La nomenclatura de la metaderecha

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Manifestantes encendiendo bengalas, una de las estampas más características de la manifestación del 11 de noviembre.

El fantasma que recorre la Europa del primer cuarto del siglo XXI no es el del comunismo que Marx y Engels sacaron a pasear al final de la segunda mitad del XIX: es el del otro lado del bulevar de los espectros, la extrema derecha que campa por gobiernos de Europa, lo que resulta colonizar la representación política del Consejo de la Unión Europea y que, hasta la dramaturgia sacrificial de hace cuatro días, controlaba seis autonomías españolas.

Entre los liftings que se han ido haciendo para distanciarse de incómodos antecesores nazis, fascistas y franquistas, y los cambios de correlaciones de fuerzas que felizmente impiden que se reencarnen con el ensañamiento que les precedió, los lenguajes buscan nuevas palabras , porque aplicar significados nuevos a las palabras viejas o duele a los ojos e incluso puede terminar en tribunales amigos, o directamente hace temblar. Y para complicarlo a la catalana –como no podía ser de otra forma– resulta que el independentismo también tiene a los monstruos que crea el sueño de la razón que pintó Goya y cantó Luis Eduardo Aute.

Hay una metaderecha y está configurando nomenclatura nueva, por decirlo con dos neologismos –uno admitido y el otro que me empujo– que, en sí mismos, nos connoten de entrada que están aquí pero vienen de la historia . Los lectores del ARA son sensibles a la cuestión. Venanci Saborit me traslada preguntas retóricas que van al tuétano de los lugares semánticos más acristalados, cuyo titular podría ser “¿Toda la extrema derecha es igual?” y unos párrafos sobre los límites a la acogida, la inmigración y su relación con el fracaso escolar, el índice de criminalidad o la percepción islámica sobre la mujer. Concluye: "Me gustaría un planteamiento más complejo, rico, objetivo, documentado, profesional y menos "ideológicamente buenista" del ARA". Por su parte, Gianni Ruggiero expone que, como seguidor de la política, tiene interés en conocer los nuevos partidos que van surgiendo, y acota que el ARA siempre describe a Alvise Pérez como de “ultraderecha”, a la vez que nos pregunta con qué criterio, cuando él considera que le sienta más “antisistema”, y cuál es el patrón que tenemos para definir “partido de ultraderecha”.

Responde a estas cuestiones el subdirector y delegado del ARA en Madrid, David Miró, con una dilatada experiencia profesional en este terreno, filólogo además de periodista, y profesor de periodismo político en la UPF: “Es cierto que el etiqueta extrema derecha cada vez incluye fenómenos más diferentes entre sí, pero en el ARA creemos que hay unos ingredientes básicos que son comunes y que nos sirven para mostrar una clara línea entre ellos y el resto. La principal es el discurso de odio hacia colectivos concretos, sean los catalanes, los inmigrantes, las feministas, los zurdos, los pobres, etc. Aquí incluimos Vox, Aliança Catalana y ahora también Alvise (en este caso hay un discurso antipolíticos en general que también encaja y que le emparenta con dirigentes como el salvadoreño Bukele). En el ámbito internacional también consideramos de extrema derecha a Giorgia Meloni, Marine Le Pen, Viktor Orbán, el partido Ley y Justicia polaco, la AfD alemana y los partidos identitarios escandinavos, flamencos, de los Países Bajos, etc. Y también Donald Trump, Javier Milei o Vladimir Putin. A veces utilizamos la fórmula populismo de derechas y también ultraderecha, aunque en este caso intentamos circunscribirlo sólo a grupos violentos. Es cierto que dentro de todo este magma hay posiciones más estatistas/nacionalistas, como Vox o el Reagrupament Nacional francés, y otras ultraliberales o incluso libertarias antiestado, como Milei. Hay partidos con base religiosa (la derecha cristiana norteamericana) y otros laicos, etc. Seguramente, en el futuro deberemos afinar cada vez más con las etiquetas, pero todos estos fenómenos tienen puntos en común y en ocasiones las fronteras no están claras, como en el caso de Isabel Díaz Ayuso, que a pesar de ser del PP tiene posturas cercanas a Milei y formas de hacer trumpistas, también”.

Miró considera que el debate sobre la gestión del fenómeno migratorio es legítimo y que el diario contrasta lo positivo con lo negativo, dejando claro que “no se puede establecer una relación directa entre inmigración y delincuencia porque esto estigmatizaría a todo un colectivo de forma injusta” y que, respecto al islam, “el ARA es un diario que defiende una sociedad laica donde la religión debe limitarse al ámbito individual”, considerando más ampliamente que “la libertad religiosa es un de los pilares de la democracia”.

Para abordar el tema con la máxima perspectiva posible, el Defensor ha pedido la opinión de dos académicos que conocen perfectamente la cuestión: los doctores Carles Viñas, profesor en la sección de historia contemporánea y mundo actual de la UB, y Rafael Grasa, profesor de relaciones internacionales en la UAB y expresidente del Instituto Catalán Internacional para la Paz (ICIP).

El doctor Viñas acota que "la principal diferencia entre extrema derecha y ultraderecha es que la segunda utiliza la violencia para alcanzar sus objetivos políticos, mientras que la extrema derecha no se lo plantea", en un abanico muy variado de un " entramado ideológico muy diverso”. Y concluye: “La inmigración (limitarla, así como la vinculación con la delincuencia) es uno de los temas primordiales del programa de la derecha radical populista europea del siglo XXI. También lo es la islamofobia, que ha sustituido el discurso tradicional del racismo biológico para, en el marco del nativismo y las corrientes identitarias, asumir la defensa de unos determinados valores occidentales a partir de la criminalización (por el chivo) del islam ”.

Según el doctor Grasa, "los partidos políticos suelen diferenciarse en función de aspectos de su ideario", siendo el más utilizado el eje izquierda-derecha, "que se centra en el tratamiento prioritario del valor de igualdad" y que arranca de la ubicación en el hemiciclo de los diputados en la Revolución Francesa. Concluye:

“El eje sigue vivo, como muestra el libro que Norberto Bobbio dedicó al tema en los años noventa. Existen otros criterios de distinción, como los de conformidad con la'statu quo (sistema o antisistema), o los derivados del recurso a propuestas fáciles para problemas complejos, (populismo). No son incompatibles con el eje izquierda-derecha. Según Bobbio, se distinguen cuatro grupos. 1. La extrema izquierda: movimientos y doctrinas a la vez igualitarios y autoritarios. 2. Centroizquierda: movimientos y doctrinas liberales e igualitarios. 3. El centroderecha: movimientos y doctrinas liberales y no igualitarios. 4. La extrema derecha: movimientos y doctrinas antiliberales y antiigualitarios. Partidos como Vox, Aliança Catalana o Se ha Acabado la Fiesta entran analíticamente en esta cuarta categoría”.

Quiero acabar destacando el periodismo valiente y de gran calidad sobre la ultraderecha aquí y en Europa –la de los fantasmas– que hace Jordi Borràs con sus escritos y fotografías. Narra y retrata a aquellos monstruos del sueño de la razón, en su caso con cita bien denotativa de Antonio Gramsci, que escribió su obra inmensa en las cárceles de Mussolini.

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