En las últimas décadas, la definición que se ha ido haciendo del futuro del trabajo ha estado muy vinculada a la intensificación de la digitalización en todos los ámbitos de la vida social y productiva. La destrucción de puestos de trabajo ha sido una de las grandes preocupaciones del trabajo del presente y del futuro, con el agravante de la crisis económica que empezó a finales de la primera década de los 2000 y, lamentablemente, de la pandemia sanitaria y socioeconómica actual. La recualificación de las personas que han perdido el trabajo o están desarrollando tareas en peligro de extinción es una de las principales prioridades tanto de la agenda política como económica, europea e internacional. Así, han proliferado numerosos estudios y propuestas de actuación política y empresarial para identificar los sectores laborales que generan ocupación estratégica.
El digital ha sido considerado como el sector paradigmático del trabajo del futuro. De facto, es uno de los que continúan generando puestos de trabajo nuevos. Además, las previsiones de creación de empleo en este ámbito han quedado desfasadas porque no se había tenido en cuenta el impacto de las medidas de confinamiento de la pandemia del covid-19; en estos momentos, la creación de empleo en el sector digital es todavía más grande. Pero no tenemos que olvidar los errores de previsión en la “burbuja puntocom” o la “crisis 2.0” que llevaron a una sobreestimació del impacto económico del sector digital. Estos errores en las previsiones se han de tener en cuenta cada vez que formulamos estimaciones sobre el trabajo del futuro, puesto que muy posiblemente estamos ignorante factores socioeconómicos que afectarán su desarrollo y que las harán inválidas. Al mismo tiempo, una de las cuestiones que desde un punto de vista científico no se pueden permitir es no considerar elementos presentes en el mercado de trabajo, invisibles desde una mirada androcéntrica, que producen un conocimiento sesgado sobre el futuro del trabajo y sus propuestas.
Es en este punto donde ampliamos la mirada para incluir el trabajo de cuidados como sector de futuro. Ante una sociedad cada vez más envejecida, el trabajo en el ámbito de los cuidados de las personas es uno de los grandes nichos de mercado que no pararán de generar demanda de trabajo, a medida que la esperanza de vida vaya aumentando. Además, si salimos de las categorizaciones androcéntricas, los cuidados, como atención y/o responsabilidad de velar por el buen estado de alguien, incluye aquellos trabajos del sector sanitario y también social que se dedican a preservar y acompañar la vida de las personas. ¿Qué son si no los servicios esenciales que han sido y son claves para sobrevivir a esta pandemia?
Esta crisis sanitaria ha puesto en evidencia que sin el trabajo de los cuidados la sociedad se colapsa. Desde la limpieza, que con la desinfección ha sido la vacuna que hemos tenido hasta ahora, hasta el trabajo de las enfermeras y enfermeros, maestras y maestros de educación primaria y secundaria, cuidadoras y cuidadores de personas dependientes, médicas y médicos, no habríamos podido sostenernos colectivamente.
En los últimos años anteriores a la pandemia, la identificación de perfiles profesionales del futuro ha ido incorporando algunos aspectos en este sentido. Así, se ha identificado que entre las ocupaciones que quedaban más a cobijo de la destrucción de puestos de trabajo encontramos aquellas en las que la interacción social es un aspecto fundamental.
La pandemia sanitaria, además, ha sido un revulsivo que nos alerta de la vital importancia de preservar, dignificar y prestigiar el trabajo de cuidados, que ha sido tan precarizado. Por un lado, hace falta que su valor se traduzca en condiciones laborales, especialmente en los puestos de trabajo menos calificados, como el sector de la limpieza o de las cuidadoras, que en muchas ocasiones todavía permanecen en la esfera del trabajo informal y el no-trabajo. Por otro lado, cuando en el ámbito de las prioridades políticas se toman decisiones tácticas para salir de la crisis, no puede seguir pasando que desde una mirada patriarcal y clasista se opte por recortar los recursos de la sanidad pública.
Ahora ya no nos podemos permitir volver a la ceguera androcéntrica de ignorar el trabajo de cuidados cuando nos referimos al futuro socioeconómico. La pandemia sanitaria ha hecho visible la importancia del trabajo de cuidados como sector estratégico y necesario para el mantenimiento y la preservación de la vida, y para el funcionamiento de la economía y la sociedad. Está en nuestras manos darle el lugar de reconocimiento material y simbólico que merece, o bien continuar ignorando la vulnerabilidad y las necesidades de cuidados de cada uno de nosotros, despreciando a quien cuida y cura.
Lídia Arroyo Prieto es socióloga e investigadora del grupo Género y TIC (IN3-UOC)