Miedos demográficos

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Manifestación contra la extrema derecha en Berlín, el pasado 3 de febrero.

Inmigración. Alemania ve cómo los discursos y la simbología de su historia más oscura vuelven a encontrar un espacio propio, cada vez, más relevante. El fascismo como amenaza ha movilizado a la calle con cientos de manifestaciones en todo el país durante el mes de enero. Las revelaciones periodísticas, sobre una reunión secreta celebrada en noviembre de 2023 donde representantes del partido Alternativa por Alemania (AfD) y movimientos neonazis discutieron un supuesto plan de “remigración”, para la expulsión de migrantes, ha sido la confirmación definitiva de una tendencia que se había ido haciendo más evidente: el éxito electoral de AfD ha ido acompañado de una radicalización cada vez más desacomplejada de la formación de extrema derecha. Lo mismo ocurre con el austríaco Partido de la Libertad (FPÖ) que se encamina a conseguir ser primera fuerza en las elecciones federales del próximo mes de octubre.

El supuesto plan que se habría planteado en este encuentro de noviembre preveía la deportación de "tres grupos de inmigrantes", según ellos "los demandantes de asilo", los "extranjeros con permiso de residencia" y los ciudadanos con pasaporte alemán que no se haya integrado. Es decir, todo el mundo; cualquiera extranjero no sólo por origen, sino por costumbres. Elotro tiene cada vez un significado más amplio.

Alteridad. En la segunda vuelta de las presidenciales francesas de 2022, Marine Le Pen llegó a sumar más del 41% de los votos. Sus mejores porcentajes -allá donde logró el apoyo de más del 50% del electorado- fue, sobre todo, a poblaciones pequeñas y con tasas de inmigración muy bajas. A medida que Reagrupament Nacional, el partido de Le Pen, ha ido ganando apoyo electoral en las zonas rurales y periurbanas donde hay mayor concentración de población migrada el discurso delamenaza se ha tenido que ir modulando.

El imaginario del miedo se nutre de la desconfianza hacia lo que no conocemos; y del miedo a perder lo que siempre hemos conocido. El miedo a la desaparición del propio mundo.

Dice el pensador Ivan Krastev que en la Europa pospandemia la política ya no se estructura en torno a la tradicional oposición ideológica entre la derecha y la izquierda, sino que lo hace alrededor imaginarios apocalípticos contrapuestos. Uno de esos imaginarios es la crisis demográfica y el miedo a la desaparición como colectivo. “El miedo a que desaparezca mi pueblo”, escribe Krastev en el Anuario de CIDOB. Es el miedo a las mayorías a los cambios acelerados de este mundo globalizado.

Construcción. La fuerza electoral se ha convertido en influencia legislativa. Así lo demuestra el endurecimiento normativo que comporta el pacto europeo de inmigración y asilo, la polémica ley francesa que la propia Le Pen reclama como una “victoria ideológica” propia”, o el debate en Reino Unido con el desafío judicial a los acuerdos del gobierno de Rishi Sunak por expulsar a los demandantes de asilo hacia Ruanda.

El politólogo Cas Mudde explica perfectamente cómo la diversificación estratégica -ligada a la normalización política y electoral de la derecha radical- es el rasgo más definitorio de esta cuarta ola de la extrema derecha que estamos viviendo actualmente. Pero también es el resultado de la construcción de una imagen de sociedad y de una idea de identidad que reniega de uno de los rasgos cada vez más característicos de las sociedades contemporáneas: la inmigración.

A principios del siglo XX, los europeos representábamos el 25% de la población mundial; en 1960 ya sólo éramos el 11%. Hoy rozamos el 6%, y bajaremos al 4% en 2060. La amenaza demográfica que pesa sobre la UE es la de la irrelevancia global.

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