Veía las imágenes del incendio en el vagón de la R3 entre Manlleu y Torelló y me venía a la cabeza el ministro Puente diciendo: "El tren vive en España el mejor momento de su historia". Veía a la gente huyendo por la vía y le oía diciendo: “Lo repetiré por si no me han sentido bien: el mejor momento de la historia”. El maquinista confesaba que se había puesto muy nervioso, y una pasajera explicaba que había gente mayor que no podía saltar la distancia entre la plataforma del vagón y el suelo. Y oía el ministro diciendo: “¿Son masoquistas los españoles? Los españoles suben al tren porque están satisfechos con el servicio que se les presta”. Mentiras, muchas; disculpas, ninguna. Total, la región del noreste queda muy lejos del kilómetro cero. Aparte de ser unos inútiles totales, ministro Puente, como ya escribí aquí en agosto, tienen muy poca vergüenza política.
Por la tarde el presidente Isla decía en el Parlament que una persona de su talante sólo apoyaría tres revoluciones: la del buen gobierno, la de la normalidad y la del respeto. ¿Y quién no? Pero el trato que reciben los pasajeros de Cercanías es propio del mal gobierno, de la anormalidad y de la falta de respeto. Y si ampliamos el zoom, ninguna de las causas que desataron la desafección, primero, y el Proceso, después, han sido solucionadas. Se entiende el deseo político y personal del presidente de pasar página y contribuir con el tono a rebajar tensiones. Pero la realidad es tozuda, y cuando se incendian catenarias y el interior de un vagón, y son más los días con incidentes que sin incidentes, nos conformaríamos con que los trenes de Cercanías a Catalunya funcionaran normalmente. Esto sí que sería una revolución, presidente.