Von der Leyen acompañada por Sánchez ayer en Madrid.
13/07/2021
2 min

Llevamos tanto de tiempo hablando de los fondos europeos de recuperación, conocidos como NextGeneration, que parece que su aprobación definitiva ya no sea noticia. Pero no es así. Un año y cuatro meses después de que la pandemia obligara a parar la actividad económica y provocara una bajada del PIB solo comparable al impacto de una guerra, este martes los ministros de Finanzas de la UE han aprobado los planes presentados por España y 11 países más y han desbloqueado los primeros 9.000 millones de los 140.000 incluidos en el plan de rescate. Es una primera cantidad todavía modesta, pero representa el pistoletazo de salida a la operación económica más ambiciosa de la historia de la Unión Europea, para la cual se han vencido algunos tabúes, como por ejemplo el hecho de que sea el mismo ejecutivo comunitario, la Comisión Europea, el que emita deuda para financiar los fondos.

La filosofía de los fondos está clara: esta inyección de capital público tiene que servir, además de pra evitar el colapso, para impulsar las economías europeas en dos ámbitos clave del futuro: la digitalización y la economía verde. El covid, pues, ofrece una oportunidad de oro a la economía española y catalana para financiar los proyectos que tienen que servir para cambiar las bases de un modelo económico que hasta ahora ha sido demasiado dependiente del turismo y de las energías fósiles. Aun así, todavía se desconoce la letra pequeña de cómo se asignarán los recursos, puesto que la Moncloa ha optado por un modelo centralizado de decisión que corre el peligro de ignorar las necesidades del territorio, y en concreto el tejido de pymes, que es especialmente potente en Catalunya.

La Generalitat de Catalunya ya presentó su listado de 27 proyectos seleccionados por valor de 41.000 millones de euros, pero habrá que estar atento y continuar presionando al gobierno español para que acepte las propuestas que lleguen desde aquí. En este sentido, es importante que el Govern sea capaz de tejer una amplia alianza con los sectores empresariales, las universidades y los centros de investigación para hacer ver al ejecutivo español que hay un consenso catalán sobre cómo se tiene que gastar este dinero para ser tan transformadores, como prevé la UE.

En este punto es importante resaltar el importante papel que tienen que jugar el PSC y los comunes. Como partidos catalanes que forman parte del ejecutivo español, no pueden esconder la cabeza bajo el ala y tienen que formar parte de este consenso. Del mismo modo, los partidos independentistas, ERC y Junts, de los cuales depende la estabilidad del gobierno PSOE-UP, también tienen que saber aprovechar la aritmética parlamentaria para influir en las decisiones del ejecutivo.

Hay que tener en cuenta que estamos ante una oportunidad única, y que del resultado dependerá la futura solidaridad y cohesión europea. En realidad, si este plan funciona, llevará la colaboración europea a otro nivel, y puede ser un paso decisivo para lograr una integración más amplia. Pero si pasa lo contrario y falla, el mismo proyecto de la Unión Europea quedará muy tocado y se volverá a las recetas de la anterior crisis, basadas en la austeridad. Y esta vez el sur tendrá pocos argumentos para protestar.

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