La internacional ultra


BarcelonaUno de los efectos interesantes que tiene la llegada de poderes pretendidamente fuertes –de inspiración macho, que se entiende más fácil y resulta más certero– es el proceso de cambio que se produce en la opinión pública general. Ver cómo varía la conversación y cómo se mueven las líneas rojas del debate más allá de lo que había sido el terreno de juego establecido.
El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos está acelerando en Europa un proceso de empoderamiento de sus secuaces y una silenciosa adaptación de muchos otros. Una adaptación o silencio imprescindibles para que cambie el marco donde se ponen los límites de la conversación pública y se dé respetabilidad a algunas posiciones. Si Trump habla de convertir Gaza en un Port Aventura, salta por los aires la conversación seria sobre la solución de ambos estados y si acaba con las políticas de discriminación positiva, y con trompetería y naturalidad se habla de abandonar los objetivos de favorecer la diversidad en países que están a años luz de la diversidad conseguida en EE.UU. con las políticas de discriminación positiva.
El empoderamiento de la extrema derecha en Europa es especialmente vistoso con el aquelarre de este fin de semana en Madrid. Obviamente, los partidos de extrema derecha en Europa ya estaban antes de Trump, pero hoy reivindican su voz y su fuerza parapetándose detrás de un gatillo que tuitea desde la Casa Blanca.
El hombre de Trump en España es Santiago Abascal, quien en condición de nuevo presidente de Patriotas por Europa, el tercer grupo parlamentario de la Eurocámara, ha recibido a sus aliados: la francesa Marine Le Pen, el húngaro Viktor Orbán, el neerlandés Geert Wilders (PVV) y Matteo Salvini. La proximidad de Salvini confirma la ruptura de Vox con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni (Hermanos de Italia), convertida en la ultra respetable para buena parte de la derecha tradicional de la UE. Madrid, convertida en la capital europea de la ultraderecha, reúne también a ultras de Portugal, Estonia, Grecia, la República Checa, Austria y Polonia.
Populistas y xenófobos
Todos ellos tienen en común discursos populistas y xenófobos, contrarios a la Agenda 2030, la comunidad LGTBI, los inmigrantes y el proyecto europeo. Su buena nueva es que la edad de oro de Europa, dicho al modo trumpista, está por llegar y que ni la derecha tradicional ni la socialdemocracia responden a los problemas sociales. y ridiculizan a la izquierda: "Woke is broke".
Parafraseando al Make America Great Again (MAGA), los ultras de Europa hablan por boca de Elon Musk cuando insta al Make Europe Great Again (MEGA), como si hubiera habido nunca una Europa ideal, que obviamente no concretan a qué época del s. libertad que niegan a los que no piensan como ellos. La internacional ultra sale de la nada. Hoy en Europa tenemos 19 millones de votos ultras expresados en las últimas elecciones a la UE. sorpasso a la derecha tradicional. En Italia ya lo han conseguido y en Francia no están lejos. Se han alimentado de frustración, incertidumbre económica y xenofobia.
Los ultras han detectado el miedo y se han hecho suyo el tema de la inmigración y la seguridad con éxito. Atizando el miedo a la diferencia y asimilando inmigración a inseguridad. Y han logrado algo: detectar el malestar y darle una solución fácil. La amenaza es lo distinto. Aquel que cambia la fisonomía blanca de nuestras ciudades. ¿Y quién puede combatirlo si hacen creer que las fórmulas tradicionales, en teoría, no han funcionado bien? Los partidos tradicionales están amenazados por la apropiación del discurso de la ira, el agravio y el odio al distinto. Hay dos actitudes que amenazan a la democracia: que los partidos tradicionales compren el marco mental ultra y que abandonen el debate sobre temas fundamentales por miedo.
La necesidad de debate también la tenemos en Cataluña, y hay que dejar claras las posiciones. Cataluña es y será un país de inmigrantes. Debemos poner las condiciones para la integración, que vendrá de la mano de la capacidad de acogida y de la prosperidad económica. La inmigración no es debatible. Está aquí y forma parte de nuestra sociedad. Es una riqueza cultural, social y económica. Sería una desgracia que bajo la presión de Aliança Catalana se filtrara una visión esencialista o etnicista del país.
Catalunya está hecha de antiguos, viejos, nuevos y novísimos catalanes.