Los costes de la mala relación entre Junts y el PSOE


La relación entre Junts y el PSOE, basada en una comprensible desconfianza que se remonta al Proceso, ha sido la tónica de una legislatura que, sin embargo, ha ido avanzando con penas y trabajos. Nunca hasta ahora, el voto negativo a un decreto del gobierno por parte de los junteros (y también el PP y Vox, pero eso es más lógico porque ellos tienen como único objetivo derribar al gobierno Sánchez) había tenido un efecto práctico tan negativo en los intereses de los ciudadanos. Hacer decaer el famoso decreto ómnibus del PSOE, donde existían decenas de medidas y cambios legislativos no consensuados previamente, ha tenido como consecuencia el encarecimiento inmediato del transporte público, por ejemplo en los abonos de Renfe. Una subida de precios que en los próximos días puede hacerse extensiva a la red de metro. Y si no se encuentra una solución antes, el próximo mes los pensionistas cobrarán menos, ya que también ha caído la revalorización de las pensiones.
Juntos reclama ahora la presentación de un decreto sólo con las pensiones y el transporte y garantiza su voto favorable, pero el PSOE, donde había caído muy mal la jugada de la cuestión de confianza, parece ahora decidido a hacerlos pagar un precio elevado por su voto junto a la derecha y la extrema derecha. El propio Pedro Sánchez ha acusado hoy a los tres partidos de provocar "dolor social" con su voto en el Congreso. Unas palabras gruesas que podrían hacer pensar que la relación entre ambos partidos está al borde de la ruptura. Pero no es exactamente así. Lo que parece es que ambos buscan desgastarse mutuamente para conseguir sus objetivos políticos, que en el caso de Junts pasan por la aplicación práctica de la amnistía, la oficialidad del catalán en Europa y la transferencia de las competencias en inmigración, mientras que el PSOE lo que quiere es mantenerse en el gobierno sin tener que sufrir costes excesivos. Sin embargo, desde fuera los ciudadanos asisten a un espectáculo lamentable de dos partidos peleándose, y en el que, en este caso concreto, actúan como rehenes de la negociación política.
Hay que pedir a los dos partidos que busquen una manera de relacionarse más constructiva, porque de lo contrario estarán haciendo aumentar una desafección que sólo beneficia a la extrema derecha. El PSOE debe cumplir sus compromisos y cambiar la forma de gobernar, ya que no es la primera vez que utiliza la estrategia del decreto ómnibus para poner a sus socios entre la espada y la pared. Pero Junts también debe calibrar muy bien el impacto de sus decisiones, y sobre todo decidir y comunicar sin tapujos qué papel quiere jugar en Madrid. Porque la oportunidad que tiene ahora de ser interlocutor de ciertos sectores sociales y económicos puede perderla si acaba propiciando un gobierno del PP y Vox.
La conclusión es que, pese a todo el ruido, ambos partidos, PSOE y Junts, están condenados a entenderse. Por eso sería recomendable que dejaran de jugar a este tipo de juego del gallina constante, que, tal y como se demostró en el Proceso, suele acabar mal.