Cada vez seremos menos. Esto nos dice un estudio de The Lancet, que da claves de la fertilidad a escala mundial, regional y nacional, con proyecciones hasta el año 2100. En quince años 155 países perderán población y hacia el 2100 esta situación la viviremos a escala global. Es una tendencia que parece difícil detener. Y que no habíamos visto antes. Sólo durante la peste negra, pero entonces fue por un aumento repentino de muertes, no por una caída sostenida de nacimientos. Tenemos menos niños y niñas y poblaciones cada vez más envejecidas.
Estamos acostumbrados a crecer tanto en sentido económico como demográfico. Y la caída de la población puede suponer importantes problemas. Para garantizar el relevo generacional, cada mujer debería tener, en promedio, 2,1 hijos. Es lo que se llama tasa de reemplazo. Y actualmente en Cataluña tenemos 1,1. Además, llevamos casi cincuenta años sin estar por encima de los 2 hijos de media. Es un problema de las sociedades más ricas. Si miramos a los países con mayor renta per cápita, prácticamente todos tienen una tasa de fecundidad por debajo de estos 2 hijos por mujer.
Esto cambia las coordinadas políticas. Nuestros sistemas de protección social fueron diseñados en un momento en el que la población no paraba de crecer. Había muchas personas trabajadoras oa punto de trabajar, tanto por el aumento de la población como por la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Se crearon así, en gran parte de Europa, estados de bienestar basados en la solidaridad. Tú aportas al sistema, a partir de cotizaciones sociales, para pagar las pensiones actuales, confiando en que en un futuro, cuando a ti necesites, los trabajadores del momento pagarán la tuya.
Con las pirámides demográficas de esos momentos, eran varias las personas que, trabajando, sostenían cada una de las pensiones de jubilación. Pero ahora esa relación se va invirtiendo. Esto implica repensar el sistema de pensiones, alargar la edad de jubilación, aumentar las cotizaciones a los trabajadores, reducir pensiones y aumentar también la deuda pública. Pero sostener las pensiones sólo es uno de los problemas que supone la caída de los nacimientos. Hay mucho más en las políticas educativas, de cuidados, de mercado laboral y familia, entre otros.
Pero, antes de buscar soluciones, debemos preguntarnos: ¿por qué han caído tanto las tasas de fecundidad? Es un proceso habitual que, cuando los países se enriquecen, el número de hijos baje. Las mujeres tienen más oportunidades en el mercado laboral y también más capacidad de elegir cuando –o sí– quieren tener hijos. Las familias también pueden querer garantizar más oportunidades a sus hijos e hijas, por lo que, teniendo en cuenta los altos costes de la crianza, optan por tener menos.
El problema de verdad es que, según las encuestas, son muchas las mujeres de todo el mundo que quisieran tener más hijos de los que tienen. En España, el 20% de mujeres de más de 40 años con hijos habrían querido tener más, y de las que no tenían casi la mitad hubieran querido. Y mencionan causas económicas, laborales o de conciliación por no tenerlos. Y, sobre todo, conseguir una vivienda digna. Es decir, los jóvenes actuales deberían tener más hijos para poder pagar las pensiones del futuro, pero no pueden permitírseles. Y las tasas de pobreza de las familias con hijos son casi el doble de las que carecen de ellas. Tener a niños, hoy, es una decisión de riesgo.
Es necesaria más inversión en infancia y prestaciones económicas y políticas que contribuyan a la conciliación ya la igualdad de género. Pero la mala noticia es que, aun llevando a cabo estos cambios, el problema de la caída de la natalidad no se soluciona fácilmente. Países como Suecia tienen hoy una tasa de fecundidad por debajo de los 2 hijos por mujer. Lograron aumentarla después de fuertes políticas de familia, como las bajas remuneradas, pero ahora se encuentran alrededor de 1,6 hijos, como en EE.UU. Crecer económicamente supone, desgraciadamente, tener menos hijos, y por eso podemos encontrarnos ante un problema sin solución.
Algunos entienden que la inmigración es la respuesta, pero nos encontramos en máximos históricos de llegada de gente de afuera y la situación de la baja fertilidad no acaba de mejorar. Es probable que sea necesario repensar nuestros mercados laborales, políticas de innovación y productividad, además de sistemas de pensiones y cuidados, adaptándolos a una población decreciente y cada vez más envejecida. Por ejemplo, potenciando la educación y el capital humano. Y utilizar los avances tecnológicos, como ha ocurrido en muchos momentos históricos, para producir más y, sobre todo, mejor. Seremos menos pero podemos ser más productivos.