

En unos días hará tres años de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Entonces no podíamos mirar a otro lado. De repente todo se llenó de una multitud de opinadores, pretendidos expertos en el conflicto o en alguno de sus protagonistas, o en todos, levantando una palabrería ensordecedora que se mezclaba con las voces de los verdaderos expertos, que afortunadamente también estaban allí. Se hablaba de la ciudad mártir de Mariúpolo, de la masacre de civiles en Butxa y de las imágenes macabras de los cadáveres abandonados en las calles. Los medios reproducían constantemente testimonios de personas que, de un día para otro, lo habían perdido todo. Putin se convirtió en el malvado por antonomasia. Supimos de tropas mercenarias, del siniestro Grupo Wagner y de otras bandas paramilitares formadas principalmente por criminales de extrema derecha. Según Putin y sus ministros, la guerra debía ser rápida. Se puso en marcha el marcador de muertos en uno y otro bando. Tres años después, la guerra ha causado decenas de miles de muertos (las últimas cifras hablan de 46.000 muertes en Ucrania; Rusia siempre ha escondido su número de muertos) y también una crisis de refugiados de la máxima magnitud, con 6,5 millones de refugiados en otros países y otros 3,7 millones que se han desplazado.
Además, la guerra ha causado una importante torsión geopolítica. En diciembre Zelenski daba la bienvenida a Donald Trump ("Welcome, Donald", dijo literalmente) y le adulaba como "un hombre fuerte" que seguro que sería capaz de comprender el sufrimiento de la población ucraniana. Zelenski insistió, ante el Parlamento Europeo, en la necesidad de que el nuevo gobierno de Trump estuviera presente en la mesa de negociaciones de la paz en Ucrania, aunque estuviera al riesgo de minimizar el papel de ', para nosotros las únicas garantías reales en el futuro están en la OTAN". Era una manera de insistir en la voluntad de Ucrania de ser acogida por el atlantismo, solicitando de paso el visto bueno del devuelto sheriff de Washington.
Debió de ser un ejercicio de posibilismo, pero lo que Zelenski no calculó era que fueran Europa, y Ucrania misma, las que no estuvieran en la mesa de negociaciones. Que lo que haría "el hombre fuerte" Trump sería ponerse de acuerdo con Putin para que se quede con el Donbás y con todo lo que le parezca conveniente mientras bloquea la entrada de Ucrania a una OTAN a la que, por otra parte, acudió sólo para insultar y menospreciar a Europa, con la aquiescencia de un presidente de la OTAN, cowboys trumpistas. Aunque el desenlace de la guerra pasaría por una fiebrosa carrera armamentística, impulsada también por Trump, que afectará también a la Unión Europea. Pedro Sánchez ya ha empezado a hacer los deberes que le pusieron en la cumbre de París: "España debe invertir en seguridad y defensa..." Tres años después, acertaba quien pensara que el inicio de la invasión era el primer toque de trompeta en Jericó.