo un efecto acelerador que precipitó a Feijóo a caer en su propia trampa.
El PP tiene un problema con Vox de que el error de las palabras de Feijóo solo ha empeorado. En las últimas elecciones generales, la ultraderecha obtuvo 80.000 votos en las cuatro circunscripciones gallegas, en torno al 5% de los sufragios. Hoy serían suficientes para amenazar a la mayoría del PP, lo que ha llevado a los propagandistas de la derecha a instar a la “obligada unión del voto constitucionalista”, en palabras de la editorial de La Razón del viernes.
¿Y la pensión quien la paga?
Abundante en la tradición clientelar del PP sobre una parte del electorado gallego, la Xunta comunicó, a 48 horas de las elecciones, por SMS, una subida salarial a todo el personal sanitario. Veremos en las próximas horas si el miedo al pensionista que se preguntaba quién le pagaría la pensión si perdía al PP pesa más que las ganas de cambio.
Los observadores aseguran que "hay partido". La candidata del Blog Nacionalista Gallego, Ana Pontón, se ha beneficiado de la firma de la paz dentro del espacio galleguista. Pontón aparece como una candidata presidenciable y aceptada más allá de sus filas. Una apuesta que tiene detrás la estrategia de un PSOE que le apoya sin disimular y con quien formaría gobierno.
En caso de igualdad de fuerzas, la gobernabilidad podría quedar en manos de Democracia Ourensana, una organización populista y antipolítica que suele tener voto oculto y puede hacer resultados sorprendentes.
Pedro Sánchez se juega menos que Feijóo y solo en positivo. Si su candidato terminara formando gobierno con el BNG, se vería reforzada la estrategia de la España diversa en la que apoya –haciendo de la necesidad virtud– su gobierno. La carambola sería histórica.