El pasado domingo, Albert Om entrevistaba a Emma Vilarasau en este diario. Durante la conversación, hablaron de cómo afrontar el paso del tiempo. La actriz cumplirá 66, pero ya les daba por hechos, como si se hubiera descontado, como si, año arriba, año abajo, no viniera de varios meses. Aquellas reflexiones en torno a la edad me transportaron a otra entrevista que aún perduraba en mi memoria. Se lo había hecho Carles Capdevila en el 2012. Entonces, Emma Vilarasau hablaba de llegar a la cincuentena. En ese momento, a mí todavía me quedaba un poco por hacer los cuarenta, pero viendo que la cosa empezaba a subir, tuve curiosidad por saber qué me encontraría más adelante. Y me gustó tanto, que las previsiones de Vilarasau me sirvieron para mirar con más optimismo lo de hacerse mayor. Es más, influyeron en la dirección en la que había que avanzar.
En el 2012, con 53 años, la actriz decía en Capdevila: “La ventaja es que llevas un largo recorrido, te sientes segura con muchas cosas, has consolidado partes de tu carácter, las que te gustan. Y las que no te gustan y no las has solucionado las tienes localizadas, eres más tolerante contigo misma, relativizas más e intentas ser tan feliz como puedes”. Contaba que había hecho un pacto consigo misma: “Nunca estarás donde no quieras estar, ni con quien no quieras estar”. También hablaba de cómo los cincuenta, para las mujeres, podían ser una edad jodida: “Ya no eres deseable pero tampoco eres una abuela”, decía recordando que, en muchos ámbitos, es una etapa de la vida donde las mujeres desaparecen de la sociedad.
Confieso que ahora que me quedan seis meses para cumplir los cincuenta, el panorama vital que retrató a la actriz me ha sido útil en el camino para llegar. Ha aportado una dosis de optimismo: si el objetivo es el que describía Vilarasau, vale mucho la pena celebrar medio siglo de vida.
En la entrevista que el pasado domingo le hacía Albert Om, la actriz volvía a ser muy clara en la actitud vital que mantenía a mediados de la década de los sesenta: “Empiezas a pensar que tienes que ir a lo esencial, que debes saber quién eres, que ya no hay tiempo que perder con gente que no te interesa, con proyectos que no te interesan. Y yo, que he sido una persona insegura toda la vida, lo que piensen los demás ya me da igual”. Expresaba la prioridad de dejar atrás una sensación de insatisfacción constante que le había perseguido durante muchos años, parecía harta de escrutar sus propios defectos. Sin perder el espíritu perfeccionista, tenía ganas de invertirlo en una dirección más enriquecedora y positiva. Reivindicaba el tiempo y la sensibilidad para afrontar su día a día y, sobre todo, seguir explorando el terreno con la sabiduría que le ha dado la experiencia: "Quiero sorprender y sorprenderme". Esta perspectiva de género a la hora de explicar el proceso de hacerse mayor permite, además, interpretar mejor cómo, a las mujeres, el contexto social a menudo nos ha hecho más abrupto el viaje.
Las palabras de Vilarasau siguen dibujando una ruta bastante esperanzadora, aunque en ningún momento la ha pintado como un proceso sin obstáculos.
Hace doce años, Vilarasau decía: “Tampoco pienso que lo que tengo que decir yo tenga ningún tipo de interés, no ayudaré a nadie a vivir mejor, ni siquiera distraeré a los lectores”. Pues sí, sí tiene interés y sí ayuda. Porque cuesta encontrar referentes que tengan ganas de hablar del proceso y las dificultades de madurar. Y genera tranquilidad encontrar a una mujer que transmita un optimismo sincero y realista con lo que nos tiene que venir.