Cinco años de negociación: camino hecho y camino por hacer


Este miércoles cumplirá cinco años de la primera reunión de la mesa de negociación entre el gobierno catalán y el español. Después de años de represión y escalada del conflicto por parte del estado español (con la sentencia contra los presos políticos, los exilios forzados por la persecución y la apertura de cientos de causas judiciales), se producía un punto de inflexión y nos sentábamos cara a cara. Era el reconocimiento, tal y como después se ponía por escrito en el comunicado conjunto de ambos gobiernos, de "la naturaleza política del conflicto y que éste requiere una solución política". Iniciábamos una etapa que llevaría a la liberación de los presos y presas políticos, la eliminación del delito de sedición y, finalmente, a la aprobación de la ley de amnistía.
Dar los primeros pasos no fue fácil. Sentar a un gobierno español que pocos meses antes defendía el cumplimiento íntegro de la sentencia del Proceso y plantear solemnemente que nuestro objetivo era el ejercicio y reconocimiento del derecho a la autodeterminación no fue fruto de la casualidad. Fueron la movilización ciudadana y que los votos de Esquerra Republicana fueran decisivos para la investidura de Pedro Sánchez lo que generó las condiciones para el punto de inflexión. Se iniciaba un camino con resultados concretos, aunque no son suficientes hasta que no se encuentre una solución democrática al conflicto de soberanía entre Catalunya y el Estado.
Hoy, incluso los que desmerecían la vía de la negociación han pasado a asumirla y practicarla, lo que demuestra que era un camino posible y transitable, no exento de tropiezos ni de contradicciones. Queda para la reflexión de cada uno si hubiéramos podido avanzar más rápido y haber ido más lejos sin el cálculo partidista contra el que tuvimos que luchar permanentemente, también dentro de Cataluña.
Los logros alcanzados mediante la negociación con el Estado no son el fin de nada, pero sí metas. Y hay que decirlo. Es fundamental que nos reconozcamos las victorias, el camino recorrido y el trabajo realizado si queremos mantener la cabeza alta y seguir trabajando por nuestros objetivos. Hemos sentado al Estado a negociar, que no es poco. Quiero pensar que incluso quienes desprecian los pasos dados no preferirían que todavía hubiera presos políticos, o que los exiliados no tuvieran el horizonte tangible de la amnistía, pese a los intentos de dinamitarla. Quiero pensar que no preferirían que se mantuviera el delito de sedición o las causas contra tantos y tantos ciudadanos simplemente por defender el referéndum.
Ha merecido la pena el camino recorrido para dirigir el conflicto político entre Catalunya y España mediante la negociación, sí. Pese a las ofensivas partidistas por pervertirlo todo y los ataques desde los sótanos del Estado. Negociar era –y todavía es– una obligación y la mejor de las opciones posibles para romper una dinámica perversa y durísima contra Catalunya. Es la herramienta más potente para avanzar hacia el pleno reconocimiento político y la resolución del conflicto.
El 'a miedo ellos, el discurso del 3 de octubre, el 155 y la represión policial y judicial evidenciaron una animadversión de piel contra cualquier anhelo de la ciudadanía catalana y un miedo apocalíptico al quebranto de la unidad de España. Son los que nos decían que los presos no iban a salir, que la amnistía era imposible y que el Código Penal no se tocaría. Y estamos aquí. También son los mismos que dicen que la independencia nunca será posible.
El independentismo no debe renunciar a nada, pero debe saber leer bien cada momento. No mirando hacia adentro sino lo mejor para el país y para mejorar la vida de la ciudadanía. Pensar en la Cataluña entera, también en aquellos que no creen en la independencia, y convencerles. Tenemos mucha fuerza y lo hemos demostrado muchas veces, por eso no podemos seguir cayendo en espirales autodestructivas, pequeñas batallitas y pequeñas miserias. Deberíamos huir de una vez de los resentimientos digitales y las críticas vacías, como algunos hemos intentado siempre. Es el momento de construir. De reconstruir. De aprender de los errores, sumar complicidades y plantear caminos más sólidos.
Llevamos cinco años de negociación irregular y vaivenes diversos, pero hemos conseguido y aprendido mucho, y sin renunciar a nuestros principios. También hemos generado un espacio de confianza negociadora, esencial en procesos como éste. De hecho, es de justicia decir que sin el compromiso de la otra parte de la mesa, con su asumido desgaste, tampoco estaríamos donde estamos. Ahora bien, nadie puede entender el camino realizado hasta ahora como una tarea terminada. Queda mucho por negociar y la exigencia debe ser máxima. Ni el desgaste ni una lectura interesada de los resultados electorales pueden ser excusa para darlo por cerrado.
Interpelo a quienes realmente quieren resolver el fondo de la cuestión. A los que piensan que llevamos cinco años demasiado lentes ya los que creen que todo va demasiado rápido. No dejamos pasar esta coyuntura –seguramente excepcional– y apostamos por una mayor negociación conjunta y tangible. La aritmética actual, pese a unos resultados electorales que no nos gustan, paradójicamente nos da una oportunidad que no se puede desperdiciar, porque la alternativa ya sabemos cuál es. Que todos los actores digan la suya y dialogamos. Yo defenderé siempre mi posición: referendo e independencia. Aquí y en todas partes, y hasta que sea necesario.