

"No nos sentiríamos incómodos porque no vamos a hacer amigos; tenemos intereses comunes". La frase es de Jordi Aragonès, secretario de estudios y programas de Aliança Catalana, preguntado por este diario sobre si aceptaría integrarse en la misma alianza europea en la que está Vox. La noticia ha irritado a los simpatizantes del partido ultra, porque evidencia que el interés político podría llevarles a aceptar un entendimiento con un partido ferozmente anticatalanista como el de Abascal y compañía. De hecho, Aragonès sugiere que en todo caso serían los de Vox quienes les vetarían a ellos.
Escribo al respecto porque, en X, la noticia ha merecido una de sus infamas "notas de la comunidad" que dice: "Este titular es falso. Tal y como se menciona en el mismo artículo, el hecho de que Aliança Catalana y Vox compartan grupo se basa en una opinión y especulación del redactor". Hombre, pues no. El titular se basa en la declaración de Aragonès y es obvio que habla de una eventual entrada de los de Orriols en el Parlamento Europeo. Puede parecerles que la pregunta a su secretario de estudios es capciosa, pero es que resulta que uno de los trabajos de los periodistas es evidenciar las contradicciones de los agentes políticos. Pueden protestar por la orientación del artículo, e incluso acudir al Defensor del Lector, si lo consideran. Pero, en cambio, han elegido un camino espurio: generar una nota de la comunidad que sí es falsa, como puede comprobarse leyendo el artículo. Y ese es el drama del barro bajo el yugo de Elon Musk: cualquier grupo mínimamente organizado puede desacreditar una información sin que una tercera parte independiente la revise, ya que el multimillonario se ha cargado —pregúntese por qué— los verificadores independientes. Esto causa una indefensión evidente de los medios, que es, claro, exactamente lo que busca Musk para seguir construyendo su gran burbuja comunicativa autárquica.