Hoy hablamos de
El viento de mistral hará que vuelvan a aparecer nubes lenticulares en muchos lugares.
28/02/2025
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Sí, hoy comienza el mes que mata a la vieja al borde del fuego y la joven si puede… Es el dicho que todo el mundo sabe o que quizá sabía. Porque ahora ya todo es distinto. Las palabras y dichos se pierden como se pierden tantas otras cosas. Lo que no se pierde es el jolgorio y, por tanto, el Carnaval sigue bien vivo. La gente se disfraza de lo que no es o de lo que quisiera ser. Se hacen rúas y carrozas a imagen y semejanza de otros lugares y de otros países. Sobre todo se imita el Carnaval de Río de Janeiro y sus traducciones nostrades, Sitges, Vilanova… Ahora mi pueblo, Sant Feliu de Guíxols, hervor de emoción y de nervios. Desde Navidad que la gente ensaya coreografías y se acaban de dar las últimas patadas en los trajes. Y quien dice patadas, dice pinceladas de cola, porque, ¿quién hay que todavía cose? Los grupos del Carnaval ya están casi a punto. Hay quien hace vacaciones porque tiene que conducir una carroza, hay quien hace porque tiene que poner la música en su pandilla… Empieza el jolgorio, la barrila, el desenfreno. Que debería durar poco, porque el próximo miércoles comienza la Santa Cuaresma. Es Miércoles de Ceniza y los cristianos irán a la parroquia para que les hagan la huella de ceniza en la frente (pulvis eris et in pulverem revertidos, eres polvo y polvo te devolverás) y empezarán los cuarenta días de penitencia que llegarán hasta Semana Santa. El jueves de antes de este Miércoles de Ceniza es o era Jueves Lardero. Uno debía aprovecharse de que todavía se podía comer cerdo, y en la mesa aparecían las tortillas de butifarra, la butifarra de huevo y las tortas de grasas. ¿Ahora ya quién lo celebra? Y si alguien lo hace es una mera celebración residual, cultural, tradicional, digamos cómo queramos, pero sin ningún sentido. ¡Porque si es que todo el año comemos de todo el día que queremos! Sea jueves o viernes.

El jolgorio será impresionante. Las rúas irán de un pueblo a otro, de Sant Feliu a Platja d'Aro, de Santa Cristina a Calonge... Música (es un decir) y un torpe meneo de caderas. Ritmos forasteros, salsa, samba, vete a saber qué. Pero marzo marzoo se encargará imprevisible de esparcir lluvia y viento, frío y desesperanza. Serán unos días enloquecidos. La gente se lo pasará bien o lo hará ver, porque es obligación pasárselo bien. Ahora es la época del hedonismo, y el placer es la razón última de todo. Pero un día el Carnaval acaba. Bien, ahora ya el Carnaval nunca acaba, dura todo el año. Porque cuando acabe este Carnaval de la juerga por las calles, del ruido insoportable, de los disfraces extravagantes y el alcohol desmedido, empezará el carnaval del verano, el desfile descuidado de cuerpos oleosos y fiestas mayores, aún con más ruido. Las multitudes de gente pálida cuando llegan, se van chamuscadas. Llenarán las playas hasta extremos impensables, tanto que pronto deberemos pedir cita previa para ir a bañarnos. Este carnaval del verano, del que viven la mayoría de pueblos de la costa, durará mientras el calor y el sol lo permitan.

Josep Carner escribió, cito de memoria, que el aliento de marzo nos llena el corazón de dudas y quimeras. Todos vivimos, sea marzo o no, entre dudas y quimeras y miramos la forma de convivir con ellas. Pasan los días, meses, años, y nos hacemos viejos. Y el mundo no deja de sacudirnos con sus sorpresas. Torrentadas o guerras, cambios climáticos o políticos. Ésta es otra rúa. Con el disfraz de la muerte, y con el estruendo de las bombas.

Dudas y quimeras, decía Carner. Es nuestro presente. Dudamos de todo, no sabemos qué va a pasar, cómo va a cambiar el mundo. Nosotros, la mayoría de la gente, vivimos llenos de dudas. Pero, ¿y las quimeras? Las quimeras son de quienes mandan, sobre todo de quienes pueden decidir las guerras e incluso los cambios climáticos. Ahora se llaman Trump y Putin, con sus colaboradores, como Elon Musk y todos los oligarcas rusos. Todos lo sabemos y no podemos hacer nada.

A mí me gusta el mes de marzo, lo confieso. Porque es imprevisible, porque hace viento. Porque puede hacer frío. Pero sobre todo porque lleva escondida la promesa del buen tiempo, de la primavera. Y puesto que he hablado de Carner, él también veía en marzo los indicios del buen tiempo. Pienso en ese poema pequeño que lleva por título precisamente Indicios: "El sol calienta un poco / él que era un débil calor. // Una volva se extasia, / la primera luciérnaga vivo. // Helada de ayer regala / al grumo que era cautivo. // Y en el árbol sin ninguna hoja, / todo rechazo y cicatriz, // rayas y nudos laten' con fuerte."

La fe del árbol en verano es importante. Sin fe, somos almas muertas.

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