La energía, si es limpia, cuanta más, mejor

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La energía, si es limpia , cuanto más mejor

La UE se ha comprometido a emisiones cero (en términos limpios) de gases con efecto invernadero. Como se hizo con el moonshot por excelencia, el proyecto de ir a la Luna antes de 1970, o con el de hacer unos Juegos Olímpicos en 1992, le hemos puesto fecha: 2050. Hay, sin embargo, dos diferencias. Una es que es mucho más importante: el fracaso de los otros proyectos nos habría afectado la autoestima, pero la vida habría continuado y nos habríamos recuperado. En cambio, si no cumplimos con las emisiones cero no evitaremos el desastre climático. La otra es que es mucho más difícil de lograr, puesto que no depende solo de disponer de dinero y de crear un ente ejecutor lleno de gente competente. Hace falta también una convicción muy mayoritaria en que el proyecto vale la pena: conseguir las emisiones cero dependerá, en parte, de la conducta individual y, en parte, de crear a través de la política un marco normativo exigente y democráticamente aceptado. Sin la complicidad permanente y activa de la ciudadanía no lo podremos hacer.

Imponerse objetivos bordeando lo imposible, con la idea de que cuanto más nos comprometemos, más acabaremos haciendo, es una mala praxis. Si no podemos tener la convicción de que el objetivo es serio, no haremos el esfuerzo. Preguntémonos, pues: ¿es un objetivo posible?

Si posible solo quiere decir que en el estado actual del conocimiento es factible lograr el objetivo actuando como haga falta sobre la economía, entonces es muy evidente que la respuesta es positiva. Podríamos -con impuestos o prohibiciones- encarecer el precio de la energía sucia de tal manera que sus emisiones bajaran drásticamente, sino a cero, a un nivel compensable con el uso de técnicas de captura de CO. Pero este sentido del término posible es inadecuado. No basta con un plan técnicamente posible, hace falta que lo sea socialmente y políticamente. No lo será si los cambios en la economía comportan menos consumo de energía y decrecimiento económico. No es nada probable que los ciudadanos acepten un empobrecimiento material permanente. Y excepto, quizás, para los países más prósperos, no sería tampoco legítimo pretender ni siquiera el estancamiento.

El reto es, pues, todavía más difícil, porque la pregunta sobre la posibilidad es ahora si con el estado actual del conocimiento podemos formular políticas que sean socialmente aceptables y que nos lleven a emisiones cero en 2050. Con seguridad esto tendrá que ser compatible con un aumento no menor del consumo de energía. Por lo tanto, el reto no es consumir menos energía sino consumir menos energía sucia. O, dicho de otro modo, el aumento de la producción de energías renovables tiene que compensar la disminución de la producción de energía sucia pero también el aumento de la demanda de energía que, a un precio razonable, se produciría en las próximas décadas.

Hay razones para el optimismo y para pensar que no nos tenemos que ver abocados a elegir entre dos situaciones infernales. Todo indica que el objetivo del 2050 es alcanzable de una manera políticamente realizable si se cuenta con un grado importante, pero realista, de complicidad ciudadana.

La investigación sobre este tema está muy presentada en el libro reciente de Bill Gates How to avoid a climate disaster (hay versión catalana de Edicions 62). Es un libro lleno de información, muy bien trabado, que es de buen leer y -lo que es de agradecer- sin paja. De su lectura se desprende que los adelantos espectaculares en generación eléctrica de base solar y eólica no serán suficientes, en parte porque no todo se puede electrificar. Por ejemplo, los aviones de largo recorrido: las baterías pesarían demasiado. Afortunadamente, los automóviles 100% eléctricos son posibles. Y muy deseables: los híbridos son un paso tímido, es mejor ir directamente a los eléctricos. Me alegra que Seat tome este camino.

Gates menciona 18 ámbitos tecnológicos clave en los que todavía nos hacen falta grandes adelantos: hidrógeno verde (es decir, producido sin añadir carbono a la atmósfera), transmisión eléctrica, electrocombustibles, biocombustibles, cemento verde, acero verde, carne y leche vegetales, fertilizantes verdes, fisión nuclear segura, fusión nuclear, captura de carbono, plásticos verdes, bombeig de agua, energía geotérmica, almacenamiento térmico, agricultura resistente a inundaciones y sequías, aceite de palma verde y refrigeración que no emita fluorina.

Garantizar los adelantos pide una inversión pública en I+D muy superior a la actual, no pequeños ajustamientos. Gates estima que se tendría que quintuplicar. No es ningún disparate: en los EE.UU. si se hace esto apenas se llegaría al mismo gasto que la NIH (National Institute of Health). Confiamos que la UE se dé cuenta de las implicaciones de aquello a lo que se compromete. Y, sea dicho de paso, que no sea tan adversa al riesgo como ha sido negociando vacunas.

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