El martes, en TV3, Noches sin ficción emitía Puig Antich. El libro rojo, el documental que encontrará en la plataforma 3Cat como un doble episodio. Reconstruye la detención, encarcelamiento y condena a muerte del anarquista Salvador Puig Antich, ejecutado por el régimen de Franco en 1974. La revisión del caso se centra, sobre todo, en las irregularidades del proceso y aporta un documento nuevo. Un informe que demostraría que en la sala de deliberaciones del consejo de guerra había micrófonos. El título del documental hace referencia a un álbum encuadernado con tapas rojas que una de las hermanas, Carme, hizo copiar y religar con la extensa recopilación de prensa de lo que se publicó en torno a Salvador. El libro adquiere, también en su relato televisivo, un valor simbólico. La hermana eligió el rojo por el color de la sangre y, en cierto modo, aquella recopilación de noticias servía para dejar constancia de los hechos de una forma más tangible, para hacer presente a su hermano. El documental mantiene ese espíritu. Puig Antich. El libro rojo comienza en el aeropuerto, recibiendo a Monique Puig, sobrina del protagonista e hija de su hermano mayor, Joaquim. Vuelve de Estados Unidos, donde vive, para tratar de reconstruir y entender la dimensión de la historia de su tío. Es un rol muy bien incorporado porque sirve como detonante de la narración y representa esa mirada lejana para descubrir una historia. Es también quien toma el relevo de Joaquín en este encuentro familiar para hablar del protagonista ausente. Las hermanas Puig Antich se convierten en un cuarteto muy potente como relatoras. Tienes cuatro percepciones muy cohesionadas, lo que da solidez a la reconstrucción de los hechos. La potencia del grupo femenino (que en cierto modo se ha convertido en emblema de resiliencia) acentúa la ausencia de los hermanos que faltan.
En el documental también participan las personas vinculadas al proceso judicial y la investigación del caso. Y entre todos tejen un relato que tiene dos aspectos clave. Por un lado, la demostración de las irregularidades premeditadas en el trabajo judicial y policial. Por otro, se hace evidente la impunidad del régimen de Franco, las temeridades de una dictadura cruel y chapucera. Los testigos también hacen emerger el dolor y la emoción que todavía conlleva la historia y revivir los hechos.
El documental tiene un final muy potente: Tomàs Gil, policía e hijo del responsable del operativo policial vinculado a Salvador, se encontrará con las cuatro hermanas Puig Antich. Él tiene el recuerdo doméstico de esa ejecución a través de su padre. Individualmente, asume un rol modesto y simbólico de reconocimiento y reparación. Pero, además, trae a las hermanas una pieza del rompecabezas que les falta: un detalle que captó de una conversación de su padre sobre la actitud de Salvador Puig Antich segundos antes de ser ejecutado en el garrote vil. “Lo siento mucho”, añade después de contarlo. La escena es dolorosa. La cámara nos muestra los rostros conmovidos de las cuatro hermanas. Imma tiene un escalofrío y Carmen se tapa la cara con la mano y llora. Un final impresionante, porque supone revivir una atrocidad desde la sensibilidad y la dignidad y no desde la sordidez. Y sirve para demostrar el daño irreparable que provoca la desidia de un país por reconocer las barbaridades y mentiras de la dictadura.